El Mercosur tiene como países asociados a Bolivia, Chile, Colombia, Perú, y Ecuador; y su creación data del 26 de marzo de 1991, con la firma del Tratado de Asunción, que estableció: “La libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre países, el establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común, la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados partes y la armonización de las legislaciones para lograr el fortalecimiento del proceso de integración.”
El Mercosur permite la libre circulación de los ciudadanos del bloque y la prevalencia de idiomas oficiales: el español, guaraní y el portugués. En cuanto a los antecedentes, se tiene el esfuerzo por una integración regional que se remontan a 1985, año de la Declaración de Foz de Iguazú, la cual selló un acuerdo de integración bilateral entre Argentina y Brasil. En cuanto a su existencia como persona jurídica de Derecho Internacional, sería con el Protocolo de Ouro Preto, de diciembre de 1994, que entró en vigor en 1995; el Protocolo de Ouro Preto estableció un arancel externo común, y desde 1999, se estableció una zona libre de aranceles entre sus integrantes, aunque exceptuando a una serie de productos, y entre ellos el azúcar y el sector automotriz.
En una palabra, el Mercosur es una instancia de unificación de esfuerzos para crear condiciones de producción y comercialización que muestren alcances como estos: mayor productor de alimentos del mundo, con un PBI de 3,3 billones de dólares, lo que representa el 82,3% del PBI total de toda Sudamérica; abarca un territorio de casi 13 millones de kilómetros cuadrados y cuenta con más de 270 millones de habitantes, cerca del 70% de América del Sur; sin dudas, un alcance enorme, que no sólo en lo económico destaca, sino en el fortalecimiento social y cultural del proceso de integración que si bien no siempre se menciona, ha sido lo más difíciles de lograr. El mayor alcance de Mercosur, es el proceso de integración regional, más allá de su preponderancia económica, sirviendo de medio para la consecución de los objetivos de desarrollo social que involucra a toda la región.
En este sentido, la visión ideológica del Gobierno Bolivariano de Venezuela se complementa con las políticas de integración y acción cooperativa del Mercosur; se reconoce la figura institucional de una organización que privilegia lo social por sobre lo económico-administrativo, lo cual se lograr a través del estudio de las asimetrías existentes en base a las cuales se puede avanzar en la concreción del proyecto de integración. Igualmente, se fomenta desde el Mercosur, y ya se ve en los documentos de buena intención de la Cancillería de Venezuela, una visión común e integral con los procesos sociales, lo cual se materializará a través de acciones y políticas concretas encaradas por los Estados miembros del Mercosur.
En este sentido, valga destacar un punto sobre el cual las voces críticas de la vida política nacional han sido en extremo incisivas, me refiero en lo concerniente a la construcción de una identidad común entre los países miembros y los socios; aspecto que no significa dejar las particularidades culturales de lado, sino, por el contrario, saber que existe otro espacio además del nacional en el cual convergen culturas e identidades diferentes y que la idea es interrelacionarnos e ir comprendiendo las diversas caras de nuestro continente del Sur. Para los que dicen que se “está abandonando las raíces autóctonas de los pueblos con una bandera intercultural y de diversidad”, es un asunto que para nada puede apreciarse como problema, sino como complemento y fortalecimiento de una idiosincrasia originaria en la cual todos los países del Sur toman parte.
Otro punto que es explotado por la diatriba política es el ataque al discurso que hace hincapié en una integración social; antes que nada se tiene que entender que no hay integración posible si no aprendemos a convivir en un espacio común. Respetando las diferencias culturales y aceptando las diversidades, a la vez que reconozcamos que éstas, no hacen otra cosa que enriquecer la cultura latinoamericana y, más en particular, la cultura de los países del Mercosur. Ahora bien, se hace necesario construir ese espacio común apoyado en un nuevo sistema de lealtades, a través de un proceso en el cual las sociedades transfieren lealtades de una unidad a otra.
En una palabra, el Mercosur es un factor de unión, de identificación; si se menciona el hecho que, a partir del Mercosur, desaparecen o bien, se reducen las hipótesis de conflicto entre sus países, la verdad es que existen causas más profundas que se encuentran en la base misma del proceso: la nueva independencia. Superar el estado de subdesarrollo en el que se encuentra la América del Sur, pero generando las bases de independencia económica para así, proyectar verdaderamente el sentido social que representa el Mercosur, y no esa tesis neoliberal de labrar sobre sendas infértiles los compromisos de una “perpetua transformación” que es la bases del discurso de las nuevas naciones en búsqueda de su independencia total en Latinoamérica.