Por una Plataforma Unitaria
Sindical de los
Trabajadores para Avanzar hacia una
Asamblea Constituyente de la Clase Trabajadora
Una precisión introductoria
Partimos de la existencia de contradicciones e incongruencias que debilitan el proceso revolucionario venezolano. Una de las importantes es el hecho de que los factores de dirección y vanguardia de este proceso no terminamos de sintetizar un plan para empalmar y potencializar a fondo la inmensa disposición de cambio y voluntad movilizadora de un pueblo ganado para transformarlo todo.
Nuestro proceso, como dice Chávez, no tiene futuro en el marco del capitalismo. Pero, no hay alternativa socialista sin una inteligencia orgánica colectiva que produzca una direccionalidad política que sirva para armar la arquitectura de los cambios y desmontar toda la imperante lógica del capital, ahora más que nunca antes, de carácter delictual, estafadora y montada en un descomunal aparato ideológico que se apoya en la farsa de poderosos medios de comunicación.
Construir esa inteligencia orgánica, además de ser un hecho colectivo, sabemos que es complejo y requiere del acompañamiento permanente e inapelable de las vanguardias del proceso que reflejen la disposición de cambio del pueblo. La crisis global del capitalismo nos obliga a adelantarnos ante situaciones de contingencias provocadas por la misma crisis del capitalismo imperialista y a revertir el desgaste que produce un estado capitalista, que no hemos podido desmontar y que genera contradicciones morales y políticas que se expresan en niveles de corrupción y burocratismo.
Para ello, se requiere de un cambio de rumbo en el gobierno y un fortalecimiento revolucionario del proceso y que solo es posible, si podemos activar con derechos decisorios el sujeto constituyente que lleve a cabo los objetivos de la transición revolucionaria dirigidas a echar las bases, construir las estructuras y todos los entramados de la nueva institucionalidad. Hoy eso pasa, principalmente, por superar un déficit esencial de este proceso: la inexistencia de instancias unitarias de los trabajadores, de los campesinos, movimientos populares e indígenas que permitan garantizar la propia defensa y profundización real del proceso.
La necesidad de desplegar la potencialidadprotagónica de los trabajadores y las trabajadoras
El proceso revolucionario en estas dos últimas décadas profundizó la lucha de clases y cualificó la participación mayoritaria del pueblo a través de un bloque social de los sectores más explotados bajo la conducción delegada en el actual Presidente Chávez. Él identificó esta cohesión de voluntades, de pueblo civil y uniformado, como Pueblo Bolivariano. Un factor principalísimo de esta unidad son los trabajadores debido a la imposibilidad de futuro que tiene el mundo del Trabajo en medio de la actual y aguda crisis del Capital.
Hacemos énfasis en este sector social por la importancia que adquiere como sujeto transformador en las tareas de la transición revolucionaria y debido a la falta de una política clasista dirigida a aprovechar su potencialidad y a resolver su dispersión. Valga, entonces, recordar que el momento de más participación y protagonismo de la clase, en cuanto al debate del proyecto país, se dio en el marco del Proceso Constituyente: antes, en y después de aprobada en Referendo la nueva Constitución de 1999.
En medio de la dinámica hacia la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela nacía también el Frente Constituyente de los Trabajadores. Este expresaba una política en toda la línea de efervescencia protagónica que apuntaba a cambiarlo todo. La confrontación y el debate político en aquel momento animaban a las vanguardias de los trabajadores, en su mayoría de base, a actuar como clase y a prepararse para construir algo nuevo en cuanto a organización y proyecto político.
Esa dinámica social actuaba como un catalizador que invitaba a adecuarse a los debates y conquistas logradas en la nueva Constitución. En paralelo, la propuesta de Asamblea Constituyente de Trabajadores surgió como un martillo que se preparaba para demoler la vieja y degenerada institucionalidad expresada en la cúpula de la CTV. Si hubo un momento de retroceso importante en el proceso, fue el descabezamiento de esta propuesta.
La tarea natural de acompañar como clase organizada y sobre un nuevo modelo organizativo el proceso revolucionario en curso, fue truncado por factores del viejo poder, infiltrados en el gobierno. Una franja, donde una parte aún pervive en el chavismo y otra se ha decantado a la derecha, en alianza con los escuálidos golpistas de entonces y que claramente estaban convencidos de sabotear una experiencia esencial para la revolución.
