Hace unas semanas, el Jefe del Comando Sur del imperio estadounidense declaró al senado que Venezuela estaba “cerca del colapso y de implosionar” debido a su “triste situación económica”; y, como era de esperarse, en cuestión de segundos esta noticia acaparó los titulares de la prensa nacional y por supuesto la internacional.
Lejos de basarse en un estudio serio y estadístico, esta afirmación y su respectiva publicación en los medios busca en sí un fin determinado: generar neurosis en la población, generar angustia. ¿Habrá un colapso? ¿Sucumbimos a la desesperación? ¿Sálvese quien pueda?.
Días después el hondureño Pedro Morazán, que trabaja en la ONG SÜDWIND de Alemania, exclama en América Economía: “Yo me pregunto por qué tantos venezolanos se muestran tan pacientes frente a una situación tan desesperante como la de su país”; es decir ¿qué pasa que los venezolanos no se lanzan a las calles? ¿Por qué no se incendia de nuevo el país? ¡Qué frustrados deben estar ambos personajes!
Ahora bien, es necesario entonces observar con atención cómo los operadores locales del imperio, los cipayos opositores, se suman a esta campaña de generar neurosis colectiva. Fetraharina: “Hasta el pan escasea”; Fedearroz: “Producción de arroz cayó 40% en lo que va de 2015”; “Alertan al Gobierno que hay inventario de trigo para tres semanas”; “Escasez de preservativos pone en riesgo la salud sexual”; “Productos de belleza subieron 200% por la inflación y la escasez”; entre otros tantos titulares alarmistas.
Si bien es pública y notoria la situación de escasez que atraviesa el país, los titulares solo buscan generar neurosis al no presentar ninguna propuesta e incluso esconden los nombres de los contrabandistas que a veces incluso declaran en los medios bajo la figura de “no querer identificarse”.
Los únicos que han propuesto “soluciones”, según ellos mismos afirman, es la gente de conindustria; quienes previo a “identificar” siete causas, entre ellas:
“Las intervenciones de empresas, así como las detenciones de empresarios y gerentes de todos los sectores de la cadena de producción y comercialización, hacen que la iniciativa privada sea una actividad de alto riesgo. Esto, a su vez, provoca desinversión, temor y una reducción del emprendimiento”; y sus propuestas no pasan de ser simples exigencias, ninguna obedece a una estudio serio.
Culmino entonces alertando que a la población se le inyectará dosis y dosis de neurosis a través de comunicados en prensa, en redes sociales, de declaraciones de los sectores opositores, con el objeto de crear un estallido. Probablemente, se pague a ciudadanos de aquí y de Colombia para que se generen caos y simulen neurosis en los establecimientos comerciales. Acciones que corresponderían a “lo esperado” por sus voceros.
Y la única manera de contrarrestar esta situación es profundizando en las acciones: es el escenario de guerra que tenemos. No se puede combatir de la misma forma en que se combatió el paro petrolero, dejando que muchos comercios cerraran. Esta vez, se están llenando los bolsillos con vender pocos productos.
No queda alternativa, debe existir un llamado nacional a sumarnos todos a la ofensiva. A que cada ciudadano consciente se sume a la batalla, se le haga llamados públicos, se active el pueblo en defensa de sus derechos. Peinar todo el aparato comercial, público y privado.
Establecer un plan de acción de alcance nacional y con la participación del pueblo es la verdadera estrategia a seguir para derrotar la erosionante Guerra Económica.
¿Hasta cuando vamos a esperar?