Es una fecha que por cierto caerá un día martes. Ese día, como todos los días, unos seis mil trescientos millones de seres humanos iniciarán su jornada individual diaria; algunos millones no podrán conseguir alimentos de primera mano; otros cientos de miles de niños recién nacidos se aferrarán al pezón de su hambrienta madre para extraer algún líquido vital que les permita luchar por su existencia un día más. Es el drama cotidiano de las dos terceras partes de la humanidad.
Ese día, por ejemplo, mi hermana termina de hacer maletas para viajar por necesidad, durante siete horas en un avión desde el tercer mundo al primer mundo, va rumbo a Canadá; en las semanas anteriores ingresó en Caracas tres veces a ese primer mundo, simplemente a pie, al transponer las rejas del Consulado General de la República Canadiense para obtener una visa, sometiéndose al humillante trato de las autoridades canadienses, para permitirle ingresar a ese país por unos veinte días. Trato despreciativo hacia todos nosotros, venezolanos, latinoamericanos y bolivarianos. Es el mismo trato que nos brinda cualquier embajada de cualquier país del “primer mundo”.
Ese día, dos de agosto, una pequeña masa de la población mundial, privilegiada porque maneja información de la ciencia económica, observa con atención un endemoniado marcador financiero de Estados Unidos; el crecimiento minuto a minuto de su deuda interna, que está a punto de llegar al 90% del Producto Interno Bruto (PIB) y ya con la alerta del Fondo Monetario Internacional y por supuesto las agencias privadas de seguimiento, se anticipa la aplicación de un “paquetazo” de medidas que no tendrá nada que envidiarle al que le aplicaron a Grecia, con la diferencia de que ahora es el dólar americano, el que entrará en terapia intensiva, precipitando una mega crisis económica mundial, cien veces peor que el tsunami japonés.
Sea cabalístico o nó, la historia es irónica por desgracia, pero lo cierto es que un martes del año 1929, específicamente el 29 de octubre, pasó a la historia mundial como el “martes negro”, fue el derrumbe de la bolsa de Nueva York, que arrastró a su paso a toda la economía mundial. El mundo asistió con espanto al suicidio de banqueros y empresarios arruinados de la noche a la mañana.
La historia registra que en los años siguientes al crack bursátil del año 29, se produjo una repatriación de capitales hacia Estados Unidos, sin que les importara la masa en dólares colocada en el exterior por ávidos inversionistas norteamericanos conocidos mas por sus nombres: Rokefeller, Mellon, Morgan, Ford, Colt, Singer, Edison, entre otros, esto tuvo unos efectos desastrosos para los países más endeudados, entre ellos Alemania, por la dependencia que tenían de los flujos de capitales gringos, lo que los llevó a graves problemas de carácter financiero y monetario, desencadenándose el despido de millones de trabajadores y generándose los factores políticos y geopolíticos que desencadenaron la II Guerra Mundial.
En estos tiempos, la economía norteamericana ha penetrado mucho mas profundo en el mundo, dominando con el dólar y las patentes de industria y comercio, la intervención económica de sus grandes “cluster’s” financieros, industriales, energéticos, alimentarios, informáticos, militares, satelitales, entre otros. Es esa superpotencia la que se encuentra al borde de un “default” o bancarrota, según las reglas impuestas por ellos mismos al resto de los países del mundo, a través del Fondo Monetario Internacional. ¿Sobrevivirá Venezuela a este colapso mundial? SI, GRACIAS AL SOCIALISMO BOLIVARIANO… ¡VIVA CHAVEZ!!
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