Mientras en América Latina se avanza con determinación a pasos agigantados en la construcción de espacios de integración regional, en lo político, económico, social, cultural, ambiental y energético, buscando resolver problemas comunes tales como la pobreza, la exclusión y la desigualdad social, que permita a nuestros gobiernos y pueblos conquistar un desarrollo sostenible logrando el bienestar de los ciudadanos, donde prime la igualdad soberana de los Estados y una cultura de paz en un ambiente armónico, como es el caso del ALBA y Unasur, aparece nuevamente el Caín de América, el presidente colombiano Álvaro Uribe, poniendo la nota discordante al empecinarse de manera obstinada en la implementación de cinco bases militares en su territorio, además de las dos ya existentes.
Ante la reacción pacifista, negativa y justa de los gobiernos de Venezuela y Ecuador, Uribe escudriña en esa suerte de sombrero de mago en que se ha constituido la supuesta laptop de Raúl Reyes y consigue la excusa para arremeter contra ambos por su hipotética relación con las FARC, mientras realiza una gira por siete países de Suramérica tratando de explicar el acuerdo con Estados Unidos y convencerlos sobre la necesidad de discutir en Unasur la situación de Ecuador y Venezuela. Obviamente, esta infructuosa gira recibe un unánime y contundente rechazo de los gobiernos visitados, tomando la decisión de no asistir a dicha cumbre, donde de manera irrevocable los jefes de gobierno y Estado presentes, reiteraron su desagrado por la presencia militar estadounidense en Colombia, a la par de evaluar el peligro y amenaza que representa para la paz de la región.
En este sentido, se hace necesario destacar las infelices declaraciones del presidente norteamericano Barack Obama, quien sigue fielmente su teoría del destino manifiesto y al creernos estúpidos, se refiere al tema de manera cínica negando que Washington quiera instalar bases militares en Colombia como parte de una ampliación de un acuerdo de seguridad con esa nación. En mi opinión, no creo que al presidente Obama lo tienen engañado, pues la realidad nos demuestra que todas sus actuaciones están guiadas por una gran desfachatez, ya que Estados Unidos en la actualidad cuenta con 823 bases militares fuera de su territorio; 21 en América; 513 en Europa; 36 en Asia Central; 248 en Asia-Pacífico-Oceanía; y 5 en África. Ocupando una extensión de más de 2,5 millones de hectáreas en los 5 continentes, a lo que debemos sumarle los territorios de Irak y Afganistán con 106 bases militares. Todas ellas concebidas, y Colombia no puede ser la excepción, para apoyar su poder militar en el mundo entero aplicando su política de agresión con cruentas consecuencias para las naciones que luchan en procesos liberadores que gestan cambios políticos y sociales o son poseedoras de recursos energéticos y materia prima, donde muchos países han sido víctimas de sus intervenciones militares y se han desatado sangrientos conflictos que han dejado un saldo de muerte, destrucción y latrocinio aún no evaluado en todas sus dimensiones.
Por ello, los hombres de ideas progresistas y protagonistas de los indetenibles cambios que sacuden el continente debemos coincidir plenamente con el líder cubano Fidel Castro, quien al calificar como una deslealtad los acuerdos para que militares de Estados Unidos utilicen bases colombianas sentenció: "La historia no perdonará a los que cometen esa deslealtad contra sus pueblos, ni tampoco a los que utilizan como pretexto el ejercicio de la soberanía para cohonestar la presencia de tropas yanquis".
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