La organización y la participación social promovidas por la revolución bolivariana no han estado exentas de los modos de aparición y crecimiento singulares que le han venido siendo característicos a esas otras tantas dimensiones y variables conjuntivas de la Venezuela contemporánea.
No hay secreto ni creación intelectual alguna aquí cuando señalamos que los tantos nacimientos empujados por el país en el curso de sus últimos 100 años, bien hayan sido en los campos de la economía, la política, la tecnología, la cultura, la educación y los servicios públicos en general, a similitud de lo ocurrido con la economía privada y su égida capitalista, han sido tanto posibles como fuertemente excitados a partir de los sendos aportes y contribuciones entregadas a éstos y éstas por el Estado venezolano a través de su renta petrolera.
Las expresiones lingüísticas que en similar número de años hemos venido levantando, circulando y escuchando (por aquí y por allá) los venezolanos y venezolanas del tipo: “país petrolero”, “capitalismo petrolero”, “sociedad petrolera”, “Estado petrolero”, “economía petrolera”, etc., han logrado dibujar con mucha precisión tanto la clase de país y sociedad levantada como identificar el “nudo gordiano” a partir del cual se comprenden y explican las tantas pujas, tensiones y reyertas que comúnmente vivimos estallando unos y otros, unas y otras por estar los más cercanos posibles a los fáciles y considerables beneficios que viene otorgando-nos nuestro “cochino oro negro”.
La organización social y la participación del pueblo que desde Chávez/Maduro ha pretendido cristalizar la revolución bolivariana, no han podido escapar de la “maldición” que en tal número de años nos ha deparado la renta petrolera, en tal sentido se entiende que el poder popular en la versión singular de los Consejos Comunales o en cualquiera de los otros tantos agenciamientos animados por “el proceso” en curso (movimientos sociales, organizaciones socioproductivas, comunas), han visto luz y llegar hasta donde efectivamente han llegado, en parte importante gracias a los manejos y contribuciones brindadas a los mismos por los ingresos petroleros nacional y fortuitamente tomados por los respectivos gobiernos tenidos.
Con independencia y reconocimiento sincero a las contribuciones humanas dispensadas por el ex-presidente Chávez para impulsar y establecer en nuestra república el Poder Popular, especialmente en su variante de Consejos Comunales, hemos de decir que aquella benigna atmósfera que desde el año 2006 fuera envolviendo a muchísimos de los sectores sociales nacionales, incluyendo a la “clase media”, por hacerse cuerpos presentes en tal modalidad de organización y empoderamiento social, en buena medida estuvo teñida por las compensaciones, obligaciones y oportunidades que para unos y otros dejaban transpirar tanto el presidente sensitivo y paradojal que en verdad tuvimos, como en virtud de la suculenta renta petrolera que discrecionalmente éste administraba.
Los niveles de interés y motivación organizacional puntual fermentados por multitudes de compatriotas en sus tantas barriadas y urbanizaciones, obviamente que por algún lado eran viva expresión de ese benigno clima de politización que iba cundiendo a lo largo y ancho del país, gracias tanto a los influjos del Chávez, líder indiscutible de masas y presidente constitucional, como también a una cierto olfato de la gente (¿conciencia?) respecto a saber que tales consejos irían en adelante a disponer y manejar, casi que a su propio antojo, sumas de dinero contantes e impresionantes.
En ningún caso se trata de pensar que históricamente el pueblo venezolano se mueva y organice exclusivamente sobre el dicto del dinero y que por rebote sea-mos una nación totalmente bastarda, o que tuvimos una potente animosidad nacional consejista comunitaria durante los tiempos especiales de Chávez, marcada sólo por el hecho a saber o sospechar que en dichas agencias tan “vil metal” iba a drenarse cuantiosamente, sin mayores líos, a cambio sostenemos que los modos tan prácticos y eminentemente pragmáticos (sin más) como fue operando la relación entre renta petrolera y Consejos Comunales pudieron abonar finalmente lo suyo para haber tenido las pulsiones y sudoraciones organizacionales y participativas que en tales experiencias efectivamente tuvimos, y no otras.
Pulsiones y sudoraciones éstas que fueron (o irán) columpiándose, casi que indefectible y proporcionalmente, en la medida que se mantenga, crezcan o decrezcan los señalados ingresos petroleros nacionales, junto al concepto de gobernaza pública favorecido hasta ahora en el decurso de la propia revolución bolivariana como en base a la propia actuación (clientelar) que sigan enseñando los partidos políticos afirmados, sobre manera del PSUV y el polo patriótico.
Explayemos rápidamente estas apretadas puntuaciones, a sabiendas que las mismas lejos de haberse comportado o de seguir comportándose unilinealmente, lo han hecho (quizás lo sigan haciendo) más de las veces bajo musicalidades complejas y transcomplejas, veamos:
1. Ciertamente la figura de los Consejos Comunales es, en clave chavista, originaria desde el 2002, momento cuando éstos aparecen instituidos por decreto nacional como componentes o apéndices sustantivos de los Consejos Locales de Planificación, no obstante su vistosidad y crecimientos exponenciales, de apariencia cuasi autonómicos, solo serán visibles a partir del 2006, cuando se crea la ley parcial que ampara exclusiva y nacionalmente a los mismos. Ley que será luego potenciada en el 2010, en la que ellos aparecen guarnecidos bajo las Leyes del Poder Popular.
2. La precitada ley los desliga de los entes políticos municipales y los resitúa administrativamente en un órgano adscrito al ejecutivo nacional, más directamente a la presidencia de la república, con lo cual se establece un correaje directo y pernicioso entre el presidente de la república y las comunidades consejales, sin otra clase de mediaciones.
