De nuevo la desestabilización y el irrespeto a la soberanía de los Pueblos obscurece a nuestra región. El estado de derecho y las más elementales normas del debido proceso, son vulnerados en pleno 2012 de forma similar al intervencionismo que por demasiado tiempo subyugó a nuestra América. Lo que antes se imponían como dictaduras hoy son gobiernos sustentados legal más no legítimamente, demostrando que con sus matices y recreaciones mantienen su esencia: una minoría que busca imponer sus intereses aunque atropelle la voluntad mayoritaria y la autodeterminación popular, condiciones fundamentales para la democracia.
El capítulo paraguayo, el más reciente de esta historia, demuestra cómo la legalidad puede alejarse diametralmente de la legitimidad. Unas pocas decenas de votos del Senado borraron como un macabro sortilegio la voluntad de los millones que con deseos de cambio, de disminuir la desigualdad y de profundizar la democracia, votaron por Fernando Lugo.
Repasemos algunos hechos recientes: 2008 en Bolivia, grupos opositores al gobierno de Morales adelantaron una estrategia secesionista; 2009 en Honduras, secuestraron y expatriaron a Zelaya; 2010 en Ecuador, una ley con competencia en lo policial sirvió de excusa para el secuestro e intento de golpe de Estado contra Correa. Al caso paraguayo debemos sumar la nueva desestabilización que sufre el Presidente boliviano por la huelga policial recién finalizada y que dejó ver una nueva brecha de la democracia regional.
Ahondar en lo viciado del proceso ejecutado contra Lugo sería redundar; esperar una respuesta más determinante de sus simpatizantes al estilo de nuestro abril de 2002 sería quizás injusto. Las historias y realidades de nuestros Pueblos son sencillamente distintas.
¿Será casualidad que la desestabilización aplique sólo contra gobiernos progresistas? Suponerlo sería demasiado inocente. ¿Serán ensayos para matizar nuevas avanzadas contra otros procesos profundamente democráticos como por ejemplo el venezolano? No creerlo sería menospreciar al imperio y sus agentes. Es tiempo de acciones concretas, no sólo de remojar las barbas.