Aquella maniobra se concretó y nos llevaron primeramente a la cueva de un sindicalismo anquilosado y esclerótico como lo fue el de ir a unas elecciones improvisadas en la CTV. Así se distorsionó y abortó, a través de esas elecciones fraudulentas, el avance revolucionario de una Asamblea Constituyente de Trabajadores que desplegaba la novel potencialidad protagónica de las bases trabajadoras y que apuntaba a refundar el movimiento obrero sobre los nuevos cimientos que indicaban las claves del proceso.
De esa manera se liquidó la posibilidad de debatir, amplia y multitudinariamente, la construcción de un nuevo modelo sindical que se erigiera sobre los métodos democráticos conquistados en el proceso y la posibilidad de que la clase actuara más políticamente de cara los retos que nos planteaba los cambios que se venían produciendo al calor de la confrontación contra lo viejo.
Como resultado de lo anterior, el sindicalismo bolivariano, que brotó generalizadamente en el ámbito laboral del país y en confrontación con el sindicalismo de las cúpulas cetevista, nació sin proyecto ni métodos nuevos. Aterrizó en más de lo mismo que combatíamos y contribuyó a la profundización de la dispersión en la clase.
Posteriormente, el látigo de la contrarrevolución hizo entrar en escena por primera vez a la clase comprometida con el proceso de manera articulada, a los trabajadores bolivarianos. Ello ocurrió en medio de la retoma del 13-A-2002 y durante el paro petrolero que luego desencadenó la derecha en ese mismo año. Todos los sindicatos bolivarianos fundados en casi dos años de confrontación con el sindicalismo cetevista, fueron parte de la defensa del proceso y de la industria petrolera, y una vez derrotada la conspiración, quedó un saldo orgánico importantísimo: en un acuerdo unitario de corrientes y direcciones sindicales surge una nueva central, la UNETE.
Esa central fue un avance descomunal, pero su dirección se desacopló de la situación revolucionaria y de la propuesta constituyente. En el mismo día del parto de la Unión Nacional de Trabajadores cayó el primer caudillo sindical bolivariano, Ramón Machuca, Secretario General de SUTISS y quien se retiró de la dirección porque no se le dio la presidencia de esta central. Con su actitud se negó a afiliar el sindicato de SIDOR a la organización sindical nacional y su posición, así como la decisión de una coordinación nacional horizontal, como se acordó funcionaría la UNETE, no eran reflejos de comprensiones democráticas sino de actitudes de desconfianza entre quienes conformaron la dirección.
En el laboratorio de construcción de la UNETE no se elaboró el antídoto que permitiera impregnar masivamente lo nuevo que teníamos que construir. Por eso no hubo un rearme político y metodológico de la clase y ni siquiera se empalmó con la propuesta más progresiva que surgió de la victoria política en el sabotaje paro patronal: la Constituyente Petrolera.
Fue así que las multitudes revolucionadas del 2002 y 2003 con sus trabajadores, soldados, estudiantes, campesinos, comunidades populares e indígenas, que marcaron un hito en cuanto a la expresión de unidad revolucionaria más genuina del proceso, volvían al redil de lo constituido y se perdía la posibilidad de pegar el salto más extraordinario para consolidar y avanzar en la transición y construcción de lo nuevo.
Hoy la tarea de activar el sujeto constituyente revolucionario sigue pendiente. ¡Con Chávez manda el Pueblo! no es suficiente. Es necesario desplegar toda la potencialidad protagónica e iniciativa creadora de la clase trabajadora y de todos los otros sectores que conforman el Pueblo Bolivariano. Hay que confiar en su inmensa fortaleza, en su enorme capacidad de defensa del proceso y su histórica genialidad transformadora.
Retomemos la propuesta:¡Asamblea Constituyente de los Trabajadores!
La respuesta a esta postergada propuesta, que le dan las distintas corrientes y direcciones sindicales que hoy transitan diferentes proyectos unitarios en el marco de la defensa del proceso, es la imposibilidad de echarla a andar en este momento. Nadie la objeta políticamente y todos saben que es la fórmula más democrática, dentro de las claves del proceso, para construir la unidad desde las propias bases trabajadoras, apelando al poder originario de la clase, pero muchos por ahora, siguen privilegiando lo viejo: los acuerdos entre cúpulas, los pactos entre los iguales y las decisiones por arriba que hacen las corrientes o federaciones sindicales, muchas de ellas ilegítimas y mal vista por los propios trabajadores.
Es necesario construir lo nuevo desde las bases y con los métodos más democráticos. La Asamblea Constituyente de Trabajadores tiene esa cualidad ordenadora porque “pone el caballo delante de la carreta”. Es decir, masivamente coloca en discusión lo primero:
- El papel de los trabajadores en el ámbito de la crisis global del capitalismo.
