Cuando zarpó rumbo a la India nunca imaginó que en el camino se le atravesaría otro continente. Lo único que Colón re-descubrió fue una ruta oceánica que le abrió camino a los conquistadores de paisajes y riquezas ajenas. Desde los primeros años de la ocupación europea, la recién bautizada América fue víctima de genocidio, etnocidio y esclavismo. Varios siglos más tarde, a pesar de haber librado cruentas guerras para lograr su independencia, las élites americanas europocentristas, promovieron la leyenda rosa que llamaron “descubrimiento” y comenzaron a erigir estatuas de Colón por todo el continente. Con esta leyenda llenaron muchos libros de texto para presentarnos a Colón como el héroe de la cultura americana sin entrar en detalles sobre los “daños colaterales” de la colon-ización.
Es imposible cambiar el pasado, pero siempre es posible cambiar el curso de la historia o, por lo menos, escribirla de nuevo. Seguramente a nadie se le ocurriría erigir una estatua de Adolfo Hitler, pero si así fuera y un pequeño grupo de descendientes de las víctimas del holocausto nazi decidiera derribarla, nadie objetaría esta decisión. Resulta difícil imaginar a un hipotético alcalde de Berlín declarando que el Hitler derribado será reconstruido cuanto antes. Sería improbable escuchar al Presidente de la Fundación para la protección del patrimonio cultural de Berlín declarando que la estatua de Hitler era un bien patrimonial y su derribo un acto barbárico y vandálico. Tampoco esperaríamos que el director de un diario judío declarase su desacuerdo con el hecho en nombre de la tolerancia y la paz, o que algunos comunicadores sociales de esa comunidad religiosa, manifiesten su repudio sólo porque eso sirve para darle argumentos a los medios de comunicación neonazis. Sin embargo, y aunque Ud. no lo crea, todo esto pasó aquí en Venezuela por tumbar al pendejo de Colón.
Debemos agradecer a los derribadores de nuestro Colón más representativo, el haber abierto este fructífero debate sobre el colonialismo, los símbolos y la acción directa en el seno de quienes apoyamos al Gobierno. Roberto Hernández Montoya se pregunta “¿por qué en vez de andar destruyendo símbolos no nos ocupamos de la realidad?” Con el respeto que Hernández Montoya merece, sorprende que olvide que la realidad está llena de símbolos. El pentágono era símbolo de seguridad y las torres gemelas fueron símbolos del poder del dinero. Mc Donald’s es símbolo del poder trasnacional y Venevisión Continental símbolo del Imperio mediático de Cisneros. Un símbolo no lo es sólo por su pasado histórico sino por sus efectos presentes. Y cada estatua de Colón, además de ser símbolo universal del imperialismo y el saqueo, es un insulto cotidiano a miles de americanos con conciencia de la historia y del presente.
También Hernández Montoya y otros han centrado su crítica en el argumento de que este tipo de acciones le ofrece motivos al ataque de los medios de oposición. Eso es inevitablemente cierto; pero si dejamos de actuar por lo que vayan a decir los medios de oposición, entonces no haríamos absolutamente nada. Habrá que confiar en que el planeta no piensa que los chavistas somos talibanes porque tumbamos una estatua del papá del colonialismo.
Si el delito de nuestros tres compatriotas presos consiste en que se atentó contra un “bien patrimonial” propongo inventar la categoría de “mal patrimonial” para todos los monumentos de Cristóbal Colón y condecorar como nobles ciudadanos a todos los que atenten contra ellos. Se esté o no de acuerdo con el hecho, nadie les puede negar a estos presos el estatus de descolonizadores de conciencia.
¡LIBERTAD PARA NUESTROS PRESOS DE CONCIENCIA!