Una curiosa coincidencia de la historia conecta el destino de ambos personajes. El primero llegó con tres barcos para iniciar la conquista de América y 300 años después llegó el segundo, también con tres barcos, para iniciar su liberación. Aunque fue el primero de nuestros libertadores, Francisco de Miranda admiraba a Cristóbal Colón. De allí que le diera el nombre de “Colombia” a su República soñada; “Colombeia” a su monumental diario personal; y “El Colombiano” al periódico que editó desde Londres como órgano de propaganda por la causa independentista de América Latina.
¿Cómo explicar esta reivindicación mirandina del padre del colonialismo? ¿Residuos de su educación española? ¿Inconsistencia ideológica del maestro de libertadores? Se trata de algo más sencillo. Miranda nunca percibió a Colón como un ser perverso, sino como el valiente viajero que en su camino hacia las Indias se le atravesó un inadvertido continente. Con ello, sin darse cuenta, Cristóbal Colón le dio el más duro golpe a la credibilidad de uno de los imperios más antiguos de la historia: La iglesia católica empeñada en negar la redondez de la tierra. Desde el punto de vista de Miranda, más méritos tenía Colón, para darle un nombre al “nuevo mundo”, que Américo Vespucio.
Hombres como Einstein y Colón fueron incapaces de imaginar las consecuencias de sus “descubrimientos”. Difícilmente podrían haber previsto el uso y abuso que les darían quienes vinieron detrás. Sin embargo, así como no podemos culpar a Einstein de Hiroshima y Nagasaky, tampoco deberíamos culpar a Colón del gigantesco genocidio que vino después. Colón fue uno de los pocos en pagar en vida sus delitos contra los indígenas americanos. Prisionero y encadenado fue devuelto al viejo mundo. Por entonces, la verdadera masacre apenas comenzaba.
La oposición disociada todavía no supera que le hayan cambiado su racista “Día de la Raza” (¿cuál raza?) por el Día de la Resistencia Indígena. Dicen que Chávez está empeñado en cambiar la historia y que por eso quitó la Santa María del Parque Generalísimo Francisco de Miranda para sustituirla por el Leander de Miranda. Por supuesto que queremos cambiar la historia; pero la historia manipulada y mentirosa de los vencedores, por aquella que nunca nos contaron.
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