Amplios, gruesos y densos sectores de la derecha recalcitrante no sabrán valorar jamás la hazaña que este domingo 13 de mayo protagonizó el venezolano Pastor Maldonado en España, donde alcanzó el primer lugar del Gran Premio de Fórmula 1 corrido en Cataluña. Tan apátrida actitud, sinceramente, no es noticia. Así son muchos de ellos y así también morirán: sin conocer la alegría. Lo que sí genera tristeza, y también algo de angustia, es que dentro de nuestra izquierda conviven mujeres y hombres que se oponen a que el corredor maracayero sea económicamente apoyado por todo el país a través de Pdvsa.
Este sector de compatriotas tampoco ve con buenos ojos que la Vinotinto de fútbol también reciba patrocinio estatal. Sus razones tienen, respetables todas. Pero igualmente importante son las de quienes no creemos que el Estado debe estar al margen de hechos como el que nos ocupa. Acá está una.
Es necesario que Venezuela resuene en todos los escenarios, incluyendo ese mundo del automovilismo que tan elitesco es. ¿Por qué? Muy sencillo: tenemos que cacarear en todos los confines del universo que la Revolución Bolivariana es un fenómeno cierto, tangible, verificable y constatable.
No hubo confín de Europa, y de otras latitudes, que este Día de las Madres no tuviera en medio de sus labios el nombre de nuestro país. Ello no quedará allí: así será durante largo tiempo porque el eco de la victoria se extenderá al menos durante todo el año en cada fecha con el resto de las competencias.
El grano de arena de Pastor, créanlo, sirvió para que otros pueblos asociaran este triunfo con lo que a diario escuchan sobre nuestros logros internos, logros que por ser tan locales y expuestos a la alteración mediática, no son apreciados en su totalidad.
Ante el acoso imperialista, que apoyado por tránsfugas internos somos sometidos, como Estado estamos obligados a acompañar a mujeres y hombres que gracias a sus cualidades puedan hacer ondear nuestro pabellón tricolor, así sea de siete estrellas como ocurrió en el podio.
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