Desde la invención de la primera bomba atómica, EEUU abrió la caja de Pandora y liberó una maldición sobre toda la humanidad en forma de miedo perpetuo. Por iniciativa de cualquiera de las “potencias” atómicas, el planeta puede reventar en cualquier momento o padecer el “invierno nuclear” (expresión más terrorífica todavía) tras unas cuantas explosiones. Es bien sabido que una mínima parte del arsenal global puede convertir en geografía lunar las grandes ciudades y los más hermosos paisajes.
Después de Hiroshima y Nagasaki la amenaza atómica es una realidad que instauró el terrorismo nuclear a nivel planetario. Más allá de la diplomacia de alto nivel, contra este fantasma no es mucho lo que podemos hacer. En este contexto, en el que ya ni se habla de desarme, a la ONU le preocupan más los países que podrían desarrollar la temible bomba, que los que ya la tienen por millares. Ni siquiera parece preocuparle el único país que ha demostrado que es capaz de utilizarla.
La amenaza nuclear parece diseñada para que el planeta entero viva asustado. A falta de inteligencia y sensibilidad humana podemos esperar que al menos se imponga el instinto de conservación de la especie. Ese lado animal que no requiere raciocinio para privilegiar la vida sobre la muerte. También podemos mantener la esperanza de que, llegado el caso, algo superior nos salvará de la locura autodestructiva de las potencias nucleares.
Finalmente, ninguna creación humana destinada a generar un terror ineludible es digna de que le otorguemos demasiada importancia. Si no podemos cambiar el orden nuclear que padecemos, tampoco tiene sentido que nos siga aterrorizando. ¿Acaso 65 años de miedo atómico no bastan? Al igual que la mayoría de los temores, este tampoco nos sirve para nada.
Sirvan de exorcismo estos versos liberadores de nuestro querido “Chino” Valera Mora:
Para los que meten miedo con el zamuro atómico
recordándonos que las luchas de liberación
pueden provocar una espantosa catástrofe
yo les digo he aquí mis bienes terrenales
tres litros de aire de capacidad pulmonar
medio siglo de burocratismo soviético
y dos mil años de crímenes sucesivos
entonces no tengo mucho que perder
señores de la guerra por mi parte
pueden ir apretando los botones.