Asistimos a la globalizada asunción de Barack Obama como presidente de los EEUU, que se nos aparece como un hecho histórico de envergadura mundial, abriendo enormes expectativas. El seguimiento y bombardeo mediático del proceso eleccionario y asunción es de una escala nunca vista. Hasta las elecciones primarias (internas de los partidos) fueron seguidas globalmente e instaladas mediáticamente en cada casa de la “aldea global”.
Las preguntas que surge son: qué significa esto, a qué se debe, qué medió para que tal cosa ocurra, qué está en juego, etc.
Los procesos socio-históricos los construyen los hombres organizados para producir y reproducir su propia sociedad, determinados y condicionados por las circunstancias histórico-sociales que le son propias. Todo sujeto es “epocal” al tiempo que produce y reproduce su propia “época”. Y todo líder expresa, necesariamente, a una fuerza, a un proyecto que va más allá de su persona.
Por lo tanto, la pregunta principal no es quién es Obama –biografía repetida hasta el hartazgo en los últimos meses- sino qué es, es decir, qué proyecto expresa y conduce, qué intereses articula, qué fuerzas luchan en lo profundo para que en la superficie aparezca una figura –un individuo, un héroe- que triunfa.
Y para explicar esto, llevando a niveles más concretos nuestras preguntas, hay dos cuestiones imprescindibles a analizar: qué es el partido demócrata y cómo está conformado su gabinete de gobierno.
El partido demócrata, a partir de los años 90’, con Clinton como líder, es copado en su cúpula por los cuadros de la fracción de capital financiero angloamericana, conformada por las redes financieras más grandes y dinámicas a nivel global. Con ello, esta línea de intereses pasaron a dominar la política de gobierno y, de hecho, los cuadros del Citicorp o personas allegadas, pasaron a ocupar los principales lugares en el gobierno.
El Proyecto financiero globalista mundial impulsado por las redes financieras transnacionales angloamericanas y la cúpula del partido demócrata estadounidense –así como también la cúpula del Partido Laborista británico con Tony Blair a la cabeza- logró imponerse en los 90’ y desplegarse al tiempo que las redes financieras transnacionales pasaban a dominar la apropiación de riqueza en cada rincón del globo.
Los católicos y los sindicatos quedaron completamente subordinados y excluidos dentro del Partido Demócrata, que terminaron de perder la fuerza dentro del mismo, proceso que se inicia con el asesinato del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy.
En este proceso de desarrollo del globalismo financiero comienzan a verse afectados, además, los intereses de la fracción de capitales fuertemente expuestos en EEUU aunque de escala transnacional, es decir, lo que nosotros llamamos la línea de capital financiero transnacional americana, asentada políticamente en la cúpula del Partido Republicano.
Las tres grandes líneas al interior de los EEUU
Al interior de los EEUU existen dominantemente tres grandes líneas político-económicas, que se corresponden con tres proyectos estratégicos a nivel global y tres visiones del mundo. No se pretende reducir con ello a la totalidad de elementos sino simplemente dar cuenta del núcleo a partir del cual se vuelven inteligibles o son posibles comprender los principales enfrentamientos al interior de dicho país.
En primer lugar podemos identificar la línea de capitales financieros transnacionales angloamericana, constituida por las redes de mayor tamaño global. Las naves insignia de esta línea son el Citigroup (ahora golpeado y en proceso de división), el Lloyd’s Bank, el HSBC, los Rothschild, además de la petrolera Shell, el Barclays, etc.2 El Citi es la red que mayor asiento tiene en el territorio estadounidense, mientras que las otras están completamente diversificadas por el globo.3 El proyecto estratégico de estos intereses podemos resumirlo en el concepto más amplio de Estado Global: máxima liberalización del comercio mundial a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC); Gobierno Global, por lo tanto destrucción de las formas de soberanía nacionales y regionales; Fuerzas Armadas Globales, destrucción de las Fuerzas Armadas nacionales e impedimento del desarrollo de las regionales, salvo que estén articuladas y subordinadas por las fuerzas armadas y agencias de inteligencia globales; Democracia Global, con mayorías desorganizadas, desarticuladas y desmovilizadas como pueblo y organizadas como población, es decir, fragmentadas e individualizadas participando globalmente como audiencia y cibernautas globales: ciudadano global-súbdito de la monarquía financiera transnacional; Dinero Global-electrónico.