- El protagonismo de la clase para consolidar las conquistas logradas y avanzar en la profundización del proceso, su rol en la transición revolucionaria.
- El plan inmediato para resolver exigencias pendientes en cuanto a retraso de contrataciones colectivas, medidas expeditas que dignifiquen a los que viven únicamente de su trabajo, función contralora de la clase, relanzamiento de los proyectos productivos nacionales que surgieron a raíz de la Nacionalización de SIDOR y que dieron paso a la embrionaria experiencia de control obrero.
- Propuesta de la clase sobre la Ley Orgánica del Trabajo, normativa más importante después de la Constitución y que tiene décadas como parte del poder constituido a favor del Capital y desfavoreciendo el Trabajo.
- Nuevo modelo de organización de la clase que supere el viejo método sindical, que propende al burocratismo y coarta toda posibilidad de protagonismo de las bases porque mata la democracia y participación.
Por supuesto, no se puede concebir una Asamblea Constituyente de Trabajadores que no actué como Poder Constituyente de la clase social que la impulsa. Necesaria es su organización conformada por delegaturas funcionales decididas desde las bases y a las que no solo les corresponde ordenar el debate de acuerdo a los mandatos de esas bases, sino principalmente, ejecutar las Resoluciones emanadas de sus propias Asambleas.
Planteamos estructurar de manera consejista una Asamblea Constituyente de carácter nacional que surja de delegaciones votadas en asambleas democráticas por centros de trabajos, locales, municipales y regionales donde cada una de ellas actúe como poder constituyente de los trabajadores con competencia en sus ámbitos territoriales.
La propuesta de Asamblea Constituyente de Trabajadores, necesita de agrupamientos importantes, vinculados a la clase para poder avanzar en su viabilidad práctica, principalmente, de los que hoy somos parte de experiencias orgánicas como lo es la Unión Nacional de Trabajadores y la nueva propuesta de Central Socialista de Trabajadores, pero sobre todo, de muchas organizaciones sindicales de base, consejos de trabajadores y delegados de prevención.
La voluntad de avanzar con las bases trabajadoras en esta perspectiva va a tener resistencias que hay que superar. Creemos que la Constituyente de Trabajadores es una necesidad política, orgánica y metodológica principalísima para el avance real y profundización del proceso. Su viabilidad práctica está sustentada, no sólo en principios democráticos y en correctas metodologías, sino además, en lo que indican las respuestas a la crisis económica y de gobernabilidad global que hoy desordena al capitalismo. Las fallas en el gobierno coloca a la clase trabajadora en la necesidad de debatir sin condiciones y de cara a la realidad, la pertinencia de un proyecto unitario mucho más amplio de lo que significa la dispersión que genera el distanciamiento entre la UNETE y los que proponen la otra central.
Independientemente de la cantidad de los que ahora la impulsemos, la Asamblea Constituyente de Trabajadores tiene la virtud de brindar el camino más seguro para avanzar política y unificadamente en las tareas de la transición revolucionaria. Vivimos un mundo convulsionado y en crisis sistémica que generará situaciones de contingencia graves. Sería un error injustificable no prepararnos para ello. Eso requiere un debate masivo que debemos impulsar conscientemente, y sin perder de vista que el Pueblo Bolivariano hizo una experiencia en Proceso Constituyente antes de la aprobación de actual CRBV. Una experiencia constituyente que tuvo el valor descomunal de detener una Constitución Neoliberal Hemisférica en Nuestramérica, de corte imperialista y que aún tiene su punta de lanza en los Tratados de Libre Comercio (ALCA).
Una Plataforma Unitaria Sindical y de los Trabajadorescontribuiría a ser posible la Asamblea Constituyente de la Clase
Si de algo estamos convencidos es de la apremiante necesidad que tienen los trabajadores en general de resolver los retardos en sus convenciones colectivas y garantizar acciones expeditas contra los despidos y violaciones laborales de todo tipo que continúan cometiendo los patronos contra los trabajadores del sector público y privado.
Del sector privado no esperamos nada, pero no justificamos que este gobierno: nacido, defendido y vuelto a nacer por voluntad del Pueblo Bolivariano actúe, en muchísimos casos, igual o peor que los patronos privados y los gobiernos de la IV República. Patronos públicos que actúan con la lógica del capital para administrar lo público. Una gestión marcada aún por la lógica del capital que aleja y desmoraliza a nuestros hermanos de clase y que nos incapacita para ganarnos a los que se oponen al proceso.
