En defensa de Hugo Chávez

Una revolución benigna

  • Nota: El presente artículo es la versión en castellano del artículo A Benign Revolution, publicado en el journal Foreign Affairs.

En su recientemente publicado libro, “Fuego Amistoso: Perdiendo Amigos y Haciendo Enemigos en el Siglo Antiamericano”, la académica latinoamericana Julia Swieg escribe, “cuando las élites de Estados Unidos —el gobierno, los medios, y el sector privado— obtienen su información mayormente de sus contra partes en otras sociedades, Estados Unidos se desconecta de las condiciones, los sentimientos, preferencias y experiencias de aquellos que viven en los márgenes de lo que los americanos han asumido incorrectamente como un fenómeno universal de progreso político, social y económico prometido a través de la democracia y la globalización”.

Como Embajador de Venezuela en Estados Unidos, he pasado gran parte de mi permanencia en el cargo tratando de fomentar que la política y el sistema de gobierno de Washington vean más allá de la información que reciben sobre Venezuela por parte de las élites venezolanas. Dadas las actitudes hostiles generales hacia Venezuela y su presidente, Hugo Chávez, en Washington hoy en día, parece que hay todavía mucho trabajo por hacer.

En meses recientes, ha habido mucha discusión acerca de Venezuela en las páginas de Foreign Affairs. Peter Hakim (“Está Washington perdiendo a Latinoamérica? enero/febrero 2006) criticó agudamente al Presidente Chávez en un artículo acerca de las relaciones con Latinoamérica; el ex Ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, atacó su “populismo” (El giro izquierdista de Latinoamérica mayo/junio 2006); y Michael Shifter evaluó negativamente su política doméstica y extranjera (En búsqueda de Hugo Chávez mayo/junio 2006). Desafortunadamente sus análisis malinterpretan el proceso de cambio dramáticos que está ocurriendo en Venezuela. Sus opiniones reflejan un giro derechista en la perspectiva de Washington sobre Latinoamérica, una región que está lentamente escapando de la ataduras de un modelo económico y social impuesto por Estados Unidos e instituciones financieras internacionales en los años 1980 y 1990.

La gente a lo largo de la región está eligiendo a líderes que prometen dirigir a sus países a un camino independiente, uno que expande el significado de participación democrática mientras que acorta la gran diferencia entre los más ricos y los más pobres de la región. Esta tendencia no es una amenaza a Estados Unidos, y no debe ser percibida como tal.

El Presidente Chávez es a menudo acusado de muchas cosas: socavar la democracia, manejar mal la economía del país, y promover la inestabilidad regional son unas pocas de las críticas que he escuchado recientemente, muchas veces de oficiales de la administración Bush. Otros repiten esas acusaciones. Hakim lo llama “un adversario polémico y potencialmente peligroso”, y Castañeda alega, en referencia al presidente Chávez y jefes de estado como el, “para todos estos líderes, el desempeño económico, los valores democráticos, los logros programáticos, y las buenas relaciones con Estados Unidos no son imperativos pero restricciones molestosas”. Similarmente, Shifter se refiere al régimen del Presidente Chávez como “iliberal” y las ideas de sus políticas como “mayormente dudosas”. Estas opiniones no reflejan un entendimiento de lo que es un proceso de cambio inevitable en Venezuela—uno que busca corregir males sociales de hace mucho tiempo y permitir a los venezolanos dirigir el futuro de su país.

Una encuesta reciente sobre la democracia en Latinoamérica emite cierta luz sobre la Venezuela contemporánea. Conducida por Latino-barómetro, una respectada compañía encuestadora independiente chilena, la encuesta encontró que de las poblaciones de los 18 países latinoamericanos estudiados, los venezolanos eran los que más probablemente describirían a su gobierno como “totalmente democrático”. Similarmente, Venezuela se ubicó segundo en términos de la satisfacción de sus ciudadanos con su sistema de democracia, ubicándose sólo detrás de Uruguay. De hecho la satisfacción con el gobierno en Venezuela ha sido mucho más alta durante el período del Presidente Chávez que nunca antes, y se mantuvo así incluso durante el 2003, cuando un sabotaje petrolero liderado por la oposición realzó el sentido de una crisis política. Nada de esto debería sorprendernos: la constitución de 1999 amplió la definición de los derechos y responsabilidades, expandió la participación política, y fomentó a los venezolanos a convertirse en interesados activos del desarrollo político, económico y social de su país. Los venezolanos han participado en numerosas elecciones desde que el Presidente Chávez llegó al poder, incluyendo una específicamente designada a permitir a los ciudadanos reducir la permanencia de un oficial elegido—en este caso, el presidente mismo.