La relación entre la cúpula demócrata y el Citigroup a partir de los 90’ fue de un grado de fluidez notable: Robert Rubin fue secretario del Tesoro de EEUU y luego director general del Citibank; Jane Sherbume pasó a ser asesora del Citi luego de ser asesora de Bill Clinton; Stanley Fisher pasó de ser el número dos del FMI puesto por Clinton a quedar como número dos del Citi, en el cargo de presidente de la división internacional de Citigroup, el conglomerado surgido en 1998 de la fusión del Citibank con Travelers. De hecho, durante la gestión Clinton, el conjunto de políticas demandadas por Wall Street para desarrollar la súper-expansión financiera, se traducían en políticas de Estado, lo que incluso llegó a tal nivel que se derogaron las leyes surgidas en los años 30’, establecidas para prevenir los desastres sufridos en la Gran Depresión.
En segundo lugar tenemos lo que denominamos la línea de capitales financieros transnacionales americana. Las naves insignias de estos intereses son el JP Morgan y el Bank of America, junto con el complejo industrial-militar del Pentágono, los grandes laboratorios farmacéuticos estadounidenses y la principal petrolera del mundo, la Exxon Mobil. Su proyecto estratégico de estado regional es el ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas), imponiendo el dólar como moneda del mismo y potenciando el rol de la Reserva Federal como Banco Central del Bloque. Esta es una línea retrasada en términos económicos, que necesita fortalecerse al interior de EEUU y conformar un bloque regional que le permita posicionarse con mayor fortaleza en el escenario global, sobre todo con el fortalecimiento de otros bloques de poder como la UE (Unión Europea), Rusia y China. Expresa el viejo imperialismo militarista norteamericano, arraigado culturalmente en la idea del “Destino manifiesto” otorgado a los EEUU por la divinidad para garantizar la libertad mundial.
El Partido Republicano representa dominantemente a la línea de intereses americana. De hecho, el vicepresidente de EEUU, Dick Cheney, Secretario de Defensa entre 1989 y 1993, fue presidente ejecutivo de la empresa de servicios petroleros Halliburton con sede en Dallas, gran beneficiada con la guerra de Irak. Por otro lado, el ex Secretario de Defensa y hombre clave del gobierno de Bush, Donald Rumsfeld, también fue uno de los grandes beneficiados: su empresa farmacéutica, Gilead Sciences, tuvo un incremento accionario de 823,8% desde 2001, principalmente a causa del desarrollo del antiviral que combatía la gripe aviar. Dicha enfermedad tuvo un impacto mediático impresionante y se agigantaron las posibles consecuencias a nivel mundial, por lo que se compraron miles de millones de dólares de dicha droga, para luego comprobar que solo hubo una milésima parte de los casos que se predijeron. Lo mismo podemos decir de varias petroleras, especialmente las texanas y el emporio de la Exxon Mobil.
