Hace siete años denunció las políticas imperiales y pidió la refundación del organismo mundial
Las expectativas afloraron en el salón la mañana del 20 de septiembre de 2006; éstas rebotaban por todos los rincones donde se celebraría la sexagésima primera Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Las butacas que se hallaban vacías fueron insignificantes ante la afluencia de la mayoría de las delegaciones de los 192 países que conforman el organismo multilateral.
Cientos de periodistas y corresponsales de agencias internacionales se agruparon en la sala de prensa, que cada vez parecía reducir su espacio. Cámaras, micrófonos, libretas y lápices se moverían al ritmo en que las ideas del Comandante Supremo, Hugo Chávez Frías, fluyeran; era el momento de mostrar la rapidez de la pluma.
El Ministerio de Comunicación e Información de entonces había anunciado una transmisión conjunta de radio y televisión al momento de iniciar su alocución, aunado a las pantallas colocadas en las plazas Bolívar de algunos estados del país.
Y llegó la hora…
Una voz femenina, en perfecto inglés, anunciaba el turno de Chávez quien, antecedido por la entonces mandataria chilena, Michelle Bachelet, esperaba imperturbable en una silla ubicada a pocos metros del estrado.
Segundos más tarde, el líder bolivariano fue escoltado hasta la tribuna de oradores. Ya en el lugar, los asistentes aplaudieron por espacio de 10 segundos.
Tras el saludo protocolar, Chávez recomendó la lectura de un libro que al pasar las horas rompería los records de ventas en el mundo, ubicándose entre los 10 más solicitados de las bibliotecas virtuales de Amazon.com y Barnes & Noble.com: “Hegemonía o supervivencia (2003)”, del escritor estadounidense, Noam Chomsky.
La exhortación sirvió de preludio para lo que más adelante se convertiría el eje central de su encendida retórica: el dominio del imperialismo norteamericano, al que responsabilizó de poner en riesgo la supervivencia de la especie humana en el siglo XXI.
“Seguimos alertando sobre ese peligro y haciendo un llamado al propio pueblo de los Estados Unidos y al mundo, para detener esta amenaza que es como la propia espada de Damocles”, advirtió el mandatario venezolano mientras uno de los cuatro representantes de Washington, con papel y lápiz en mano, apuntaba todo lo que se afirmaba en contra de su Gobierno. Los otros tres, todos con ceño fruncido, escuchaban con detenimiento.
Chávez continuó la disertación aferrado a la obra de Chomsky con su mano derecha mientras que los ademanes de la izquierda se encargaban de reforzar las ideas principales su denuncia.
“Yo pensaba leer algún capítulo pero, por respetar el tiempo, más bien, lo dejo como una recomendación. Se lee rápido. Es muy bueno, señora Presidenta (Jequesa Haya Rashed Al Khalifa); seguramente usted lo conoce. Está publicado en inglés, en alemán, en ruso y en árabe…”, bromeó Chávez, simultáneamente al golpe de las palmas y risas que retumbaron el auditorio durante unos ocho segundos.
“¡Huele a azufre!”
La artillería verbal fue dirigida al otrora inquilino de la Casa Blanca, George Bush, a quien comparó con Satanás, por las acciones guerreristas que impulsaba en el mundo, sobre todo en el Medio Oriente.
“Ayer estuvo el Diablo aquí, en este mismo lugar. ¡Huele a azufre todavía esta mesa donde me ha tocado hablar! El señor Presidente de los Estados Unidos vino aquí hablando como dueño del mundo”, ironizó Chávez, mientras las murmuraciones, unas más elevadas en tono que otras, se apoderaban de la atmosfera interna.
“Como vocero del imperialismo, vino a dar sus recetas para tratar de mantener el actual esquema de dominación, de explotación y de saqueo a los pueblos del mundo”, exclamó paralelo a la molestia de los plenipotenciarios de Washington y sus socios europeos, mientras el regocijo del grupo de los no alineados era inocultable.
Las carcajadas se apoderaron del sitio cuando Chávez instó la presencia de un psiquiatra para que evaluara la perorata de Bush, pues –a su juicio–, ésta serviría de guión para una película del “amo del suspenso”, Alfred Hitchcok (cineasta inglés), bajo el título: “La receta del Diablo”.
