La xenofobia del gobierno de George W. Bush contra los árabes venezolanos

Mal acabará quien pretenda adentrarse en el futuro,

ignorando lo que sucedió en el pasado,

porque no vivirá el presente.

Proverbio Afgano

Si nos remitimos a la historia podremos demostrar episodios de los abusos de xenofobia contra todos aquellos que son considerados inferiores, por ejemplo: los judíos fueron perseguidos y expulsados de sus tierras hace más de dos mil años, y durante la primera guerra mundial fueron exterminados millones de ellos solamente por el hecho de ser judíos. Asimismo lo podemos demostrar contra la población negra e indígena de África y América esclavizada por el hombre blanco en la época colonial, y que su discriminación persiste en muchas partes del mundo.

Hoy día esa xenofobia la viven los latinos y chinos que están residenciados en Europa y América del Norte. Sin embargo son los hombres y mujeres de los pueblos árabes, quienes en la actualidad, sufren diariamente este flagelo de xenofobia por parte del Imperio de los Estados Unidos, porque uno de los principales elementos de la política interna e internacional que caracteriza al gobierno de los Estados Unidos presidido por George. W. Bush, es precisamente la xenofobia o la aversión, el odio, la repugnancia y la hostilidad hacia lo extranjero. Xenofobia que se ha agudizado desde el fatídico derribo de las torres gemelas en New York el 11 de septiembre de 2001.

Es evidente que esta Xenofobia del Departamento de Estado de Norteamérica apunta al pueblo árabe, a su cultura y religión, no importa si este pueblo árabe está en Irak, Francia, Siria o Venezuela.

El gobierno de George. W. Bush, se ha caracterizado por inventar tragedias y sucesos para ultrajar y mentir. Lo del 11 de septiembre de 2001, solo fue la excusa para invadir Afganistán, crear sus bases militares y planificar desde allí su modo geoestratégico para ocupar otros países con grandes reservas de hidrocarburos, recursos naturales y minerales, caso Irak y las pretensiones de invadir a Venezuela para adueñarse de sus reservas petroleras y de agua. De igual manera utiliza países “satélites” como Israel y Colombia para hostigar a los gobiernos progresistas y de resistencia, entre ellos: Cuba, Palestina, Irán, Bolivia y Venezuela.

Caso aparte es la xenofobia del gobierno de los Estados Unidos contra los árabes: no gratos para ellos donde estén. Desde el año 2000, cuando el presidente Chávez visitó a varios países miembros de la OPEP, entre ellos Irak, el departamento de estado, Agencia central de inteligencia CIA y las agencias militares no gubernamentales, han diseñado la estrategia de involucrar a venezolanos (con apellidos árabes) con grupos de resistencia que ellos han denominado “terroristas” como Al quaeda, ZETA, hezbollah, hammas y FARC, para poner en duda la democracia y el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías.

En el año 2000 los voceros del gobierno de los Estados Unidos comentaron en los medios de comunicación que el gobierno venezolano, apoyaba a Sadam Hussein, en el enriquecimiento de uranio y en la fabricación de armas nucleares. Noticias que se ampliaron con más mentiras en los años 2001 y 2002, siendo excusa para que el departamento de Estado conspirara junto a los grupos de oposición venezolana, en el diseño estratégico de un golpe de estado que se cumplió –al pie de la letra- en abril de 2002. Golpe que duro pocas horas al desbordarse el pueblo por las calles y tocar guarniciones policiales, militares y gubernamentales, solicitando la libertad de Chávez, quien permanecía prisionera en una de las Islas del territorio venezolano.

A finales de 2006 y los primeros años de 2007, los organismos del gobierno de Estados Unidos lanzaron otro feroz ataque a través de los medios de comunicación contra el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías, donde informaban que el grupo de resistencia islámico Al quaeda tenía conexiones con grupos árabes residenciados en la Isla de Margarita, y que según analistas políticos venezolanos se debían a dos hipótesis: el primero, según la cual Estados Unidos busca preparar el terreno para futuras acciones terroristas. Y la segunda, en hacerle ver al mundo que la seguridad de Estados Unidos está amenazada porque si se llega a cortar el suministro de petróleo venezolano por una acción de Al Qaeda esto ameritaría una intervención militar en Venezuela.

En estos últimos días del presente año, el Departamento de Estado ha ido un poco más allá acusando a funcionarios del gobierno venezolano en ser miembros de los grupos políticos palestinos Hammas y Hezbollah. Antes de estos hechos amenazaron al viceministro de Interior y Justicia Tareck El Aissami, en tenerlo inscrito en una “lista negra” por ser –presuntamente- colaborador político y financiero del partido Baas de Siria, de otras agrupaciones de resistencia en Venezuela y el Medio Oriente. Recordemos que el actual Director de la Biblioteca Nacional, Fernando Báez, ha venido siendo acosado por el Departamento de Estado y la misma CIA, por haber denunciado en los medios de comunicación y su libro: “La Destrucción de la Cultura de Irak”, el aberrante memoricidio realizado por las tropas militares de Estados Unidos y Gran Bretaña contra la cultura y el pueblo de Irak.

El extremo de la xenofobia contra los venezolanos de padres árabes lo podemos leer en el documento emitido por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos donde señala que, el señor Ghazi Nasr al Din, es un partidario de Hezbollah radicado en Venezuela y que presuntamente ha utilizado su posición de agregado diplomático como director de asuntos políticos en la embajada venezolana del Libano, con el objeto de proporcionar apoyo financiero al Hezbollah. Asimismo, acusa al empresario Fawzi Kan’an, de utilizar agencias de viaje de su propiedad, para facilitar el traslado de miembros de Hezbollah a Venezuela y de recaudar fondos para dicho partido político.

Sin embargo, el tiempo ha ido demostrando que el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías, legítimamente emanado del pueblo, es un gobierno revolucionario humanista y social y que está apegado a los preceptos de la Carta de las Naciones Unidas, como es: la fe en los derechos fundamentales del hombre; en la dignidad y el valor de la persona humana; en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas; en la creación de condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional; en la promoción del progreso social y en la elevación del nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad.

roajavier4@gmail.com


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Javier Alexander Roa *


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