La línea americana pudo imponer su estrategia militar y de seguridad interna mediante la legitimidad que logra a partir del atentado de “Las Torres Gemelas” de septiembre de 2001, fortaleciendo su posición al interior de EEUU. Con el gasto estatal subvencionado mediante deuda para cubrir el déficit fiscal que se generaba, se inyectó dinero en presupuesto militar, beneficiando al conjunto de industrias militares y al complejo industrial norteamericano. Lo mismo se hizo apalancando el consumo.4
En tercer lugar se encuentra lo que habitualmente se denomina la línea católica que, junto al movimiento obrero, es la base social organizada principal del Partido Demócrata. En esta línea, lo dominante es el Opus Dei y el conjunto de empresas nucleadas dentro de este sector (cuyas “naves insignias” son el Banco Bilbao Vizcaya, la FIAT, el BNL -Banca Natzionale del Lavoro-, etc.) cuya escala es mucho menor a las anteriores. El proyecto de esta línea para los EEUU, donde claramente están subordinados, es retomar al viejo Estado nacional, incluso rompiendo el NAFTA (área de Libre Comercio con México y Canadá). La expresión política histórica de este sector es la familia Kennedy.
El Movimiento Obrero Organizado constituye un actor de peso dentro del Partido Demócrata, aunque perdió mucho lugar durante los 80’ y 90’, pero no constituye una línea en si mismo con proyecto estratégico propio para los EEUU. Lo mismo sucede con la comunidad afroamericana organizada que, por lo general, ha jugado políticamente dentro del Partido Demócrata.
Tanto la línea angloamericana como la americana yanqui recurrieron fundamentalmente a la eliminación física de los líderes de organizaciones que expresaran proyectos por fuera del régimen de dominio estadounidense, es decir, que quebraran el régimen de dominio cuya conducción se alternan uno u otro sector subordinando a las demás clases y fracciones. Fueron los momentos de crisis, de enfrentamiento entre estos dos sectores, los que posibilitaron –como sucede actualmente- el desarrollo y surgimiento de los sectores subordinados con capacidad de influir en la política de estado.
Las primeras medidas y la conformación del gabinete: todas las contradicciones al interior del gobierno
Si algo queda en claro a partir de la conformación del gabinete de ministros y con las primeras medidas de gobierno es que todos los intereses estratégicos y las fuerzas anteriormente mencionados están dentro del gobierno.
Los grandes pulpos financieros angloamericanos que tienen como núcleo estratégico Londres-Wall Street, están expresados en todos los cuadros de la línea Clinton dentro del Partido Demócrata. Tanto Timothy Geithner, anteriormente jefe de la Reserva de New York y actual Secretario del Tesoro (Ministro de economía), como Lawrence Summers, el principal asesor económico de Obama y ex Secretario del Tesoro de Clinton, son hombres vinculados al Citigroup, han sido cuadros centrales en el desarrollo del sistema financiero global y en el desarrollo de las redes financieras transnacionales, y están estrechamente relacionados con Rubin, también ex Secretario del Tesoro antes que Summers y hombre del Citigroup. Además, el globalismo financiero angloamericano controla, con Hillary Clinton, el Departamento de Estado de EEUU, desde donde se desarrolla la política exterior, aunque disputando con la Secretaría de Defensa que expresa los intereses del complejo industrial militar del Pentágono.
Las medidas emanadas desde este núcleo de actores fueron, hasta ahora, las siguientes:
Desarrollo y profundización de un plan de nacionalización de las entidades financieras similar al plan orquestado por Gordon Brown-Lloyd’s y los Rothschild en Londres, fundamentalmente orientado a rescatar al Citigroup. En realidad, lo que permite esta “nacionalización” es la capitalización de las entidades financieras destruidas a partir de la debacle generada con el hundimiento -premeditado por la administración Bush- del Lehman Brothers. La nacionalización significa compra de acciones de las entidades para inyectar dinero en las mismas pero dichas acciones son (en el plan original) sin derecho a voto, es decir, sin derecho a un lugar en el directorio y sin derecho a la toma de decisiones. Este plan se opone diametralmente al plan implementado por la administración Bush, a través de su Ministro de Economía Paulson, que consistía en comprar deuda “mala”, hacer caer las entidades financieras en problemas y comprarlas, con dinero del Estado, con sus entidades financieras: el JP Morgan y el Bank of America. Los republicanos en el Senado siguen presionando para volver a ese viejo plan invocando, paradójicamente, al libre mercado. Lo irónico de la crisis es que generó que los mayores adalides del libre mercado y de la globalización, las redes financieras transnacionales, reclamen a través de sus representantes una vuelta –momentánea- a la regulación estatal. En realidad, lo que se promueve por parte de estos intereses es avanzar en la conformación del estado global a través de la conformación de una regulación global de las finanzas y el mercado. Por ello es que no hay que ver en este movimiento un reclamo hacia la vuelta del Estado-nación sino una necesidad de conformar estructuras globales de regulación del capitalismo financiero transnacional que se engendró a partir de los 70’, imprescindibles para estabilizar el capitalismo financiero transnacional y desarrollar una forma de soberanía acorde a la escala del sujeto histórico que la promueve.