3. La indicada ley y subsiguientes establecen como obligación la modalidad indiscutible que debe seguir el pueblo y las tantas comunidades y vecindarios que le conforman en lo atinente a su lógica de organización y participación, en consecuencia afiliarse y asociarse en la clase de Consejos Comunales fundados es requisito –sine que non- indispensable tanto para tener reconocimiento comunitario del Estado/gobierno como para acceder a los beneficios que el mismo otorgue (otorgó).
Las resistencias a otra forma de organización y acceso a bienes y beneficios fueron evidente quebradas por el concepto unívoco de una sola modalidad de agenciamiento local comunitario, por ello no fue casual que hasta en las urbanizaciones y condominios más elegantes del país apareciera un Consejo Comunal, con casi total independencia de lo que allí podría traducir el sintagma socialista de “poder del pueblo”.
4. El señalado crecimiento exponencial junto a la pasión vecinal por dichos consejos va a ocurrir justamente cuando la bonanza petrolera se muestra sumamente positiva para el país (barril de petróleo por sobre los 100 Bs.), producto del juego circunstancialmente acertado de la OPEP, de la unidad en precios y extracciones que acuerdan sus socios y de las “debilidades” tecno-económicas y políticas fagocitadas entonces por el capitalismo internacional no petrolero.
Destaquemos como nota estelar que justamente entre el 2006 y el 2013 se registraron formalmente ante los organismos regulares no menos de 40.000 Consejos Comunales, amén de aquellos muchos que aún no lo habían logrado cristalizar, cuya cifra ha sido estimada en unos 10.000 aproximadamente, al tiempo que para las mismas fechas el gobierno de Chávez/Maduro han podido destinar un monto cercano a los 8.000 millones de dólares para tales organizaciones.
5. Al emerger los Consejos Comunales como cuerpos vinculados exclusivamente al presidente de la república, y al tener éste una peculiar traducción, eminente socorrista y de fuerte ayudantía, respecto del poder popular (¿populismo?), de considerar que en gran modo se hacía justicia social, especialmente con las capas sociales históricamente más excluidas y empobrecidas dentro de la sociedad venezolana, con el trasvase directo a sus bolsillos y/o espacios residenciales de los dineros públicos, fue de esperar en consecuencia que la figura de tales consejos tuvieran la grandilocuencia conocida.
En ningún caso se trata en este espéculo de afirmar que el Estado/gobierno de Chávez hubiere destinado el fuerte de los ingresos aportados por la renta petrolera fundamentalmente para la vida y suerte dictada por los Concejos Comunales y sus vecindarios, pues bien sabemos que la mayor parte estelar de tales recursos fueron a parar a los otros programas sociales creados ad hoc, a importantes obras de infraestructura (por cierto, la mayoría o de mayor impacto nunca culminadas), a los bancos, arcas y bolsillos de las burguesías y comerciantes establecidos nacional e internacionalmente mediante subsidios y tratos de cambio preferencial, al igual que a las distintas boliburguesías paradojalmente fomentadas en el trayecto de la revolución aludida, amén de lo tomado por la corrupción y las distintas tribus realmente establecidas.
6. Los Consejos Comunales fueron (en gran medida) agencias bien nutridas y socialmente bastante envolventes de cuerpos y voluntades por doquier, en tanto constituyeron lugares de llegada y atesoramiento de tributos directos de la renta (dineros) o, llanamente, porque representaban suerte de peajes o puentes a través de los cuales las tantas personas interesadas podían tramitar y accesar (especialmente mediante unos famosos proyectos endógenos “productivos”) a los envidiables dineros que administraba el Estado, sin pasar tanto por las alcabalas de los partidos políticos, de las ideologías, de los caciques municipales o de las mismas instituciones paquidérmicas del Estado.
7. Sin tan siquiera luchar (mucho) ni tener mayor experiencia en cultura financiera, de pronto (con Chávez) los Consejos Comunales conocieron y se hicieron de una infinidad de bancos comunales que igual se vieron inundados, por la vía de una orden presidencial, de importantes y hasta elevadas sumas de dineros, las cuales igual fueron entregando a unos determinados vecinos y vecinas en calidad de “préstamos” y/o ayudas intravecinales, los cuales se hicieron, con la excepción de los casos, mediante manejos sumamente discrecionales.
Buen parte de la opinión pública vecinal, municipal, regional o nacional aún siguen esperando los informes de rendición de cuentas públicas por parte de un gran número de los bancos comunales o las unidades financieras comunales instituidas, precisamente en lo que respecta a los balances de dineros manejados en sus diferentes oportunidades.
8. Justamente, una de las tantas razones que dan hoy día numerosos vecinos y vecinas para haberse alejado de los Consejos Comunales, en muchos casos para ni siquiera querer saber nada de ellos, estriba en el modo ideopolítico, familiar y amistoso como han venido siendo manejados los recursos públicos por parte de esta clase de agencias y sus versátiles operadores.
Hasta aquí lo que hemos intentado mostrar en esta incompleta rapsodia, son parte de los modos, mecánicas y situaciones que han venido privando en la relación fundada entre la renta petrolera y los Consejos Comunales, en la idea de coadyuvar a producir un balance mucho más completo y sensato de la situación actual de declive y prognosis que ofrecen tales lógicas de sentido en nuestro país, de cara a un por-venir que por algún lado pareciera seguir esperándonos, para lo cual preguntamos inmediatamente a nuestro especial y querido lector:
¿Con un barril de petróleo a menos de 50 Bs. por canje, puede la república y su revolución bolivariana seguir animando hoy día Consejos Comunales bajo la prédica petrolera, tal como ha venido sucediendo hasta ahora?
edbalaguera@gmail.com