“¡Podéis
matar a Gamal! ¡El pueblo Egipcio cuenta con cientos de Gamales que
se alzarán y os mostrarán que mas vale un revolución roja que una
revolución muerta!” (Palabras de Nasser, tras el atentado de octubre
de 1954).
Es imposible contener
a un pueblo cuando está determinado bajo una misma bandera. Hoy
el pueblo egipcio, enarbolando las imágenes de Gamal Abdel Nasser,
corea la consiga: “Morir por algo es mejor que vivir por nada”.
El Presidente egipcio Hosni Mubarak sabe que está perdido, pero persiste
en mantenerse en el poder. Busca desesperadamente el apoyo de sus históricos
aliados (Estados Unidos e Israel), pero para su pesar, más valor tiene
para el imperialismo sus intereses que un súbdito por cuanto su reacción
es la misma que asumió con Jean-Claude Duvalier en Haití y Noriega
en Panamá. El imperio busca pescar en río revuelto, y se encuentra
diseñando una formula milagrosa que le permita despejar el problema
egipcio manipulando a su pueblo, promoviendo un disfraz de cambio de
gobierno, sin alterar lo sustantivo. La revolución, al igual que la
traición toca a las puertas de nuestros hermanos árabes.
Y es así como
nos presentan Mohammed El Baradei, Ex Presidente de la Organización
Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y Proemio Nobel de la “Paz”,
con cuya figura se busca capitalizar políticamente el conflicto social
que vive ese país. Baradei, ex Diplomático egipcio, pese a lo que
expresan distintos medios de derecha, se destacó en la OIEA como fiel
representante de la política norteamericana e israelita en esa organización,
atacando a Irán y Corea del Norte.
Los “think tanks”
del imperialismo y sus medios privados de información reconocen
que la opinión pública sobre los hechos que acontecen en Egipto los
afecta y les plantea un complejo problema que deben resolver antes para
asegurar la conducción de la crisis sistemática del capitalismo de
la que son responsables; pero también, de la que no existen salidas
posible dentro del sistema. Seamos realistas. No existe la menor duda
que la explosión social que se vive en el Mundo Árabe tiene una raíz
profundamente social y no es originada por el “fundamentalismo islámico”,
tal como algunos medios privados de occidente pretendieron hacerlo creer
en sus inicios. Los pueblos árabes de Túnez, Egipto, Jordania, Argelia
han coreado las mismas consignas que la clase obrera europea ha estado
reclamando por mucho tiempo: ¡Queremos pan! ¡Queremos alimentar a
nuestros hijos! ¡Queremos fuentes de empleos! ¡Queremos educación
y salud gratuita! ¡Queremos libertad para opinar y decidir el futuro
de nuestro país! La burguesía Europea sabe que la revolución árabe
podría influenciar a sus propios pueblos. Por ello, el problema que
enfrentan los “think tanks” del imperialismo es el cómo poder desviar
el tren de la revolución árabe.
Antecedentes de Egipto e importancia
Luego de la división
del Mundo Árabe por parte de las potencias imperiales europeas en los
infames tratados de Sykes-Picot, en 1916, y posterior a las cruentas
luchas independentistas libradas por algunos países de la región en
años posteriores, los pueblos árabes han sido victimas de férreas
dictaduras que muy rápidamente se alinearon al imperialismo norteamericano
que emergía victorioso de la Segunda Guerra Mundial. Fue precisamente
en Egipto cuando, en 1952, surge un inesperado, pero carismático líder,
el Coronel Gamal Abdel Nasser, quién al frente de un grupo de militares
rebeldes, los llamados Oficiales Libres, liderizó una rebelión cívico-militar
que terminó por destronar al Rey Faruq I (impuesto por el imperio británico)
y proclamó la República dirigida por un Consejo de la Revolución.
Inmediatamente después, Abdel Nasser nacionalizó el estratégico Canal
de Suez, levantó las banderas del panarabismo y rápidamente comprendió
que la única vía para lograr la verdadera integración del mundo árabe
y la justicia social sería bajo el socialismo árabe. Pero el imperialismo
norteamericano, junto a Francia, Bretaña e Israel, no perdonarían
la valentía y el atrevimiento de Abdel Nasser de hacer ver al pueblo
egipcio y al Mundo Árabe como un referente de dignidad, soberanía
y socialismo. Por lo que, las potencias buscaron destruir a la naciente
revolución árabe por medio de la guerra. Pero la violencia sólo hizo
aferrar más a Abdel Nasser en el corazón de los pueblos árabes.
“Nuestra
respuesta a todos ellos es que no permitiremos a ningún imperialista
ni a ningún opresor, de la clase que sea, imponernos su dictadura militar,
política o económica. Jamás nos doblegaremos ante el dólar ni ante
la fuerza". Expresaba Gamal Abdel Nasser, en 1956, ante el
mundo.
