El presidente Trump no ha perdido el tiempo tratando de poner en práctica su agenda política de extrema derecha. En solo dos meses, ha llevado a cabo deportaciones masivas, ha reprimido a los manifestantes pro Palestina, se ha enemistado con los aliados de Estados Unidos y ha atacado de forma generalizada todo lo que huela a diversidad, equidad e inclusión (DEI).
A pesar de la ofensiva "rápida y furiosa" de un Trump que vuelve al galope, la administración se enfrenta a obstáculos para aplicar su agenda y ha sufrido importantes reveses políticos. Según un nuevo sondeo de Reuters, los últimos índices de aprobación de Trump están cayendo y son los más bajos de la historia apenas tres meses después de una investidura presidencial. Las encuestas, en particular otra reciente de CNN, están mostrando que la popularidad de Trump ha caído significativamente gracias al impacto negativo de los aranceles, la forma en que la administración está manejando la economía y el manejo desordenado de la incursión militar en Yemen expuesta por el editor en jefe de The Atlantic. La filtración no solo suscitó inquietudes sobre la profesionalidad entre el gabinete, sino que también reveló las diferencias que bullen en el círculo íntimo de Trump.
Por otro lado, esta semana el gobierno de Trump y el propio Elon Musk sufrieron una importante derrota en Wisconsin, donde el candidato de Elon Musk a la Corte Suprema del estado fue humillado. En Florida, bastión trumpista, sus candidatos a la Cámara de Representantes fueron ratificados pero su rendimiento estuvo muy por debajo de los números de las últimas elecciones.
Pero un proyecto en particular ha dominado los focos: el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), creando tensiones al interior de la coalición de Trump y entre el nuevo Gobierno y su base social.
El equipo, dirigido por el multimillonario de extrema derecha Elon Musk, que saluda como los nazis, afirma estar centrado en eliminar el despilfarro en el gasto público y recortar un trillón de dólares (un millón de millones) del presupuesto. El DOGE ha destripado sin piedad la plantilla federal, despidiendo (aunque a veces volviendo a contratar a decenas de miles de trabajadores e intentando eliminar agencias enteras, como USAID [Agencia para el Desarrollo Internacional] y la Oficina de Protección Financiera del Consumidor.
Por supuesto, el DOGE no busca la eficiencia; de hecho, su enfoque a martillazos y sus exigencias siempre cambiantes están haciendo que las agencias sean mucho más ineficientes y hundiendo al gobierno federal en el caos. Los recortes en el Servicio de Impuestos Internos (IRS), mientras tanto, significan que los ingresos fiscales podrían caer en más de 500.000 millones de dólares, anulando cualquier escaso ahorro que DOGE haya hecho en otros lugares. Y Musk, por supuesto, no está recortando la financiación en áreas en las que podría beneficiarse personalmente, como los contratos gubernamentales para SpaceX, su empresa de exploración espacial e Internet por satélite.
En cambio, el DOGE es un síntoma de un régimen estadounidense en decadencia, y parte del plan de la extrema derecha para trasladar el control de la burocracia federal y el presupuesto a la rama ejecutiva mientras castiga a los trabajadores. Pero una clase trabajadora unida puede luchar contra los ataques ̶y contra el sistema que los hizo posibles.
El objetivo de la DOGE: reforzar los poderes ejecutivos
Si rascamos la superficie del caos del DOGE, vemos que están logrando de manera eficiente un objetivo totalmente diferente al de "reducir el despilfarro": trasladar el control de la burocracia federal y el presupuesto al Poder Ejecutivo del gobierno de Estados Unidos. En este sentido, Musk y sus lacayos deben ser vistos a través de la lente del Proyecto 2025 de la Fundación Heritage, el plan de la extrema derecha para, entre otras cosas, ampliar el alcance del poder presidencial.
A pesar de haber renegado del Proyecto 2025 durante la campaña electoral, el presidente Trump ya ha llevado a la práctica muchas partes del plan, como el aumento de la producción de combustibles fósiles y el ataque a la "wokeness" [enfermedad woke, en referencia a ideas "progres" , feministas, antirracistas, etc.] bajo la forma de programas de DEI. Aunque no esboza explícitamente la creación de la DOGE, el Proyecto 2025 sí busca "esposar a la burocracia" y "disciplinar" las decisiones de gasto. Reducir la burocracia federal mediante despidos masivos (e incluso casi el cierre de agencias), al tiempo que se la pone bajo control ejecutivo, otorga al presidente mucha más autoridad sobre la legislación y el gasto.
Más allá de permitir que Trump y la extrema derecha tengan más poder sin control para implementar su agenda como resultado de un ejecutivo fortalecido, los recortes del DOGE también debilitan al Partido Demócrata. Al consolidar el control sobre las agencias gubernamentales, la administración Trump puede, por ejemplo, controlar más directamente la financiación y las subvenciones federales, y presionar a los estados para que hagan lo que él quiere. Los estados demócratas ̶y las organizaciones alineadas con los demócratas ̶ podrían recibir menos fondos, en línea con los objetivos de la administración Trump de castigar a los enemigos y recompensar a los aliados. Y las acciones del DOGE golpean una parte crítica del aparato del Partido Demócrata: el sector sin fines de lucro. Las organizaciones sin fines de lucro dependen en gran medida de los fondos y subvenciones federales, y los profundos recortes ya están devastando a estas organizaciones en todo el país.
