Los hondureños, como los venezolanos en 2002, están recibiendo ahora, a través de la televisión, su dosis de “cartones” para que no se ocupen de lo que ocurre en la calle, y para que no se enteren en detalle de la condena mundial a este zarpazo cometido por Roberto Micheletti, el “carmonetti” que hoy usurpa la primera magistratura . Entre comiquita y comiquita se acentúa la represión, se cierran medios de comunicación y los que quedan funcionando lo hacen para anestesiar a la opinión pública hondureña y darle el visto bueno a la sui géneris transición democrática que impuso la Fuerza Armada ,en conchupancia con el Congreso y la Corte Suprema de Justicia.
Y vaya forma de hacer la transición. Secuestro armado del Presidente, traslado violento hacia Costa Rica, con golpes y demás maltratos incluidos. Cierre del canal 8, falsificación de una carta de renuncia , qué coincidencia. Secuestro y maltratos a embajadores, por parte de militares encapuchados. No los pusieron a comer cables y alfombras, como pretendía el personaje famoso que participó en la toma de la embajada de Cuba en Caracas, pero sí los sometieron a vejámenes , para luego abandonarlos y llevarse detenida a la canciller hondureña, Patricia Rodas, quien ya está en el exterior gracias a la presión internacional.
Y entonces, luego de esta descripción uno se pregunta por qué alguna gente pretende relativizar lo ocurrido y acudir al expediente del intervencionismo venezolano como pretexto para tratar de darle vueltas al asunto y hacer ver que “no fue tan así la cosa” y que no es un golpe tradicional, como se infiere de una declaración dada por dirigentes de Acción Democrática. O , que “hay que ver con cautela” lo ocurrido en Honduras, como aseveró en una primera declaración Antonio Ledezma, alcalde metropolitano. O como la triste declaración del dirigente copeyano Juan Francisco Contreras, quien manifestó que “no calificaría lo ocurrido como un golpe de Estado. Es una situación difícil que debemos revisar”.
Estas posiciones dejan mucho qué desear y qué pensar con respecto a las lecciones que lo ocurrido en abril del 2002 debería haberle dejado a las fuerzas opositoras en nuestro país. En el fondo de estas declaraciones se deja colar el “fresquito” que le ha entrado a algunos de ellos porque un aliado del presidente Hugo Chávez salga del poder de esa o de cualquier otra manera. Parece que les importa poco la suerte de la democracia en Honduras, y por ende en cualquier lugar. De ahí a pedir que le den reconocimiento internacional al gobierno de facto hay un corto trecho. Y para eso ya están trabajando con intensidad los medios hondureños, con el apoyo de sus socios en el continente, para hacer realidad y consolidar allá lo que aquí no pudo ser posible, en aquel no tan lejano abril.
En este momento no puede haber medias tintas en la condena a este golpe de Estado, Lo que ocurre en la vida institucional de Honduras es asunto de los hondureños, pero la preservación de la democracia y el respeto a la voluntad popular sí es asunto que nos compete a todos. Si dejamos que se consolide el golpismo en Honduras no habrá razones para impedir que en cualquiera de nuestros países otras jaulas de gorilas se abran. Y nunca falta un aventurero con las llaves en la mano.