La jocosidad de Chávez desaparecería progresivamente, en la medida que sus señalamientos contra el Gobierno de EE.UU se hacían más intensos, del cual, aseguró, que hacía “desesperados esfuerzos” por consolidar un sistema absolutista, alegando que se estaba en presencia de una dictadura mundial.
“Ellos quieren imponernos el modelo democrático como lo conciben: la falsa democracia de las élites, y además un modelo democrático muy original, impuesto a bombazos, a bombardeos y a punta de invasiones y de cañonazos”, refutó.
Pueblos insurgentes
En la medida que hablaba, hizo algunas anotaciones en su carpeta, quizás para no dejar por fuera algún aspecto que haya considerado importante decir. Sin embargo, su arenga fue espontánea como en la mayoría de los escenarios donde le tocó hablar en público.
En su afán por desmontar la perorata de Bush, citó algunos aspectos de su ponencia como por ejemplo el caso de lo que él llamó “los extremistas”, para referirse a los grupos armados que luchan contra las fuerzas militares de ocupación.
“Yo estoy seguro que te ve a ti, hermano, con ese color (señaló a un representante de África) y cree que eres un extremista. Evo Morales, que vino ayer, el digno Presidente de la Bolivia, es un extremista. Por todos lados ven extremistas los imperialistas. No, no es que somos extremistas, lo que pasa es que el mundo está despertando y por todos lados insurgimos los pueblos”, aclaró con aquella enérgica voz que erizó la piel de muchos a escala planetaria.
Chávez sostuvo que “el señor dictador imperialista (Bush)” vivirá “el resto de sus días” con una pesadilla, porque por dondequiera que vea “vamos a surgir nosotros, los que insurgimos contra el imperialismo norteamericano, los que clamamos por la libertad plena del mundo; por la igualdad de los pueblos, por el respeto a la soberanía de las naciones. Sí, nos llaman extremistas, insurgimos contra el imperio, insurgimos contra el modelo de dominación”, reiteró al tiempo que los representantes estadounidenses, uno a uno, abandonaban la sala.
Doble rasero
Vestido con traje negro, camisa blanca y corbata roja, el Jefe de Estado contrastó la “falsa moral” de EEUU que implora por la pacificación y el entendimiento, cuando, paradójicamente, arrojan explosivos en lugares donde masacran a pueblos inocentes.
“No quieren la paz, quieren imponernos su modelo de explotación y de saqueo y su hegemonía a punta de guerras, esa es la pequeña diferencia. Quiere la paz y ¿qué está pasando en Irak? ¿Y qué ha pasado en el Líbano y en Palestina? ¿Y qué ha pasado en cien años pues en América Latina y en el mundo y ahora las amenazas contra Venezuela, nuevas amenazas contra Irán?”, interrogó, al mismo tiempo que su mirada se direccionaba en unos 180 grados.
Chávez se refirió, en ese sentido, a los bombardeos de Israel al Líbano, bajo la excusa de hacerle frente a los “grupos terroristas de Hezbolá” (brazo armado y político libanés), que atentan contra los intereses del sionismo.
Citando la prédica de Bush, en relación a este tema, criticó, que éste haya dicho que muchas comunidades “quedaron atrapadas en medio de los enfrentamientos” entre ambas fuerzas castrenses. “¡Vaya qué cinismo! ¡Vaya qué capacidad para mentir descaradamente ante el mundo! Las bombas en Beirut y lanzadas con precisión milimétrica ¿son fuego cruzado?”, inquirió.
Su garganta se enfureció para comprobar que estas acciones bélicas eran producto del “¡fuego imperialista! ¡Fuego fascista! ¡Fuego asesino! Y fuego genocida el del imperio y el de Israel contra el pueblo inocente de Palestina y el pueblo del Líbano. Esa es la verdad. Ahora dicen que sufren, que ‘estamos sufriendo porque vemos sus hogares destruidos’”, escarneció, en referencia al acoso guerresrista contra las naciones que no obedecen sus designios.
“‘¡Imperio yanqui, go home!’ Ese sería el grito que brotaría por todas partes, si los pueblos del mundo pudieran hablarle a una sola voz al Imperio de los Estados Unidos”, agregó.
Refundación total
No era la primera vez en la que Chávez se refería a la “anacrónica política” en la que la que estaba cimentada la ONU. Para él, las grandes potencias son las que atribuyen el “nuevo orden mundial”, donde las mayorías están subordinadas a una minoría que ostenta el desarrollo y las grandes riquezas.