Austeridad, privatización y ataques a la clase trabajadora
Más allá de apuntalar el poder de la extrema derecha en el ejecutivo, los vastos recortes del DOGE son también una forma de austeridad con esteroides. Como explica Jason Koswloski, los capitalistas han luchado durante décadas contra el lento crecimiento económico y la disminución de los beneficios, un problema que ni Biden, ni Trump en su primer mandato, fueron capaces de superar. Como resultado, Trump apuesta ahora más fuerte por uno de los remedios favoritos de la clase dominante: la austeridad.
Más allá de los grandes recortes a las agencias gubernamentales y a la financiación de la ciencia y la educación, no es ningún secreto que el "estado del bienestar" estadounidense es uno de los objetivos finales del grupo. El propio Musk ha dicho que "la mayor parte del gasto federal son prestaciones... Ese es el gran objetivo a eliminar", poniendo a la Seguridad Social, Medicare y Medicaid en su punto de mira. La administración Trump, con la ayuda de Musk, necesita recortar los programas sociales tanto para ayudar a financiar los recortes de impuestos para los ricos como para tratar de restaurar las ganancias capitalistas a su antigua gloria.
Por supuesto, el DOGE y la administración Trump no solo esperan destruir las instituciones estadounidenses: esperan quedarse con el botín. Mientras Musk continúa enriqueciéndose a través de contratos gubernamentales, las corporaciones ya están salivando ante la perspectiva de privatizar, por ejemplo, el Servicio Postal de Estados Unidos y la red nacional interurbana de transporte ferroviario de pasajeros de los Estados Unidos [Amtrak→https://gizmodo.com/amtrak-ceo-steps-down-as-trump-and-musk-threaten-to-privatize-company-2000578304].
Estos también son ataques a la clase trabajadora, disfrazados de "eficiencia". Como explicaron recientemente Samuel Karlin y Julia Wallace, "los departamentos ganados mediante la lucha de clases para regular algunos de los males más atroces del estado capitalista están especialmente en peligro, como el Departamento de Educación, la Agencia de Protección Medioambiental y la Junta Nacional de Relaciones Laborales".
DOGE es un síntoma de la bonapartización del régimen
A primera vista, podría parecer que el DOGE no es más que un monstruo de Frankenstein de la grotesca riqueza de Musk y las mentes archirreaccionarias de la Heritage Foundation. Y sin duda lo es: el DOGE se nutre directamente del libro de jugadas de Musk para hacerse con Twitter, y la Heritage Foundation dice que el equipo "es un primer paso, y necesario, para desmantelar el Estado administrativo". Pero el DOGE no puede separarse del contexto político más amplio.
En los últimos años, el panorama se ha desplazado hacia la derecha como consecuencia del declive del país a nivel internacional y nacional, y de una prolongada crisis orgánica, sobre todo desde 2008. Parte de este giro a la derecha tiene sus raíces en el bonapartismo, que se refiere a los regímenes autoritarios encabezados por un "hombre fuerte" o "figura carismática" que actúa como "árbitro" de las clases sociales, apoyado por el aparato burocrático-militar (a diferencia del clásico régimen democrático parlamentario).
El DOGE, como el trumpismo, es una forma específica de bonapartismo, que combina una agenda basada en un ejecutivo fuerte con una lógica libertariana. Su objetivo: resolver las crecientes crisis del régimen con una agenda de extrema derecha, y perseguir la disidencia política para bloquear la lucha de clases.
Por supuesto, la democracia burguesa estadounidense siempre ha tenido rasgos bonapartistas y autoritarios, como demuestra, por ejemplo, la violenta represión del movimiento Black Power justo después de la caída de las leyes de segregación racial que se aplicaron en Estados Unidos entre 1876 y 1965, conocidas como Jim Crow. Pero a medida que la crisis de la hegemonía estadounidense se ha acelerado en el contexto de la decadencia neoliberal, estos rasgos se han exacerbado, especialmente desde la pandemia. Como explica Claudia Cinatti:
En este marco más general de degradación de las democracias liberales, que acompañaron como sombra al cuerpo a la ofensiva neoliberal, y de nuevos fenómenos políticos y de la lucha de clases, surgen intentos bonapartistas de "solución de fuerzas" para cerrar por derecha la crisis. Los gobiernos autoritarios de extrema derecha -como el de Trump y el del "paleolibertario" Milei en Argentina- fuerzan al límite la legalidad de la democracia liberal, tienden a liquidar la división de poderes concentrando todo en el ejecutivo, se valen de un sistema que incluye desde los otros poderes del estado hasta los grandes medios de comunicación y redes sociales, y utilizan la represión estatal (y en perspectiva paraestatal) para cambiar drásticamente la relación de fuerzas, como se ve por ejemplo en la ofensiva represiva contra el movimiento pro Palestina en Estados Unidos.
