1. El avance imperialista
Con el ataque
militar a Ecuador, la activación de la IV Flota, el golpe militar en
Honduras y la iraquización de Colombia (bases militares), Washington
ha reimplantado por la fuerza la Doctrina Monroe en América Latina.
El reciente rechazo del Senado paraguayo a la adhesión venezolana
al MERCOSUR coronó esos esfuerzos de la bota militar yanqui mediante
un importante triunfo político. Tales éxitos de la dupla imperial
Bush-Obama, logrados en poco más de un año, no hubieran sido posibles
sin la notable falta de inteligencia y capacidad operativa estratégica
de los gobiernos “bolivarianos”.
2. Reacciones tácticas, carencia de estrategia
Para lograr
sus éxitos, Washington diseñó un paradigma militar-mediático que
le concedió la iniciativa estratégica en ambos campos. Ejecutaba sus
jugadas sincronizadas en el tablero de poder latinoamericano, sin que
los gobiernos de centroizquierda lograsen descifrar ni la sofisticación
ni la dimensión de la amenaza. Fueron tomados recurrentemente por sorpresa
y colocados a la defensiva, simplemente reaccionando y reaccionando
de manera individual, sin capacidad de previsión y, mucho menos, de
prevención de las ofensivas enemigas.
3. Los campos de batalla: lo militar y lo mediático
El imperio,
apoyado por sus cómplices europeos, instrumentó su ofensiva en los
dos campos de poder donde no puede ser vencido: el militar y el mediático.
Geopolíticamente, avanzó vía el Bloque Monroeista del Pacífico
(BMP), conformado por países centroamericanos, Colombia, Perú
y, en parte, Chile. Ante este paradigma de intervención la única defensa
bolivariana posible hubiera sido una contraofensiva colectiva
del Bloque Bolivariano que enfrentara políticamente el centro
de la agresión, Washington ---arriesgando la ruptura abierta---
y que castigara económicamente a su avanzada militar, el gobierno
de Uribe-Santos. Al no actuar de esa forma, omisión, cuya grave responsabilidad
histórica recae principalmente sobre el gobierno brasileño, el monroeismo
ha avanzado como un cáncer letal que proyecta matar al Bolivarianismo
dentro de dos años (2011), liquidando a su centrum gravitatis,
la presidencia de Hugo Chávez.
4. Ecuador: la Caja de Pandora
El momento
crucial para enfrentar la ofensiva general de Washington se dio con
el ataque militar a Ecuador. Las ventajas mediáticas, jurídicas y
políticas, que esa fragante violación de la soberanía ecuatoriana
proporcionaba al Bloque Bolivariano eran inmejorables. Por ejemplo,
al violentar el gobierno colombiano la escena del crimen, removiendo
y modificando la evidencia forense, hecho reconocido por la propia policía
colombiana, el Bloque Bolivariano debía haber invocado la doctrina
judicial universal de la inadmisibilidad de evidencia contaminada (tainted
evidence) en una corte de ley.
Frente a los
aparatos policíacos internacionales, la aplicación de este principio
forense hubiera significado la negación de cualquier colaboración
respectiva, advirtiéndose inclusive la posible ruptura en bloque
con esas estructuras policíacas internacionales, controladas por Washington
y Bruselas, ante presiones indebidas. Al no activar ese axioma jurídico
y advertir sobre la prospectiva ruptura, los gobiernos de Quito y Caracas
se convirtieron ad infinitum en rehenes pasivos de las campañas
mediáticas chantajistas que Washington desata cuando le conviene.
5. Santo Domingo: el appeasement ante Hitler
El grave error
de no enfrentar de manera jurídica-ofensiva la agresión militar de
Washington-Bogotá a Ecuador, se repitió en lo político-económico.
Presionado por dos cercanos aliados, Hugo Chávez tuvo que jugar al
mediador y levantar las sanciones económicas contra Bogotá, dejando
aislada la digna posición de no-reconciliación de Rafael Correa y,
también, de Daniel Ortega. La resolución de Santo Domingo, a su vez,
consagró la impunidad, absolviendo a los dos perpetradores principales
de la agresión (Bush y Uribe), sin cobrarles costo político ni económico
alguno. Con este triunfo de la política del appeasement
(oportunismo), que la historia no absolverá, la puerta al regreso de
James Monroe quedaba plenamente abierta. No tardó mucho el Uncle
Sam (Tío Sam) en pasar por ella. Le tocó el turno a Honduras.
