La amenaza de Donald Trump a Venezuela

Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, el gendarme del imperialismo internacional y las transnacionales, amenaza militarmente al gobierno y al pueblo de Venezuela. Un error que no había cometido ninguno de los anteriores mandatarios, más allá del decreto ejecutivo firmado por el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, el 9 de marzo de 2015, que forman parte de la serie de acciones con las que Washington pretende doblegar la soberanía y autodeterminación de Venezuela.

A través del Comando Sur, la IV Flota, desde Colombia y las islas del Caribe, usando las bases militares conjuntas de la OTAN, plantean una amenaza cierta de guerra. Diez bases estarán dispuestas a invadir al mejor vecino, al hermano mayor, al pueblo más solidario. Es posible que esos planes anden en la cabeza de muchos calenturientos. De aquellos mercenarios que están pensando en la rapiña después del desastre. ¡Pero deseos no empreñan, por eso lo dudo! Pero sí siembran el precedente peligroso que ante tal amenaza Venezuela podría solicitar apoyo militar a las grandes potencias aliadas y a los países vecinos. Respondiendo con reciprocidad a lo que el señor Trump colocó como una "ventaja" al amenazar con el uso de "fuerzas militares cercanas".

¿Será necesario? Eso no depende de Venezuela sino de cómo se desarrollen las circunstancias geopolíticas. Lo que sí está claro es la firme decisión del gobierno, del pueblo patriota y revolucionario de defender hasta con los dientes la soberanía de Venezuela. Que la Asamblea Nacional Constituyente cuenta con todos el apoyo popular, los atributos jurídicos y patrióticos para determinar, llegado ese momento, qué hacer para salvaguardar los más importantes intereses del pueblo venezolano.

Llama la atención que después de haber mal perdido cientos de millones de dólares en el financiamiento de la subversión, a través de la violencia, el sabotaje a la economía, el chantaje, las amenazas a los políticos, a los militares, a los empresarios patriotas, entre otros, tengan que asumir la "amenaza de guerra" como solución a un conflicto que han escalado ellos con sus acciones injerencistas. Fue el propio Trump quien nos amenazó en el acto de despedida a su vicepresidente, Mike Pence, que vino a Latinoamérica con la misión imperial de terminar de dividirnos, poniendo al descubierto ante el mundo a sus lacayos en Colombia, Chile, Argentina, Perú y Panamá.

En Venezuela hizo agua el embarque opositor que se lanzó a una aventura basados en los deseos más que en la posibilidad real de tomar el poder, porque la oposición no es una fuerza coherente sino un amasijo de intereses por obtener el poder a cualquier precio de allí que cualquiera con recursos los manipula y confunde.

¡La llamada "resistencia" está en aprietos! El liderazgo opositor aunque lo niega, sabe bien lo que ocurrió el 30 de julio. Estados Unidos y el Reino Unido de Inglaterra conocen de primera mano el resultado electoral, más allá del caballo de Troya de Smarmatic y el acostumbrado grito de fraude o el asalto terrorista a la 41 división blindada, así como las amenazas de la MUD de generalizar la violencia, con el alarde de llamar a tomar la calle. A pesar de todo, el resultado está a la vista: ¡se respira constituyente! A decir, ¡tanto nadar para no ver la otra orilla!

La memoria es corta ante el torrente de acontecimientos. La sociedad los sobrevive perpleja. Con mucha o poco creatividad, unos más o menos importantes que otros, los eventos que conmueven a Venezuela intentan reforzar la idea de control, sobre todo del lado opositor. Pero es eso, nada más. Sin dudas, hay desconcierto por lo que dicen y las locuras que hacen. ¿Cómo responder ante la ofensiva de Maduro del escenario de la asamblea constituyente? Cuando tuvieron todas las oportunidades de materializar soluciones que por reaccionarios, contestatarios y contradictorios no realizaron. Tampoco aprovecharon el valor de la Asamblea Nacional como instrumento normativo y de debate sobre el qué hacer con responsabilidad y no desde ese órgano llamar a desconocer el gobierno y las instituciones del Estado.

Es lógico después de la derrota del 30 de julio aceptaran de una buena vez la vía electoral como para salvar la honrilla. Vía planteada desde el principio en todas las mesas de diálogos, por mediadores internacionales y en los contactos de los negociadores. Una decisión que resulta tardía y costosa pero es el disuasivo preciso para no ir más allá en esta guerra que no conduce a ninguna parte. La elección para gobernadores en octubre o en diciembre 2017 es una buena oportunidad para abrir un debate sobre cómo resolver los problemas del país y también para medirse con vista a la elección presidencial del 2018.

Ojalá esta manera de hacer las cosas sirvan de disuasivo para alejar el peligro de la violencia tanto desde el plano de la injerencia internacional como en la actuación de las fuerzas opositoras que continúan asumiendo el terrorismo como forma de lucha para llegar al poder, actitud que rechaza la gran mayoría de la sociedad venezolana.

agapitoman1926@yahoo.com



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