En este sentido, las medidas y discursos salidos de Hillary Clinton desde el Departamento de Estado van en esta dirección: una apuesta más fuerte al multilateralismo globalista y al G20 como núcleo directriz del la política internacional. Para este sector, resulta mucho más importante la guerra en Afganistán (que parecería no existir en la actualidad mediática) que en Irak, siendo su estrategia militar para Medio Oriente retirar las tropas de Irak, relocalizar tropas en Afganistán para limitar la influencia en dicho país de potencias como Rusia (Obama mandó 17000 soldados más a dicho país, en consonancia con los objetivos de Londres), e impedir una guerra Israel-Irán, promovida por el complejo industrial militar del Pentágono y los sectores más conservadores de Israel aliados a la línea americana-bush. El ensayo previo de dicha ofensiva fue la masacre de Gaza.
El vicepresidente Joe Biden es parte de la línea católica dentro del Partido Demócrata, que mencionamos anteriormente. Por ello vemos que es a través de la vicepresidencia que se promueven e instrumentan un conjunto de políticas demandadas por los sindicatos e industrias locales, es decir, que no poseen escala transnacional.
A pedido de los gremios, el Congreso aprobó la extensión del seguro público de salud y la reversión de un conjunto de medidas implementadas durante la administración Bush que reducían el poder del movimiento sindical. James P. Hoffa, presidente del gremio de los camioneros, dijo luego del acto en donde se lanzaron las medidas: "Finalmente tenemos una Casa Blanca que se dedica a trabajar con nosotros en la reconstrucción de nuestra clase media. La esperanza para el sueño americano está siendo restablecida". Y Obama señaló, luego de una reunión con sindicalistas y acompañado de su vice, Joe Biden, "No creo que el movimiento sindical sea parte del problema, para mí es parte de la solución".5
Otra de las presiones de esta línea fue sobre los paquetes estímulo, fundamentalmente orientados al sistema financiero, para volcar recursos sobre el sistema productivo a través de obras de infraestructura, junto con medidas proteccionistas para que las compras estatales sean a empresas norteamericanas. Obama tuvo que dar un paso atrás con esta medida proteccionista que había adoptado, ante las presiones por parte de las dos grandes fracciones de capital financiero mencionadas.
El debate en EEUU sobre el sistema de salud, y en específico sobre el seguro médico de salud es, sin embargo, más complejo. Las redes financieras angloamericanas también impulsan la propuesta de avanzar en un sistema de salud público, que favorece a muchas empresas ya que reduce los costos laborales, pero sería bajo un esquema de tercerización donde el negocio lo controlarían sus grandes transnacionales de la salud. A ello se opone fuertemente los grandes laboratorios, farmaceúticas y administradoras de servicios de la salud americanos-republicanos que, bajo el sistema de privatización absoluta de la salud, controlan ese multimillonario negocio al interior de los EEUU.
