Hay gente a la que uno ama y no sabe cómo ha ocurrido, puede que las haya amado casi al principio de conocerlas, o las haya ido amando a través del tiempo, o que creyera no amarlas y has descubierto que las amabas cuando ya no están, por el vacío que dejan. A Freddy le quisimos siempre, desde el primer día.
No le gustaba engañar a las personas.
No era su táctica.
No era necesario enmascarar las situaciones, ni endulzarlas, ni valerse de rodeos o de falsos optimismos, para ganar adeptos.
El que quisiera podía acercarse, pero a sabiendas del riesgo, era una forma muy sólida de empezar una amistad que siempre fue sencilla y clara.
Es difícil hablar de los muertos al cabo de los años cuando los muertos han sido personas tan queridas y si éstas personas son camaradas y amadas por su comunidad, más difícil todavía. Porque ávidos como estamos quiénes les amamos, por seguir sus huellas y tomarles como guía, como ejemplo.
¿Qué puedo yo decir de Freddy a estas alturas que no suene a melancolía?
Que nos dejó muy solos y muy temprano, huérfanos cuando más falta nos hacía, iniciada la gran marcha hacia la construcción de la Revolución Bolivariana, que nos dolió demasiado esta muerte prematura, y que nos ha seguido haciendo mucha falta, o que nunca ha caído en el olvido.
Freddy Parra tu eres de los muertos que nunca mueren. Eres de los muertos que se resisten a desaparecer.
Freddy no sé si te ayudó a morir o eres tú que me sostienes para vivir.
Todo es dudas y confusión.
Al paso de cuatro años, hoy 11 de Enero de 2009 nos ha ocurrido algo contigo, podemos decir que sin estar estás y que habiéndote ido para siempre, te has quedado con tu pueblo de múltiples maneras.
Está es la otra historia oculta de los pueblos que no se escribe casi nunca.
No es fácil este proceso de asumir tu muerte y recoger tus banderas de lucha, pero juramos vencer y venceremos. Hasta siempre amigo camarada, hermano.