¡Hagan su jugada, todavía hay tiempo, pero no mucho!
Hablaba el crupier, a los ansiados, ilusos y hasta esperanzados apostadores alrededor de la mesa. Al final del discurso del director de las azarosas jugadas, cada quien se apresuró a colocar sus fichas donde la fantasía y la inercia le indicó.
Oscar Arias Sánchez, presidente de Costa Rica, alcanzó el Nóbel de la Paz en 1987. Intercedió en los conflictos bélicos que azotaban a Centroamérica, generados por las mismas motivaciones por las que todavía luchan los pueblos de esa parte del mundo, toda América Latina y en cada sitio que injerencia extranjera, explotación, injusticia y miseria prevalecen.
Por esta época, ya comienzan a sonar los nombres de quienes aspiran o merecen, que no siempre son los mismos, el premio que creó Alfredo Nóbel, el inventor de la dinamita. El juego está abierto y quienes aspiran a obtenerlo, lo que no necesariamente significa que lo merezcan, creen escuchar el llamado del crupier de un casino, juntan sus devaluadas y truculentas fichas para anotarse en la apuesta.
En octubre, justamente mes muy cercano a la fecha en que están previstas las elecciones de Honduras – estas deberían celebrarse en noviembre – se anuncia el nombre del escogido para el Nóbel de la Paz.
Pocos personajes e instituciones han recibido la distinción más de una vez. Pareciera tan riguroso el proceso de selección que justamente la Cruz Roja Internacional, lo ha recibido tres veces y el alto Comisionado de la ONU para la paz y los refugiados, dos veces. Arias Sánchez, ese señor “con cara de yo no fui, bondadoso” y hablar pausado, aunque procede como las puyas de raya, acaricia ahora mismo la aspiración de repetir el lauro. Porque se puede engañar una vez, hasta dos y más veces aunque no siempre.
“Paris bien vale una misa”, dijo Enrique IV, y chupulún se convirtió al catolicismo, sin moralismos ni cuentos de camino, para acceder al trono francés. Para nada le importó engañar y actuar con truculencia.
Oscar Arias Sánchez, vio en la tragedia del pueblo hondureño y el experimento gringo, de los halcones del Pentágono, que poco caso hacen de Obama, una oportunidad para pagar con atraso, hasta por adelantado favores hechos o por hacer y de paso ponerse a tono y en posesión de abundantes fichas para volver por el Nóbel. Que además del reconocimiento que el mismo implica, aporta una buena cantidad dineraria.
Para eso se inventó al alimón con la señora Clinton, una jornada de conciliación o más de truculencia y celestinaje, que se alarga más cada vez que los “comisionados” se reúnen. De ocho puntos iniciales, donde ya ataba de pies y manos al presidente Zelaya, para complacer la intransigencia y malcriadez de los golpistas guapos y apoyados, los aumentó a doce. A esa altura o, mejor a esa distancia enorme del día cuando dieron el golpe al presidente hondureño, éste lo ofrecieron Arias y su contubernio, al señor Micheletti y los verdaderos jefes del golpe, embutido, en una lata de sardina. Pero no aceptaron, pidieron mucho más para que se adelanten los relojes. Todo eso dentro de la estrategia felona de Arias y su combo satánico.
Y mientras el presidente de Costa Rica, como vedette “bondadosa e imparcial”, pero taimado, estira los lapsos, agrede en el estilo que el prestigioso, sabio, progresista, psiquiatra venezolano, José Luis Vethencourt, llamó “violencia pacífica”, para aislar a Zelaya de quienes de verdad le apoyan, una corte que encabezan Obama, Insulza, Calderón y otros de pisar menos fuerte, tratan de crear la opinión que la salida está en el cónclave de San José y bajo la protección de Oscar Arias.
Para ellos, la jugada es sencilla. Llegarán hasta octubre o comienzos de noviembre y en esa fecha, con veinte puntos de sutura más que Arias, como prodigioso cirujano, aplique a Zelaya para apretarle cual bojote, intentarán volverle a Tegucigalpa a presenciar las elecciones y hasta legalizar sus resultados, siendo un presidente embobinado o momia egipcia.
Por esos largos plazos, esperan que los hondureños se cansen y hasta se rindan por aburrimiento.
Mientras eso sucede, es posible que Oscar Arias Sánchez, el señor que pareciera incapaz de romper un plato, no mojar pero sutilmente empapa, haciéndose el pendejo, irá a Estocolmo a recibir por segunda vez el Nóbel de la Paz, por esta jugada de casino barato. Por lo menos eso sueña; lo que para nosotros es una pesadilla.
La vaina es que “el pueblo unido jamás será vencido” y el de Honduras, mucho más de un mes después de haber sido derrocado el presidente Zelaya, no concilia con los golpistas y aquel bien lo sabe. También conoce que la historia es un libro abierto y por todo esto, recién acaba de quejarse de la conducta complaciente y el tratamiento “con mano blanca y mano suave” de Arias a los golpistas.
Arias, taimado, astuto, servicial al “Gran Poder”, no de Dios precisamente, desarrolla el plan que concibió con la señora Clinton. Lo último inventado para que el tiempo corra, es llevar a Tegucigalpa una comisión de la OEA y otros personajes. De estos visitantes, ya el señor Micheletti adelantó que espera, le ofrezcan al gobierno de facto, volver al sistema interamericano.
Apuestan por la idea, en el mejor de los casos, de volver a Zelaya, de manos y pies atados, sólo para que el gobierno que surja de las elecciones de noviembre, que esperan adverso a las fuerzas de aquel, para lo que habrán de asegurarse, nazca “legitimado”.
¡Hagan sus apuestas!
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