También los republicanos tienen su lugar dentro del gabinete de gobierno. A pesar de las intensiones de Obama, el Secretario de Defensa –puesto desde donde se coordina y articula el complejo industrial militar del Pentágono, junto con las Fuerzas Armadas y las grandes petroleras, químicas y laboratorios norteamericanos- siguió en manos del republicano Robert Gates. Es decir, la correlación de fuerzas existentes obligó a Obama a dejar en el cargo a quien ya lo venía ejerciendo.6 El Pentágono aceptó poner en la agenda el avance sobre Afganistán a cambio de continuar con su estrategia en Irak junto con el conservadurismo israelí y, en definitiva, seguir manejando el Ministerio de Defensa.
La política energética del gobierno de Obama expresa claramente los intereses angloamericanos que, como fracción de capital más avanzada y dinámica a nivel global que impulsa nuevas formas de producción y acumulación del capital –y por lo tanto nuevas formas de vida o nuevas formas de “civilización”-, pretende avanzar en la configuración de una nueva matriz energética que deje atrás la dependencia hidrocarburífera y desarrolle las energías alternativas con el eje puesto en los biocombustibles. El ecologismo en su versión liberal –no desde una perspectiva de desarrollo de los pueblos en armonía con medio ambiente- cumple un rol central como discurso legitimante de dicha estrategia. Los intereses de las corporaciones petroleras, aglutinados dominantemente dentro de lo que denominamos línea americana, con la Exxon Mobil a la cabeza, se oponen fuertemente a dicha estrategia, profundizando el militarismo con instrumento de disputa y apropiación de los yacimientos hidrocarburíferos mundiales. Las señales de agotamiento de los pozos canadienses (principal exportador a EEUU), el proceso de transformación de desarrollo autónomo-independiente-regional venezolano que quitó de las manos de las petroleras americanas los recursos de dicho país, el fortalecimiento de Rusia y del nacionalismo árabe, especialmente de Irán, en la zona de medio oriente (desde donde se produce el 50% del petróleo a nivel mundial); todo esto genera un tremendo problema de abastecimiento petrolero –que se traduce en un problema de independencia y seguridad de los intereses americanos que se sostienen por su fuerza al interior de EEUU- y, por lo tanto, debilita al viejo formato del imperialismo americano-yanqui de país central.
Esta situación es otro de los campos centrales de enfrentamiento al interior de los EEUU, agudizándose cada día la lucha por definir cuál será la estrategia triunfante que, necesariamente, determinará en gran medida la estrategia triunfante a nivel global. Y esta lucha se expresa y expresará cada día con mayor fuerza al interior mismo del gobierno de Obama, como todas las señaladas anteriormente.
El empate de fuerzas
La magnitud mediática de la asunción de Obama tiene que ver con la magnitud de lo que está en juego, con la magnitud del enfrentamiento al interior de los EEUU para definir qué fuerza, qué proyecto estratégico imperialista se impone como dominante en dicho territorio, epicentro de un enfrentamiento de escala global.
La crisis financiera global como parte de la crisis económica global y de la crisis de hegemonía global, constituye el escenario económico en que se libra dicha disputa. La crisis financiera global constituyó el punto previo y elemento necesario de la lucha por repartir las pérdidas y encarar la tremenda crisis económica que se avecinaba. La disputa es por ver quién encara en una posición de fortaleza la mayor crisis económica desde la crisis de 1930, que le permita salir como ganador aumentando la escala mediante la adquisición (compra o fusión) de los perdedores y aumentando la productividad mediante un salto en la composición orgánica del capital (aumentando el capital invertido en maquinaria, materias primas, materias auxiliares por sobre el capital invertido en fuerza de trabajo, para reducir el tiempo social de producción, es decir, hacer más productivo el trabajo, reduciendo los costos de producción).
