Al oír a Léster declarando en una televisora regional que también es uñaysucio del cónsul de Colombia en Mérida, y que, con la asesoría de los hermanos cucuteños, convertirá a Mérida en una fábrica de pantaletas, se me removió la bilis hasta el punto de provocar atreverme a meter la cuchara en eso de los sesudos análisis electorales que se vienen publicando en esta web.
Primeramente, porque Léster es un fascista redomado, jediondo a Opus Dei, y, segundamente, porque es bruto-brutico, hasta el colmo de que ese segundamente que debió alborotar a muchos lectores, es su manera de enumerar (Si hiciéramos un campeonato de frases y expresiones felices, con la participación de Bush, Rosales y Rodríguez, nunca apostaría por Léster, porque Léster nunca ha sido primero en nada y le estaría reservado el tercer lugar… pero no muy lejos de los clásicos Pus h y el Filósofo del Zulia).
La redundancia de fascista y bruto hace de Léster un mono con hojilla, y la yugular de Mérida nunca antes había estado tan expuesta.
Pueden decir: “Pero Jean B, ¿cómo se atreve a calificar a Léster de bruto (lo de fascista nadie lo discute), si viene, sin pasar por go ni pagar doscientos, del mero rectorado de la Ilustre Universidad de Los Andes?” Bastaría con responder que esa ilustre universidad es pura mengua, y que la mayor prueba de esto es haber imperfectamente elegido a un rector (con más precisión, reptor) de semejantes virtudes, demostración palpable de la inopia que la abruma. ¿Tautología?... ¡Que valga!, porque eso de ponerse a explicar aquí y ahora, que lo permitió la corrupción y la endogamia del poder imperantes en las universidades autónomas, me llevaría largo rato y prefiero dejarlo para posterior oportunidad.
Léster habla fuerte y golpeado, y maneja tres niveles de discurso. El emérito, proveniente de la computadora de un hermano literato y otros poetas de los departamentos de Literatura Latinoamericana y Lingüística de la Facultad de Humanidades y Educación, encargados de escribirle los discursos. Cuajados discursos que lo hacían quedar casi bien… casi, porque eran muy frecuentes las equivocaciones al leerlos. Y aquí no está de más citar a Hernando Track, quien decía que en el mundo había cuatro o cinco poetas insignes, pero en la Facultad de Humanidades de la ULA convivían como doscientos.
El segundo discurso de Léster, cuando no actúa bajo la asesoría de su hermano y demás amanuenses, es chusco. Se le va en invocaciones a Dios y a todas las vírgenes y santos del cielo, en lugares rutinarios, en frases aprendidas o, como ya se dijo antes, insólitas. ¡Pensar!, respondió muy orondo cuando, recién proclamado alcalde, le preguntaron qué iba a hacer en la alcaldía.
Y el tercero de sus discursos es el lagrimeo. Y se lo digo yo, que fui testigo de los gordos lagrimones que brotaron de sus ojitos cuando pedía clemencia el día que, sectores de la misma universidad, le recordaron uno de sus numerosos actos de corrupción.
Y esta trinidad de discursos de Léster se resumen en uno, ¡no sabe nada de nada! Bachiller-Ingeniero, dejó las escasas neuronas que sobrevivieron del bachillerato en Barinas, guindando en los pasillos de la Facultad de Ingeniería de la ULA. Se saltó a la torera la Ley de Universidades, y usurpó el rectorado sin ser doctor. Esto, con el aval de los amigos de Velázquez Alvaray en el Tribunal Supremo; y como favor con favor se paga, premió a este santo cachón con la más escandalosa jubilación que se haya otorgado en la ULA. Bueno, también fue el operador del más desvergonzado grado de la misma universidad, el de Nixón Moreno. Al respecto, es protector (la protección es mutua) de los desalmados de la Plancha 13, a quienes financió espléndidamente a cambio de tenerlos a su disposición cada vez que le convenía que la universidad y Mérida se paralizaran, y con quienes va a gobernar como lo viene repitiendo desde hace rato.