“Han convertido a esta Asamblea en un órgano meramente deliberativo, sin ningún tipo de poder para impactar de la más mínima manera la realidad terrible que vive el mundo”, refutó, al tiempo que muchos representantes se mostraban de acuerdo con las reflexiones emitidas.
“Aceptémoslo con honestidad, el sistema de Naciones Unidas, nacido después de la Segunda Guerra Mundial, colapsó, se desplomó, no sirve. ¡Ah bueno!, para venir acá a dar discursos, a vernos una vez al año, sí, para eso sí sirve, y para hacer documentos muy largos y hacer buenas reflexiones y oír buenos discursos”, satirizó en medio de aplausos y amarguras.
Chávez propuso, como en años atrás, cuatro “modestos objetivos”, considerados “de necesidad impostergable”, en función de colocarlo en el centro del debate mundial.
El primero de ellos, estaba circunscrito a la expansión del Consejo de Seguridad, permitiendo el ingreso de nuevos países desarrollados y en vías de desarrollo, como actuales miembros permanentes.
El segundo punto se basó en la aplicación de “métodos eficaces de atención y resolución de los conflictos mundiales”, pasando por la supresión inmediata del “mecanismo antidemocrático” del veto, hasta llegar al fortalecimiento de las atribuciones del Secretario General del foro universal. “En estos diez años el mundo lo que ha hecho es complicarse; el hambre, la miseria, la violencia, la violación a los derechos humanos, lo que ha hecho es agravarse. Esto es consecuencia terrible del colapso sobre el sistema de Naciones Unidas y de la pretensión imperialista norteamericana”, argumentó.
Venezuela en el Consejo de Seguridad
Se vio el reloj. Quedaba poco tiempo. No quiso desaprovechar los segundos que restaban para recriminar las presiones ejercidas por Estados Unidos contra otros países, para evitar que Venezuela de ingresara al Consejo de Seguridad de la ONU como miembro no permanente.
“El imperio tiene miedo a la verdad, a las voces independientes, acusándonos de extremistas. ¡Ellos son los extremistas!”, objetó Chávez, quien agradeció el respaldo de los países en vías de desarrollo.
“Dada la agresión abierta del imperio norteamericano, pues eso aceleró el apoyo de muchos países, lo cual fortalece mucho moralmente a Venezuela, a nuestro pueblo, a nuestro gobierno”, manifestó Chávez, quien se encontraba acompañado de toda la comitiva venezolana compuesta por Nicolás Maduro, entonces canciller de la República; Roy Chaderton, representante permanente ante la Organización de los Estados Americanos (OEA); Jorge Valero, embajador de Venezuela ante la ONU; Bernardo Álvarez, embajador de Venezuela en los Estados Unidos y Francisco Arias Cárdenas, representante permanente en la ONU.
“Nosotros, al ocupar un puesto en el Consejo de Seguridad, no sólo vamos a traer la voz de de Venezuela, sino la voz la del Tercer Mundo, la voz de los pueblos del planeta; ahí estaremos defendiendo la dignidad y la verdad”, reiteró.
Un nuevo amanecer
Con hechos palpables, en una década, Chávez comentó que la tesis del escritor y político estadounidense de origen japonés, Francis Fukuyama, del “fin de la historia y el último hombre”, que supone el dominio mundial por EEUU, era “totalmente falsa”, debido a lo agotado que se encontraba el sistema imperante.
“Hay un amanecer en el planeta y se ve por todas partes, por América Latina, por Asia, por África, por Europa, por Oceanía. Quiero resaltar esa visión de optimismo para que fortalezcamos nuestra conciencia y nuestra voluntad de batalla por salvar al mundo y construir un mundo nuevo”, admitió.
“Ojalá podamos verlo nosotros y vivirlo mejor nuestros hijos y nuestros nietos, un mundo de paz bajo los principios fundamentales de la Organización de Naciones Unidas, relanzada y reubicada”, manifestó Chávez, quien propuso que la sede debía reubicarse en otro país respetuoso, en realidad, de los derechos humanos.
“¡Huele a azufre, pero Dios está con nosotros!”, puntualizó el hombre que desde Sabaneta salió para convertirse en la voz de quienes añoran un futuro mejor, donde la miseria, el hambre y la explotación sean sólo un amargo recuerdo más allá de la realidad que se presenta hoy en los cinco continentes.
@OswaldoJLopez
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