En esta batalla juegan un papel central el aumento de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal durante 2006 y 2007 (incluso el mantenimiento alto de las tasas luego de la quiebra de los primeros fondos de inversión) a partir de la asunción de Ben Bernanke y la caída de Alan Greenspan, lo cual dinamitó la timba financiera sobre los créditos hipotecarios ya que al aumentar la tasa de interés muchos dejaron de pagarlos afectando toda la cadena de pagos, y luego, por otro lado, dejar caer al Lehman Brothers (según lo señaló el mismísimo rey de las finanzas, George Soros) para descalabrar el sistema financiero global golpeando sobre las redes financieras angloamericanas.7
A este movimiento de ofensiva americana, que liquidó nada más y nada menos que al Citigroup (la principal red financiera transnacional), y que fue realizado meses antes de la elección presidencial, le sigue la contraofensiva angloamericana con el plan de Brown-Lloyd’s-HSBC-Rothschild de nacionalización-capitalización de las entidades financieras y el triunfo electoral de Obama con los cuadros angloamericanos en la cúpula de su gabinete, especialmente en el área económica. Sin embargo, si bien Wall Street “hizo ganar” a Obama, Wall Street no es Obama. Si bien las redes financieras angloamericanas, con sus pulpos mediáticos (con Time Warner a la cabeza) y el conjunto de ONG’s que le pertenecen, brindaron un apoyo financiero récord a la campaña con cifras siderales nunca vistas para el gasto de campaña electoral de un candidato (aporte que se repitió con la asunción), Obama no se agota en dichos intereses.
A la profundización de la crisis financiera, antecedida por las caída de las torres gemelas y el desarrollo del militarismo unilateral de Bush-Cheney –que encuentra su fuerza moral en la creencia del destino manifiesto de EEUU como país señalado por Dios para traer libertad a la tierra y en el utraconservadurismo oscurantista-, le sigue la entrada de lleno en la recesión económica, el hundimiento del Citigroup y su probable fractura, la invasión de Israel a Gaza como ofensiva del complejo militar-industrial del pentágono en alianza con el conservadurismo israelí, que produce una nueva situación estratégica en medio oriente, redefiniendo alineamientos regionales y globales y preparando una posible invasión sobre Irán.8
Este último movimiento en Gaza, deja una situación muy compleja justo antes de la asunción de Obama, con el riesgo de que termine de partirse completamente la cúpula del estado israelí en caso de que Obama tome una decisión contundente en contra de la estrategia americana. De hacerlo, existen serias posibilidades de que la cúpula estatal-militar de Israel se divida –empantanándose- entre la estrategia de ofensiva militar y terrorismo sobre población civil de la línea americana, asentada sobre el conservadurismo, el oscurantismo y la exacerbación del fundamentalismo religioso hasta ahora dominante; y, por otro lado, los sectores liberales-progresistas de la línea angloamericana, cuya estrategia se basa en las operaciones de inteligencia sobre blancos selectivos, la cooptación mediante compra de dirigentes palestinos y la conformación de un Estado palestino completamente debilitado y frustrado antes de nacer, construido sobre el poco territorio que queda en manos palestinas, de tierras infértiles en su mayoría y de fragmentación espacial; legitimando legalmente y ante los organismos internacionales la usurpación mediante la fuerza de suelo palestino, las masacres cometidas durante sesenta años de avance y al avasallamiento absoluto cometido sobre el pueblo palestino. (dos estrategias imperialistas que solo puede ser superada por una tercera posición: la de los pueblos, la de los oprimidos, tanto palestinos como israelíes.)
Sumado a todo esto, está la cuestión del fortalecimiento de las empresas de la línea americana a través del Estado –ya sea mediante el gasto militar, la política petrolera, el gasto en salud o mediante fondos del Tesoro y la Reserva federal en medio de la crisis financiera- que permite encarar la recesión económica, es decir, la crisis o transición mediante la cual se resuelven en el capitalismo sus contradicciones –manifestadas en la concurrencia o lucha entre capitales- con mayor fortaleza (especialmente al interior de los EEUU). Esto se observa en la capacidad de compra o saltos de escala ya producidos por parte del JP Morgan, la Exxon Mobil, el Bank of America (aunque debilitado por no poder soportar las pérdidas que le generó la absorción del Merryll Linch) y laboratorios y farmacéuticas, así como también las empresas vinculadas al complejo industrial-militar.
