Particularmente
simbólica me resulta la carta publicada en Aporrea en la cual una educadora
ruega al Ministro de Educación aligere los trámites burocráticos
para hacer posible el cobro de sus prestaciones sociales.
Podría decir
– como Martí – que vivo en el monstruo y le conozco las entrañas;
y que la súplica de esta camarada no sólo me conmueve, sino que me
indigna, porque puedo afirmar que este proceso revolucionario no ha
logrado desestancar, en modo alguno, el actual estado de la institución
escolar. Muy al contrario, se percibe un franco proceso de deterioro,
que no sólo se refleja en cuadros como los que describe la colega Susana
Díaz Carrillo, sino también en el pobre desempeño laboral de unos
docentes no sólo mal preparados y mal pagados, sino también maltratados
por los funcionarios administrativos de las distintas dependencias institucionales:
desde un humilde distrito escolar, hasta las amplias oficinas del Ministerio
allá en la esquina de Salas.
Nada ha cambiado
en esos antros de frustración e impotencia magisterial. El tratamiento
y las respuestas siempre son las mismas. E incluso, ha llegado al límite
del más abierto descaro. El distrito escolar de Guaicaipuro, por ejemplo,
en el Estado Miranda, se fue de vacaciones desde los primeros días
de agosto, y cuando algunos incautos intentamos realizar los trámites
que nunca podemos ejecutar porque estamos laborando en nuestras instituciones,
nos encontramos con esta nueva forma de burocratismo y corrupción.
Para colmo de males, al recurrir a la Zona Educativa de Miranda, te
tropiezas con unos porteros que casi te golpean y que te anuncian que
los honorables funcionarios de ese despacho sólo atienden al público
los martes y los jueves en la mañana. Las tardes, al parecer, las dedican
a pensar en cómo eludir sus responsabilidades laborales. Yo misma fui
testigo de cómo una tarde cerraban el acceso al público de una oficina
para celebrar el cumpleaños de una empleada.
Son, en definitiva,
miembros de esa especie que nuestro genial Luis Britto García llama:
funcionarios matavotos.
Profesor Navarro:
Sé de su calidad humana y de su compromiso revolucionario. Todos los
días leo los diarios y reviso las noticias esperando oír de usted
propuestas que permitan las verdaderas transformaciones que reclaman
estos carcamales institucionales. Necesitamos que se discuta, lo antes
posible, el marco jurídico que debe regir el escenario educativo venezolano.
Necesitamos transformar las casas de estudio que “forman” educadores.
Necesitamos mejorar nuestras condiciones laborales y socio-económicas...
Pero por sobre todas las cosas, necesitamos asumir conscientemente nuestras
terribles carencias en materia educativa. Sólo del reconocimiento objetivo
de nuestros males podrán surgir las bases de una nueva forma de concebir
el hecho educativo. Y esas bases, respetado Ministro, no pueden construirse
en las frías oficinas ministeriales, sino en los encendidos espacios
de las aulas escolares.
Vaya mi afecto
y solidaridad para la camarada Susana Díaz Carrillo. Ojalá su ruego
encuentre un oído sensible y se resuelvan sus problemas personales;
pero ojalá también el carácter representativo de su escrito, encuentre
un oído revolucionario y active acciones que reivindiquen el importante
papel que deberían desempeñar los educadores en un proceso verdaderamente
revolucionario.