El Presidente Chávez se ha mantenido como un encargado responsable de la economía venezolana, implementando políticas que han promovido el crecimiento mientras que han reducido la inflación y el desempleo. Su gerencia responsable de la economía se hizo evidente durante sus primeros años en el poder, cuando dos veces recortó el presupuesto e implementó medidas para controlar la inflación. Excepto durante el impacto negativo del golpe de estado liderado por la oposición de 2002 (el cual Estados Unidos apoyó tácitamente) y el sabotaje petrolero de 2003, la economía se ha mantenido fuerte desde que llegó al poder. Creció 17.9 por ciento en 2004 y 9.3 el año pasado, y pareciera que ese crecimiento continuará este ano. Lo más importante es el hecho que el sector no-petrolero ha estado creciendo más rápido que el sector petrolero –10.6 por ciento en 2005-- indicando una importante diversificación de la economía del país. La inflación, el tipo de interés, y el desempleo han caído, mientras que la inversión fija bruta, los micro créditos, la construcción, las compras de carros, y la confianza de los consumidores todos han aumentado. La recolección de impuestos ha aumentado, y las ganancias por impuestos de Venezuela como un porcentaje del PBI ahora se encuentra en 25 por ciento, más alto que el de cualquier otro país en la región y acercándose al porcentaje de Estados Unidos. Venezuela recientemente también pagó $4.7 mil millones de su deuda internacional por adelantado, llevándolo a una disminución del 15.2 por ciento del pago anual de deuda externa. Venezuela se ha convertido en el segundo más grande socio comercial de Estados Unidos en la región, detrás sólo de México, y el decimotercero socio comercial de Estados Unidos en el mundo, manteniendo un comercio de más de $39 mil millones en 2005. No es una sorpresa que el índice de riesgo de país en Venezuela haya disminuido continuamente desde 2003, cuando el Presidente Chávez inició un esfuerzo coordinado para la recuperación económica.

Sin embargo, más importante que simplemente promover el crecimiento económico es pagar la deuda social que el gobierno acumuló por más de cuatro décadas de desatender los problemas más apremiantes de Venezuela. El Presidente Chávez está supervisando un programa ambicioso de misiones sociales destinadas a corregir algunas de las desigualdades más resaltantes de Venezuela en educación, vivienda, salud, seguridad alimenticia, y entrenamiento laboral. El gasto del gobierno en programas sociales ha aumentado dramáticamente desde que el Presidente Chávez llegó al poder, y ahora se encuentra en casi 15 por ciento del PBI. Quince millones de venezolanos—casi la mitad de la población—han recibido cobertura médica gratuita de parte de 20,000 doctores localizados en las áreas más pobres de Venezuela a través de la Misión Barrio Adentro, mientras que cerca de 9 millones se han beneficiado de precios subsidiados de alimentos básicos a través de la Misión Mercal. Las varias misiones educativas- de educación básica, secundaria y universitaria—han beneficiado a millones más, permitiendo que el país se declare libre de analfabetismo el año pasado. De hecho los programas sociales de Venezuela permitirán al país alcanzar las Metas del Nuevo Milenio de la ONU en 2012, tres años adelantado, y la posición del país en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU (una medición amplia de bienestar social y económico) continua aumentando. A pesar de que algunos críticos han llamado a estos programas clientelistas; éstos están simplemente respondiendo a las necesidades por mucho tiempo ignoradas y están construyendo el muy necesitado capital humano en Venezuela. El pueblo venezolano está siendo proveído con las herramientas básicas para volverse más productivo y competitivo, tanto así que incluso miembros de la oposición han reconocido el valor inherente de estas misiones sociales.

No es un secreto que las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela continúan siendo tensas. Sin embargo, Venezuela simplemente no es una amenaza para Estados Unidos, mucho menos un enemigo. Muchos en la administración Bush—todavía convencidos de que la guerra fría no ha terminado en Latinoamérica—lo ven como tal, yendo tan lejos como tratar de ubicar a Venezuela en la lista de estados que patrocinan el terrorismo, a pesar de carecer de evidencia que pruebe dicho alegato e incluso luego de negar cínicamente la extradición de Luis Posada Carriles, un muy conocido terrorista cubano, a Venezuela para que se enfrente a un juicio por el asesinato de 73 civiles inocentes en 1976. Internamente, Venezuela busca implementar las medidas necesarias para promover el crecimiento y asegurar el desarrollo social; externamente, busca la integración política regional con la cual puede garantizar que Latinoamérica pueda incitar los mercados internos y negociar más justamente con otros poderes globales, Estados Unidos incluido. La administración Bush continua viendo los cambios en Venezuela como una amenaza y ha buscado utilizar cualquier medio político a su disposición para aislar al Presidente Chávez. El pueblo de Venezuela y la región saben más.

Los cambios que están ocurriendo en Venezuela reflejan el verdadero espíritu del pueblo del país, y si estos cambios no sucedieran ahora, sucederían eventualmente. El surgimiento del Presidente Chávez no es un accidente, y tampoco debería ser tomado como una sorpresa. El modelo de desarrollo económico y gobierno democrático impuesto por Estados Unidos por décadas fracaso en asegurar el progreso social, y los resultados fueron obvios: aumento de pobreza, inestabilidad, y desilusión hacia gobiernos democráticos. Al inicio de las reformas estructurales instituidas en 1989, el porcentaje de venezolanos viviendo en pobreza extrema salto de 43.9 por ciento a 66.5 por ciento en un solo año. Consecuentemente, el porcentaje de venezolanos que demandaban cambios radicales aumentó constantemente de 51 por ciento en 1995 a 63 por ciento en 1998, de acuerdo a Consultores 21, una compañía encuestadora independiente. Ya que los dos partidos políticos dominantes se habían convertido en una extensión de los intereses comerciales y tenían un triste record en promover crecimiento y justicia social, estos fueron reemplazados pacíficamente y democráticamente.

Agradecidamente, los cambios en Venezuela están ocurriendo con el apoyo de su pueblo y están teniendo un impacto en sus vidas diarias. Espero que algunos de los políticos y pensadores de Washington puedan finalmente darse cuenta de esto.


Bernardo Alvarez es el embajador de Venezuela en los EE.UU. y escribió este artículo para la edición de julio de 2006 del journal estadounidense de relaciones internacionales Foreign Affairs.


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Bernardo Álvarez Herrera


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