No es extraño en los seres humanos, sobre todo si se fanatizan o no tienen los conocimientos suficientes, para comprender con profundidad la esencia de los distintos problemas que diariamente enfrentan, que terminen oponiéndose a determinadas concepciones, ideas, pensamientos y prácticas, mediante la utilización de los mismos juicios y conceptos inicialmente combatidos, pero ahora invocados desde los intereses del sector social, económico o político a que se pertenece. Las ideas, expresiones y conductas combatidas se vuelven de esta manera nuevamente adecuadas, presentes y dominantes, sólo que ahora sostienen e impulsan la primacía de sectores anteriormente en minusvalía.
El ejemplo más claro y malévolo que existe de este lamentable tipo de conducta lo constituye el Estado de Israel en su relación con los palestinos y pueblos árabes circundantes. La aberrante discriminación racial que les aplicó el fascismo alemán en la primera mitad del siglo XX, con todas sus secuelas de marginamiento, violencia y exterminio, hoy la emplea con toda la fuerza posible en la segregación, intimidación y genocidio de árabes y palestinos. Al igual que los nazis alemanes se consideraban superiores por ser arios, los judíos se consideran el pueblo elegido por Dios y, como tal, con derecho a despojar a otros pueblos de sus tierras ancestrales y a extinguirlos si es necesario.
Un caso doméstico de esta situación lo constituye la substitución que el Gobierno Nacional, a través de leyes, reglamentos y prácticas inicuas, quiere hacer del eurocentrismo imperante en el mundo occidental, región de la cual somos parte desde los inicios mismos de la nación. Substituir la predominancia cultural europea por el afrocentrismo o el indocentrismo, no es sino suplantar una particular dominación cultural por otra. Es querer trasladar, en forma mecánica y voluntarista, la preponderancia cultural a los grupos descendientes de los indígenas, los cuales son absolutamente minoritarios en el país, y a los descendientes de los esclavos negros africanos, también minoritarios, si entendemos que la mezcla de etnias ocurrida en Venezuela fue total.
Es cambiar una discriminación racial por otra, asumiendo los argumentos e ideas que anteriormente se combatieron. Es plantearse la supremacía de unas culturas: Las indígenas y africanas sobre la hispana, lo que, en lugar de terminar con la discriminación que se enfrentaba, le abre la puerta a la discriminación contraria. Todo ello en un país donde, dado su mestizaje, es imposible dividir a la inmensa mayoría de la población como lo hacen los gringos con sus connacionales. Nuestro coloniaje mental es infinito. Tanto que se habla contra el imperialismo estadounidense y se termina imitándolo acríticamente y utilizando incluso sus propias palabras.
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