Hoy es el fin del mundo… en Mérida

Contra todos los pronósticos, Alexis asume hoy como gobernador. Mientras, Florencio Porras y sus gallos patarucos parece asaltarles una horrible peste de moquillo, Capitán Pecueca (alias Léster) deshoja la margarita en Panamá o las Islas Caimán, y los hiper-recontra-escuálidos de la godarria merideña se muerden las tripas, al verse cercados en este castillo medieval que ellos imaginan convertida la ciudad de los caballeros.

-Verga, El Palomo al poder ¡fin de mundo coño! piensa misifús, en tanto se toma un café descafeinado en Santa María Norte, y recuerda aquella época cuando había nieve en los picos y ‘El Reyecito’ (o ‘Sigakota’ Dávila, qué más da) se meneaba convulso en la casa de los gobernadores, pensando en la estatua que le erigirían en la Vuelta de Lola ¡Qué mierda, en esta ciudad ya no se puede vivir!, masculla junto a su desayuno americano, pan tostado y jalea de fresa importada.

Vino anoche preocupado, luego de un recorrido por algunas tascas y lugares nocturnos, infestados de jóvenes universitarios, y sin lugar para un carajo sesentoso, calvo y solitario como él.

-Voté por Alexis, aunque el coño no me gustaba, pero tiene un buen equipo de gobierno; oye repetidas veces entre las mesas, desinhibidas las lenguas por el alcohol y el cigarro.

Joder, pensó, por fin alguien con tres dedos de frente se acuerda de todos los sectores de la sociedad merideña. Desde los desdentados hasta los profesores de la bicentenaria universidad. Esto sí que es peligroso…

Sin creer que ese patuque funcione, se solaza en la negritud de la fría noche. Esta ciudad ya no es la misma, piensa. Vive solo en su enorme caserón, fallecida la mujer, idos los hijos, alejado ya de su alma mater, paseando el perrito en las mañanas, en tanto, y con desaliento, compra compulsivamente El Nacional, El Universal y Pico e’ Zamuro.

¡Alexis gobernador! ¡y de ñapa se declara socialista! Algo está pasando, medita misifús, en su carro último modelo, que ya no levanta carajitas, sino solo sorna y risas femeninas, con su barriga prominente, lentes verdes y pantuflas de perrito lisiado.

Es el fin del mundo, gruñe; en tanto un motorizado con franela roja lo adelanta a millón por la izquierda, llevando de parrillera una jeva monumental ¡Este mundo es una mierda! ¡Y Ahora Alexis de gobernador!

Estos chavistas están podridos de buena suerte, piensa, mientras se rasca absorto la cabeza, seca y árida como el páramo. En tanto, ha chocado el carro de una vieja huesuda, enfundada en un BMW, con una decolorida calcomanía de Capriles. Este no es mi día, piensa, pero esta vez con arrechera.

juanvillegas.febres@gmail.com


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Juan Carlos Villegas


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