Visto a través de este prisma, el DOGE es sólo un síntoma del declive de Estados Unidos.
¿Seguirá vivo DOGE?
La polémica desatada por el papel de Musk en la administración Trump puede haber llegado a un punto de ebullición. Según Politico, Trump ha compartido con su círculo íntimo que el CEO de Tesla pronto dejaría el gobierno y en su lugar "asumiría un papel de apoyo". Esto se produce mientras Musk se enfrenta a una creciente reacción violenta tanto a nivel nacional como en el extranjero, con las ventas de Tesla cayendo en picada y las protestas creciendo, sobre todo en los concesionarios. La debilidad del multimillonario quedó patente el miércoles en las elecciones al Tribunal Supremo de Wisconsin, ya que, a pesar de haber invertido más de 20 millones de dólares en la campaña del candidato republicano, los demócratas se alzaron con la victoria.
Por si fuera poco, las tensiones dentro de la propia coalición de Trump se han intensificado debido a la ideología de Musk y a su gestión del DOGE. Tal vez el aspecto más delicado de estas tensiones sean las diferencias entre los tech-tycoons, por un lado, y los populistas de derecha, por otro. Estos últimos tienen profundas raíces en la ideología MAGA [Make América Great Again] y están representados por figuras como Steve Bannon. Estas tensiones se han expresado en diferencias tanto en cómo abordar la cuestión de la inmigración –los tech boys dependen en gran medida de profesionales internacionales para trabajar en sus corporaciones– como en el movimiento MAGA, comprometido con las deportaciones masivas y los "empleos para los estadounidenses".
Hay muchas otras tensiones en la coalición de Trump, como sobre los aranceles. Pero cuando se trata del DOGE, Musk ha chocado cada vez más con el gabinete a raíz de su injerencia directa sobre cómo gestionar el presupuesto de defensa, los gastos del Pentágono y otros departamentos del Estado. Para Marco Rubio y otras figuras de la administración Trump, Musk se ha extralimitado y ha actuado por encima de su jurisdicción.
Todas estas vicisitudes están detrás de la quizás inminente y prematura caída de Musk. Está por ver cómo afectará esto al curso de la actual administración, pero incluso sin el multimillonario de Tesla, el DOGE parece haber llegado para quedarse. Que esta agenda reaccionaria prevalezca y avance hasta el final o no, depende de muchos factores y, sobre todo, del resultado de la incipiente pero creciente resistencia contra la nueva derecha en el poder. Los objetivos del DOGE están lejos de alcanzarse, y Trump se enfrenta a importantes desafíos: su popularidad se tambalea en medio de ataques a los servicios públicos, y tanto republicanos como demócratas recelan de las crecientes turbulencias económicas.
Una clase trabajadora unida puede luchar contra los ataques
Los trabajadores federales de todo el país ya han organizado protestas y acciones contra los recortes. Pero estos trabajadores no pueden luchar solos contra el DOGE, la administración Trump y la extrema derecha, toda la clase obrera necesita luchar de manera unificada. Esto significa que los sindicatos necesitan planificar democráticamente cómo luchar contra los ataques, utilizando métodos de la clase obrera como las huelgas. Los sindicatos también deben unirse a los movimientos sociales, movilizándose, por ejemplo, con el movimiento por los inmigrantes y por Palestina.
Hemos visto ejemplos clave de cómo puede ser esta lucha unificada. El año pasado, los trabajadores de la Universidad de California se embarcaron en una huelga histórica contra la represión del movimiento por Palestina. Sindicatos como el SEIU y el UAW han publicado declaraciones en apoyo de los inmigrantes, la libertad de expresión y la educación superior. En las últimas semanas, grupos como Voz Judía por la Paz han utilizado las protestas y las sentadas para pedir la liberación del activista palestino Mahmoud Khalil. Y, a escala internacional, crecen las protestas contra otros líderes autoritarios, como Javier Milei en Argentina y Recep Tayyip Erdoganen Turquía.
Fundamentalmente, defender nuestros derechos democráticos y luchar contra la extrema derecha no significa defender el status quo que defienden los demócratas. El Partido Demócrata defiende una caricatura de democracia en la que las elecciones están efectivamente compradas por los súper ricos, como Elon Musk. En la "democracia" estadounidense, los cargos electos representan a una minoría del país y sirven a los intereses del capital. Como explican Karlin y Wallace, que citamos antes, "es debido a la naturaleza del sistema estadounidense y a los intereses de clase a los que sirve la presidencia que es capaz de intentar tales maniobras antidemocráticas".
En su lugar, necesitamos una perspectiva independiente, obrera e internacionalista que rechace las ilusiones en el excepcionalismo estadounidense y luche por desafiar al régimen estadounidense en su núcleo.