En definitiva, su debilidad y retraso en términos económicos fue compensado por la fuerza político-institucional y político-militar, generando una situación de empate a pesar de la derrota electoral. Y esta situación de enfrentamiento vuelve a generar condiciones para que emerja una tercera fuerza, conformada por los sectores católicos y sindicales, que en medio de una crisis económica avasallante, encuentra posibilidades de agregar cada vez más ítems a la agenda de gobierno, avanzando en las características del plan productivo para reactivar la economía en donde se introducen medidas para sectores medios y populares. Algo necesario, por otro lado, para generar condiciones de sustentabilidad política al propio gobierno.
El gabinete de Obama, cuyos lugares de decisión claves fueron ocupados por la línea Clinton, contiene en términos dominantes el programa del imperialismo angloamericano, expresando la fracción más progresista y dinámica del capitalismo global, tendiente a la configuración de un Estado Global o Imperio Global, pero en una situación de tremendas dificultades para imponerse, con el veto constante y la lucha que da la fracción americana y la negociación y concesión que se deben dar a sectores subordinados. Incluso el plan de nacionalizaciones-capitalizaciónes que originalmente era igual a la versión primigenia londinense, es posible que sufra modificaciones e implique una estatización parcial de las entidades mediante la posibilidad de que el Estado tenga voz y voto en el directorio.
En resumen, como mediación política institucional, Obama se nos aparece como por encima del conjunto de intereses, arbitrando sobre el estado de relación de fuerzas entre los proyectos estratégicos en pugna, pero teniendo como matiz dominante el liberalismo progresista financiero global y su agenda.
El liderazgo carismático
La condición de empate hegemónico le da a Obama un carácter bonapartista, es decir, de líder que media entre las fracciones en disputa. En este sentido, el hecho de ser afroamericano constituye un elemento central de adhesión de las minorías excluidas y oprimidas, que tienen años peleando por el avance de los derechos civiles. Esto se vislumbra en la reducción del histórico abstencionismo electoral. La magnitud de la batalla generaliza el debate, desarrollando necesariamente un proceso de politización y movilización social, lo cual se suma a las cualidades específicas de Barak Obama que profundizan dicho proceso.
A diferencia de George W. Bush, que expresando a la fracción retrasada tironeaba día a día de la cuerda, profundizando el enfrentamiento y tratando de excluir completamente de su gobierno a los intereses angloamericanos, Barak Obama se posiciona desde un liderazgo progresivo tratando de incluir -subordinando- a los intereses americanos. Se posiciona desde los intereses dinámicos intentado conducir al conjunto hacia una síntesis superadora de proyecto estratégico global. Sin embargo, como queda demostrado, la línea americana no tiene ninguna intensión de seguir esa estrategia, sino que por el contrario ve condiciones favorables para seguir con la táctica ofensiva.
Toda crisis implica un proceso de transición hacia la transformación o hacia la restauración de los viejos intereses bajo una nueva forma. La fracción de capital más avanzada (como fuerza que se manifiesta en lo económico, lo político y lo estratégico) al necesitar transformar permanentemente y desarrollar las fuerza productivas, destruyendo las barreras que impiden dicho proceso, abre la transición (crisis) para que se imponga una nueva forma de organizar la sociedad capitalista. Esto es lo que está en juego y por eso tiene como epicentro los países centrales y, especialmente, el máximo núcleo de poder global.
La situación estratégica de empate hegemónico da cuenta que esta batalla está más abierta que nunca y que el devenir del gobierno de Obama es una incógnita ya que depende de que estrategia triunfa. Dentro de las diferentes estrategias está la de los sectores subordinados históricamente en los EEUU, cuya fuerza avanza, se fortalece con el empate y puede ganar mayores posiciones en la resultante del gobierno del Estado.