Honduras, Colombia y la Guerra Tropical

Cuando el Comandante del Ejército de Honduras, Miguel Ángel García Padget, declaró el 4 de agosto que las acciones a su cargo están encaminadas a detener el socialismo, uno siente un alivio momentáneo al darse cuenta que la sinceridad aflora con la presión. Ya no es el "ajuste constitucional" lo que motiva a la comandancia hondureña a detener, desplazar, expulsar y apalear a miles de ciudadanos, lo mismo que matar a unos cuantos, es el "socialismo disfrazado de democracia" la razón.

La fraseología de esos represores centroamericanos hoy nos lleva a pensar que usan palabras prestadas de ayer, cuando la Guerra Fría sirvió de pretexto para la Guerra Tropical de las tierras comprendidas entre el Río Bravo y Patagonia. Este hecho, que a la luz del mundo político presente parece intentar revivir lo que se supone pasado, debe llamar la atención también porque en ningún momento las palabras de los opresores en Latinoamérica fueron inocentes, muy a pesar del romanticismo que tratan de ostentar con eso de que "pararon ese plan expansionista de llevar al corazón (sic) de Estados Unidos un socialismo..."

En este tiempo de verdades podemos decir que la Guerra Fría fue el periodo posterior que sucedió a la Segunda Guerra Mundial y duró y que hasta la década de los noventa, cuando la URSS "tiró" la toalla. Comenzó desde Estados Unidos, cuando por voz de su presidente Truman, el mismo de las bombas atómicas en Japón, declaró que la democracia que representaban era la opción buena y que el comunismo era la opción mala, malévola, maldita. Era el año 1947 cuando todavía los soviéticos seguían contando los veinte millones de muertos que el fascismo procuró por su petróleo y contra su autodeterminación. A partir de entonces, y como antes, centenares de líderes de izquierda han sido execrados, martirizados, silenciados y muertos al calor de una doctrina que tuvo sus ajustes en el continente americano a través de la variante que denominamos Guerra Tropical y que se extendió por diversos conflictos bélicos alrededor del mundo.

En Nuestra América basta retroceder en la historia para que de cualquier resquicio salga el nauseabundo provecho de los hilos del poder que usufructuaron de esa guerra.

Para muestra un botón. El 9 de abril de 1948 mataron de tres balazos a Jorge Eliécer Gaitán, líder indiscutible de la Colombia progresista. Su asesinato desencadenó un levantamiento popular que arrasó con las representaciones del poder, en especial en Bogotá, puesto que los colombianos estaban enfrascados en una pelea intestina por el cambio social desde hacía años y, lamentablemente para centenares de miles, en 1946 había dado un giro hacia el fascismo, aumentando de forma rauda la muerte por sectarismo. Cuando se supo del asesinato de Gaitán nadie creyó que había sido un loco el homicida, todos sabían que era consecuencia del clima de polaridad que a sangre y fuego fue extendido con premeditación por el gobierno conservador de turno en defensa de las instituciones "democráticas".

El presidente colombiano para la época, Mariano Ospina Pérez, declaró con persistencia que el Bogotazo fue producto de los comunistas colombianos junto al apoyo de sus correligionarios del exterior. Los periódicos repitieron con denuedo esa conseja y fue posteriormente voz de toda campaña contra cualquier organización popular en contra del gobierno. Nada de raro para un ingeniero de una universidad gringa que mandó a su familia a la embajada gringa porque a las puertas del palacio estaba el cadáver del asesino de Gaitán. Nada de raro para un país que dos años después envió un contingente de 1000 hombres a pelear en Corea donde la lucha contra el comunismo dejó más de nueve millones de muertos. He ahí el acomodo de los políticos latinoamericanos al imperio gringo durante esa época y parte de sus resultados.

Los militares hondureños al igual que el uribismo colombiano no hacen más que reeditar una práctica conveniente a los intereses mezquinos de la ideología más exterminadora del planeta, que en dos platos se traduce como el deseo de seguir explotando a la ciudadanía a su antojo regalando una buena tajada a los gringos, posicionamiento estratégico para futuras maniobras bélicas en Suramérica en caso de que los pueblos meridionales aumenten la soberanía de sus territorios que comprenden, nada más y nada menos, que la subregión más rica en recursos energéticos y agua del mundo occidental.

Aunque digan que la Guerra Fría terminó porque la URSS "tiró la toalla", el otro contendor sigue buscando pelea contra el mundo, porque nunca le interesó ganar, siempre quiso y quiere imponerse. La Guerra Tropical continúa.


rodrigoberrios@cantv.net


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