6. El appeasement se repite ante Honduras y Colombia
El mismo patrón
de miedo e irresolución política de la nueva clase política desarrollista
latinoamericana, practicado en Santo Domingo, se repite ante el golpe
de Estado en Honduras y la conversión de Colombia en un protectorado
militar del Comando Sur. Mientras el pueblo hondureño enfrenta heroicamente
a los gorilas locales de Washington en la calle, los gobiernos latinoamericanos
de centroizquierda hacen, esencialmente… nada. No solo se mostraron
incapaces de detectar el golpe a tiempo, ahora se muestran sin voluntad
real para cortar el nudo gordiano del problema.
7. Enfrentar a Obama o perder la guerra
La solución al problema de la dictadura militar se encuentra en Washington, en la
presión pública y colectiva de los gobiernos latinoamericanos
sobre el gobierno de Obama, para obligarle a definirse ya. Si los gobiernos
latinoamericanos no se atreven a cobrarle un alto costo político al
“Presidente del cambio y de la esperanza” por su de facto
complicidad con el coup d´etat,
congelando las relaciones con su gobierno, el monroeismo ganará la
guerra. Y la misma disyuntiva debe plantearse ante Uribe, explicitándole
a él y a la sociedad civil colombiana los costos políticos
y económicos de la sumisión santanderista ante el imperio.
8. El circo
Pedirle explicaciones
sobre las bases militares estadounidenses en Colombia en una futura
reunión de la UNASUR, es ridículo; de hecho, tan ridículo y cínico
como el circo de la OEA instrumentado por la Casa Blanca con el procónsul
imperial Oscar Arias. No es más que una finta seudo-diplomática de
los gobiernos desarrollistas que oculta la verdadera gravedad de la
situación ante las masas latinoamericanas y engaña sobre el avance
del cáncer monroeista. Es la mentira de poder parar el cáncer con
operaciones cosméticas locales, en lugar de enfrentarlo en una operación
de vida o muerte contra su centro de proliferación.
9. La lección de Ayacucho
Es la hora
de la Batalla de Ayacucho, donde el virrey español La Serna, con el
doble de tropas del Gran Mariscal de Campo Antonio José de Sucre y
una abrumadora superioridad de artillería, aplicó la Guerra de Desgaste
al Ejército Libertador del Sur; obligándolo a constantes movilizaciones
reactivas en una guerra de movimientos. El Mariscal Sucre, resuelto
a no caer en el juego del enemigo, decidió recobrar la iniciativa.
Rompió la estrategia de los realistas con la de la batalla decisiva,
es decir, la batalla que decide la guerra. En las áridas colinas
de la pampa de Junín, el 8 de diciembre de 1824, forzó a los monroeistas
europeos a presentar batalla y los venció. Fue el fin del colonialismo
español.
10. ¿Cómo salvar el Proyecto Bolivariano?
Estamos, de
nuevo, ante el escenario de una Guerra de Desgaste de fuerzas imperiales-oligárquicas
muy superiores. Pero, esta vez, en calidad de huérfanos, sin el Gran
Mariscal Antonio José de Sucre, sin el General Simón Bolívar y sin
el General San Martín. Es decir, sin liderazgo ni vanguardia latinoamericana.
¿Qué hacer
ante tal situación? Al igual que en el momento culminante del golpe
imperial separatista en la media luna boliviana habrá que activar la
sabiduría del Comandante Fidel Castro para diseñar y consensuar un
plan de contención y contraofensiva bolivariana hemisférica frente
a Obama-Uribe. Pero, no basta reactivar las tareas de conducción de
la Segunda Emancipación en manos de los gobiernos porque son precisamente
ellos los que han perdido la iniciativa y el rumbo estratégico.
Por lo mismo
es necesario que se reactiven en forma autónoma los grandes movimientos
sociales, como el MST en Brasil, y los intelectuales de Estado, como
la red “En Defensa de la Humanidad”, para que se auto-asuman como
sujetos estratégicos del cambio, abandonando su papel subordinado ante
los gobiernos de centroizquierda, de cuya simbiosis se benefician con
sus agendas particulares.
Crear la vanguardia
unificada latinoamericana entre todas las fuerzas anti-imperiales; mantener
la máxima unidad posible y la alianza estratégica entre Estados y
movimientos de masas, sin dominación de los Estados; recuperar la iniciativa
y el rumbo estratégico y enfrentar a Washington con la estrategia de
la batalla decisiva. Esas son las tareas apremiantes generadas por
la Guerra de Desgaste imperialista.
Es el momento de Ayacucho. Es el momento de la grandeza y audacia de los Libertadores.