Ese es un problema gravísimo que conspira contra la revolución y que cada vez más le resta al proceso fuerza entre la clase trabajadora y su sector profesional. Hecho que sólo se puede resolver a favor, transfiriendo poder constituyente de gobernabilidad a los propios trabajadores. De esta manera se comenzaría a cualificar la potencialidad de lo público en tenaz confrontación contra los operadores económicos privados.
Una clave principalísima del proceso es que: no hay poder de gobernabilidad constituyente sin que sea emanado y delegado por una Asamblea Constituyente que debata con sentido revolucionario las normas y los procedimientos nuevos de autogestión en cada sector. Sea en la salud, en la administración pública, en las empresas básicas, en las nacionalizadas o privadas. Es decir, pasar de planificados a planificadores de lo que los propios trabajadores producen y realizan. Reconducir el llamado proceso de Control Obrero para revertir lo que es ahora y pasar de obreros controlados a un Control Obrero que gobierne el proceso para emancipar a la clase trabajadora.
Avanzar en lo estratégico que implica una Constituyente de los Trabajadores, pasa primero que nada, por desatar los nudos problemáticos existentes en varias franjas de la clase asalariada. Esto a su vez, debe lograr un espacio considerable de aceptación para promover los cambios urgentes que se necesitan para transitar la actual coyuntura de manera segura. Una manera sería, ir comprendiendo y actuando sin postergaciones en la construcción de un Plan de Acción Nacional Unitario promovido por las corrientes y dirigentes sindicales, sindicatos de base, consejos de trabajadores, movimientos de delegados de prevención y con quienes promueven la experiencia de control obrero.
Ese sería un primer espacio de intercambio y de búsqueda de coincidencias. Pero, también debe ser dirigido a abrir otros espacios sectoriales o territoriales dentro del mismo ánimo (salud, administración pública, Guayana). Montado sobre discusiones y resoluciones sobre problemas concretos (contratos colectivos, elecciones sindicales, despidos, casos judiciales, en contra de burócratas y corruptos y en defensa del proceso revolucionario entre otros), que ayuden a la conformación práctica de la propuesta de una Plataforma Unitaria Nacional sindical y de los trabajadores.
Estas propuestas van dirigidas al campo de los sectores comprometidos con el proceso bolivariano, donde creemos prevalece, una actitud o intuición política que se corresponde con el momento que vivimos y convencidos del papel que debe jugar la vanguardia de la clase en medio de la actual coyuntura. Ya hemos hecho referencia de los problemas de contingencia que se preveen, producto de la profundidad de la crisis económica global del capitalismo y, que en nuestro caso se prenden las alarmas, debido al peso muerto que provoca la gestión burocrática de una franja de operadores institucionales, dentro de las instituciones y empresas del estado, atrapados en la gestión que impone la lógica del capital.
Una precisión final
Marea Socialista como corriente dentro del PSUV, se mantendrá con esta política, que estamos haciendo pública y recogida en este documento, en los distintos proyectos unitarios que para este año están previstos en la UNETE y en los que proponen la nueva Central Socialista de los Trabajadores.
Para nosotros, las organizaciones de la clase trabajadora y los sectores oprimidos son frentes únicos de lucha contra el capital, con distintas expresiones políticas a lo interno de su seno. Allí actuamos, manteniendo la concepción de superar la dispersión y contribuir a la Unidad Clasista más amplia posible como obra de los propios trabajadores en el camino de la lucha contra el Capital, en permanente pelea contra la alienación del Trabajo, en contribución a la liberación del pueblo trabajador, por el equilibrio sustentable de nuestro medio ambiente, de todo el planeta y por la supervivencia de la especie humana.
Finalmente y es nuestra intención invitar y provocar el debate político, principalmente, entre los trabajadores y trabajadoras del país, a los que viven únicamente de su trabajo y que son la mayoría del Pueblo Bolivariano, para extenderlo igualmente hacia esa gran parte del pueblo trabajador que no toma partido y que queremos sacar de la pasividad… ganarla para hacer revolución y convencerla de que no hay salida con el capitalismo.
Por supuesto, dirigimos también esta invitación al debate a las corrientes y dirigentes sindicales, consejos de trabajadores y delgados de prevención, incluso, que sea discutido dentro del Polo Patriótico, al propio Presidente Chávez y a los miembros del Ejecutivo Nacional para conocer sus opiniones sobre esta propuesta cargada en el equipaje colectivo del pueblo desde hace tiempo e inspirada en esa síntesis programática pintada en las paredes de Caracas, después del 27 de Febrero: ¡No hay Pueblo Vencido: Refundación de la República, Proceso Constituyente Ya!
Caracas, 16 de septiembre de 2011