Lo que no esperaba el gringo

El gobierno de EEUU, titiritero principal del golpe en Honduras, presionado por la opinión mundial que condenó la asonada fascista, acarameló su solidaridad con Zelaya armando un mamotreto de solución con su suerte de cónsul costarricense, Oscar Arias, flamante Premio Nóbel de la Paz.

A la jugada se le vio la costura desde el principio: había que darle largas a la situación hasta lograr el “enfriamiento” del pueblo hondureño, aceptar de hecho al régimen de facto y llegar hasta noviembre cuando se realizarían unas elecciones amañadas –con Zelaya deambulando y declarando por Latinoamérica- y ¡listo!. Para enero ya tendrían un nuevo Presidente, con “Mel” constitucionalmente fuera del juego; lo cual tratarían de confundir con una gigantesca campaña mediática por “la reconciliación”.

Con la aparición repentina de Zelaya en Tegucigalpa, la jugada se les echó a perder, porque el pueblo hondureño revitaliza la confianza en su líder, con una modalidad inédita en las luchas latinoamericanas por la democracia. Más de dos meses de resistencia pacífica que hace recordar el comportamiento de Gandhi en la India (activismo no violento) contra el Imperio inglés, soportando con dignidad las brutales agresiones del ejército y la policía, depurándose de infiltrados provocadores y repitiendo su canción-consigna: “Nos tienen miedo…porque no tenemos miedo” . Es imprevisible cuanto pueda ocurrir en el curso de estos días en Honduras; pero, lo cierto es que la maniobra del imperio y sus adláteres quedó desbaratada.


*Premio Nacional de Periodismo 2007


ramnyanez@yahoo.com


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Ramón Yánez (*)


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