Asistí a las inscripciones de Magglio y Guillermo como candidatos por el PSUV a las alcaldías de Puerto La Cruz y Barcelona (municipios Sotillo y Bolívar, Anzoátegui). Dos caras nuevas, frescas, dos estilos, dos nuevas esperanzas para los tiempos difíciles por venir y que despiertan enorme expectativas entre los electores de ambas ciudade. Aquello fueron dos fiestas. El fervor del pueblo me hizo recordar la espontaneidad y alegría que caracterizaban los actos públicos del chavismo de antes. Mucho sabor de pueblo. Mucho rostro propio del pueblo (piel quemada por el sol y por los sufrimientos). Gente de pelo lacio y humildes trapos). Gente gritando, cohetes, saludándose entre sí como viejos conocidos, mucha juventud, muchas mujeres bonitas, bastante niños, obrero. En fin. El propio pueblo chavista. Los propios actos chavistas.
Es bonito cuando uno vuelve a observar en los rostros del pueblo esa alegría propia de la gente por la satisfacción de la escogencia de los hombres y mujeres más apropiados para ejercer cargos de dirección. Eso hay que valorarlo, y trabajar para acrecentar tan noble sentimiento. Y, por supuesto, para no defraudarlo. Por supuesto que observé caras largas en aquellos cuyas aspiraciones, normales por cierto, no fueron satisfechas. Conversé con algunos de ellos y les dije que había que pasar la página por el bien del legado de Chávez y de la Revolución y a no cometer torpezas que, a la larga, pesarán más que un par de bolas de plomo.
TINTERO
El poder es sabroso y genera un coñazo de privilegios a quien lo ejerce en beneficio personal, y no en el del colectivo, que es el deber ser. Los efluvios del poder son arrechísimos. Quien lo posee le afecta mucho perderlo; quien lo desea y no lo logra, se arrecha, se frustra; sobre todo si ha invertido tiempo, trabajo y dinero. Pero las ambiciones personales en la autopista de los procesos revolucionarios, a la larga se quedan en el camino. Hoy el turno al bate en Barcelona y Puerto La Cruz es de Guillermo y Magglio. Así de simple. Lo demás es paja mental.