Y he aquí un punto de encuentro entre su actuación como reptor y el programa de gobierno de la alcaldía. El palacio del blumer y otros enclaves de venta de ropa íntima colombiana en la ciudad de Mérida, bajo cuya asesoría Léster va a llenar el estado de talleres para la fabricación de pantaletas, también son financistas de los desaforados de la Plancha 13. ¡Por allí fumea el paramilitarismo!
Pues sí, con esos tres discursos, con su ignorancia en ristre, con esos apoyos internos y externos, Léster se lanzó a la gobernación de Mérida. Profusión de carteles con su más retocada sonrisa llenaron la geografía del estado, y como los burros se buscan para rascarse, haciendo llave en cada municipio con las candidaturas más ramplonas. No calaba en ninguna parte, y debió pagar encuestas para aparecer como el candidato de la unidad, pero el viejo zorro William Dávila lo acorraló en el estado y en los ámbitos nacionales donde se impusieron los candidatos regionales. Léster resistió como gallina clueca, hasta que COPEI le advirtió que se iba o se iba; que su terquedad les iba a costar la nominación de copeyanos en otros estados donde sí tenían chance. Y se fue, pero no sin antes ponerse el paracaídas y aterrizar en el mero centro de las candidaturas a la alcaldía de Mérida.
¡El revuelo que se armó! Patos, guacharacas y faisanes armaron enorme algarabía. Era la pléyade de ex alcaldes, cuál más ineficiente y ladrón, y de nuevas caras, máscaras de los interese merideños más infames, que se creían con el derecho divino de ser alcaldes de Mérida. La resistencia fue fuerte, llovieron las acusaciones sobre el paracaidista que quería agarrar manque fuese fallo y le endilgaron calificativos de arribista para arriba. Pero los venció el dedo mágico de Caracas, que ungió a Léster como el elegido y el afortunado merecedor de los dólares del Norte. Los pretendientes se quedaron con los crespos hechos, salvo dos que se mantuvieron como candidatos, para terminar poniendo el ridículo.
El núcleo visible del apoyo del reptor fue un menjurje variopinto: Las nuevas autoridades y el profesorado de esa universidad venida a menos, disociados desde antaño, juntos y revueltos los de la extrema derecha histórica con los izquierdistas de los sesenta, que más que ideología en el cerebrito, lo que tuvieron fueron piojos hambrientos en las greñas. Los perturbados de Bandera Rosa y la Plancha 13. La oligarquía merideña, la explotadora de siempre, dedicada al agiotaje, al acaparamiento, al estraperlo y a los negocios inmobiliarios que tapan cualquier origen del capital. Los jerarcas de la santa iglesia católica apostólica y romana, por todos conocidos, pero también muchos curas de misa y olla. La clase de medio pelo, defensora a ultranza de su entelequia, abrumada por la paranoia anticomunista. Las ruinas andantes de la vieja mafia sindicalera, cuatro pendejos que siguen creyendo en la resurrección de Rómulo y la inminente ascensión al cielo de Carlos Andrés. Los resentidos que no pudieron colocarse donde había y, desde luego, sectores populares escamoteados por cualquiera de las macotas antes nombradas.
La noche del 23-11 se nos anudó la garganta y ensombreció el futuro, y casi reventamos de arrechecera… ¡Léster era el nuevo alcalde de Mérida! (El revolcón de bilis inicial y este reventar de arrechera, no es lo fundamental de este análisis, pero, ante retrocesos infortunados, no dejan de ser síntomas comunes de quienes creemos en la Revolución y no le damos ni tantico así al enemigo)
Pero, pero, pero… ¿Por qué ganó ese bicho de uña la alcaldía de Mérida después de cuatro años de administración revolucionaria? ¿Por qué volvieron? ¿Cómo será la Mérida lesteriana? Es lo que verdaderamente quiero contarles y lo haré dentro de poco. Hasta entonces, y ¡Todos con la enmienda constitucional! ¡Patria, Socialismo o Muerte! ¡Venceremos!