Lo que el imperialismo
norteamericano y el sionismo internacional no consiguieron a través
de la guerra, lo lograron a través de la traición. El líder revolucionario
árabe Gamal Abdel Nasser muere en extrañas circunstancias. Se cree
que fue envenenado. Anwar Al Sadat toma el poder de Egipto, traiciona
las banderas de Abdel Nasser e inicia la capitulación y entrega de
Egipto a los intereses imperiales. Su actual sucesor, Hosni Mubarak,
ha permanecido por más de 30 años en el poder, representando los mismos
intereses, y amparado en “Ley de Emergencia”, vigente desde 1981,
ha torturado y desaparecido a la izquierda y a los movimientos progresista
de ese país..
La ubicación geoestratégica
de Egipto también le imprime un carácter de vital importancia para
el control de las potencias. Además de compartir más de 255 km de
fronteras con Israel, por Egipto atraviesa, a través de la costa Nor-Este
del país, el Canal de Suez, estrecho que une al Mar Rojo y al Mediterráneo
y por donde circula la mayor parte del comercio petrolero que se destina
desde el Golfo Árabe-Pérsico hacia Europa y los Estado Unidos, además
del 80% de otros productos comercializados entre esos países (fundamentalmente
entre Taiwan, China, Europa y EE.UU.).
El imperialismo y
el sionismo temen el fin de su dominio sobre esa estratégica y rica
región del norte-este africano. La burguesía árabe teme perder
su condición servil de los intereses foráneos. Pero también la burguesía
venezolana teme el ejemplo que hoy regala al mundo el pueblo árabe.
Revolución anticapitalista en el Mundo Árabe
El acto desesperado
de inmolación, producto de la impotencia ante la falta de empleo y
el robo del que fue victima, por parte de la policía tunecina, el joven
buhonero y estudiante universitario, Mohamed Bouzazi, desató una ola
de violencia y rebeldía popular que acabó con 23 años de gobierno
dictatorial de Zine El Abidine Ben Ali y que hoy amenaza con poner fin
a los 30 años de gobierno del pro-occidental, corrupto egipcio Hosni
Mubarak. La crísis estructural del capitalismo ha roto, como decía
el padre de la Revolución Soviética Vladimir Lenin: “por el eslabón
más débil de la cadena”. Esta vez el turno recae sobre Egipto.
La excesiva dependencia del Mundo Árabe a las economías europeas hizo
que la profunda e insalvable crisis que experimenta este último afectara
de manera directa a las economías de Túnez y Egipto, que unido al
continuo drama social por las enormes diferencias sociales, las injusticias;
el abuso del poder y los crímenes perpetrados por esas dictaduras.
Para dolor y pesar de algunos en Venezuela y en el mundo también, la rebelión popular que se suscita en todo el mundo árabe tiene un claro carácter anticapitalista. La crisis estructural del capitalismo ha cobrado su primera victima en Túnez. Los países de la periferia capitalista, dependientes económicamente de los llamados "centros desarrollados" hoy experimentan, indudablemente, una revolución; una chispa ha prendido la pradera llena de maleza seca, que se ha iniciado en Túnez y Egipto, y amenaza con extenderse por toda Arabia y Europa. Es tan grande la preocupación que expresa la canalla burguesía mundial que todos sus representantes hacen llamados para apagar el fuego.
Los gobiernos corruptos y dictatoriales del Mundo Árabe, particularmente
el de Túnez, Yemen, Jordania, Marruecos, Arabia Saudita y Egipto han
sido desde siempre fieles sirvientes y defensores de los intereses del
imperialismo norteamericano y del sionismo internacional en la región.
Hoy esas dictaduras de la región tiemblan de pavor ante la valentía
del pueblo árabe que ha despertado a su letargo y exige la salida y
prisión de toda la élite que por años los sumió en la pobreza.
La revolución
árabe tiene un carácter claramente anticapitalista, porque ha sido
motivada por las condiciones de pobreza, injusticia y las violaciones
a los derechos humanos que la burguesía árabe, apoyada por occidente,
ha ejercido por mucho tiempo contra el pueblo. El pueblo árabe cada
día advierte más que la única forma de hacer realidad sus exigencias
de justicia social y soberanía pasa por rescatar las banderas de Gamal
Abdel Nasser: el genuino socialismo árabe y el panarabismo.
Hoy asistimos al
regreso del fantasma que en vida causó tanto terror al imperialismo
norteamericano, al sionismo internacional y a la burguesía regional:
Gamal Abdel Nasser está vivo y presente en la rebeldía de su
pueblo.
Pero el dilema que enfrenta el pueblo egipcio, al igual que el pueblo tunecino, nos recuerda a los venezolanos los hechos acontecidos el 23 de Enero de 1958, cuando, producto de la falta de un liderazgo revolucionario y la desmovilización de nuestro pueblo, la revolución venezolana terminó siendo traicionada por una élite oportunista.
Los revolucionarios tenemos confianza en que la dignidad árabe irrumpirá,
y una nueva vanguardia naserista liderizará el verdadero sendero
de la revolución en esos países.
El pueblo egipcio debe continuar en las calles.