Injerencia cubana contra injerencia panameña

Muchos de los voceros de la oposición no miden su talante al momento de gritar a los cuatro vientos que están en contra de la injerencia cubana en nuestro país. Manifiestan, además, que somos una colonia cubana. Sin embargo, por otra parte, es contradictorio que muchos de ellos adoraron y se la pasan adorando a personajes cuya nacionalidad es precisamente esa que proclaman odiar.

En primer lugar se olvidan del antecedente sucedido en la Cuarta República cuando sus abuelos y padres y, probablemente muchos de ellos también, fueron amiguísimos de un ciudadano cubano llamado Orlando Castro quien, gracias a toda esa red de contactos que logró establecer, pudo darse el lujo de estafar a una buena parte del Estado con operaciones fraudulentas bancarias y después fugarse hacia Miami como si nada.

Ya en tiempos más recientes, se cuentan entre los escuálidos un montón de admiradores de Osmel Sousa (nacido en Cienfuegos), de los herederos de Diego Cisneros (nacido en La Habana), que darían el oro y el moro por conocer a Ismael Cala (nacido en Santiago de Cuba) y, adicionalmente, reciben instrucciones vía electrónica de un tal Robert Alonso hermano de María Conchita Alonso (ambos nacidos en Cienfuegos), entre otros cubanos a quienes la isla les quedó demasiado grande y no comprendieron lo que es vivir con dignidad y salieron a arrastrarse al imperio. Cuando los escuálidos se olvidan de esto vez que lanzan alaridos contra Cuba no se dan cuenta de que, si alguien ha apoyado a los cubanos desde hace tiempo atrás han sido ellos mismos.

Esos mismo, que tanto dicen oponerse a la injerencia cubana, se deshacen en elogios cuando un cantante panameño llamado Rubén Blades comienza a opinar a diestra y siniestra acerca de cómo debe llevarse la política en nuestro país y para para poner la guinda del pastel, celebran cuando sale una diputada, que fue elegida para representar a una parte del pueblo venezolano en la Asamblea Nacional, a actuar en una instancia internacional recibiendo una acreditación del gobierno panameño. En otras palabras, injerencia cubana no pero panameña sí.

Es que una de las señales más evidentes que desenmascara a los fascistas es creer que son de una raza que es mejor que otra. Su complejo de raza superior no es más el resultado de un adoctrinamiento pertinaz por horas, meses y años, desde los medios de comunicación en los que se ha tratado de poner a nuestros amigos cubanos como unos ciudadanos mediocres y aprovechadores. Para ellos, servir a los yanquis o pro yanquis, como los cubanos, sí vale la pena. Igualmente, para ellos todo lo que huela a cubanos o a chavistas es simplemente algo para asquearse mientras que ser pro yanqui es algo que da prestigio.

Nosotros los revolucionarios caeríamos en el mismo error si creemos que existen cubanos buenos y cubanos malos o panameños buenos y malos. No tenemos que olvidar que todos somos ciudadanos latinoamericanos y, dentro de nuestra diversidad, debemos coexistir como una sola fuerza que pueda hacerle frente a cualquier interés imperialista venga de donde venga. Tenemos que tener claro que existen muchos intereses internacionales para que nuestro proyecto político se pierda y que la lucha contra Venezuela la cual no es sino una cara de la moneda en la lucha en contra del despertar que se ha producido en América Latina para que los ideales de unión, libertad y justicia soñados por Simón Bolívar y Chávez finalmente puedan concretarse. ¡Viva Venezuela! ¡Viva Cuba! ¡Viva Panamá libre! ¡Viva Latinoamérica!





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Marcos Henríquez

Licenciado en Historia. Investigador y docente universitario.

 henriquezm1970@gmail.com

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