Un rápido balance de las elecciones del 6 D podría sintetizarse en las siguientes conclusiones. Comencemos por los resultados. El chavismo obtuvo el 68.4 % de los votos; la Alianza Democrática que reúne los restos de los viejos partidos de la IVª República, sobre todo Acción Democrática y el COPEI, se alzaron con el 17.5 %, la Alianza Venezuela Unida cosechó 4.1 %; el PCV un 2.7 % y un conjunto variopinto de otras fuerzas políticas un 6.5%. Se ratifica plenamente el carácter mayoritario del chavismo, pero aparece un conjunto de fuerzas políticas que, en su heterogeneidad, serán un desafío importante para el gobierno del presidente Maduro. Los planes de la derecha subversiva y el imperialismo han sido derrotados, en una batalla pírrica. No sería arriesgado asegurar que con una nueva Asamblea Nacional deberán venir tiempos mejores. O, deberían venir tiempos mejores. Ante este nuevo panorama político-institucional se requerirá del gobierno y el PSUV actuar con mucha inteligencia, firmeza y prudencia. Lo que sabiamente recomendaba Maquiavelo: actuar con la astucia del zorro y, de ser necesaria, la fuerza del león.
Segundo, es innegable que se produjo una significativa baja en la tasa de participación electoral, llegando según las últimas informaciones al 32 %. No es la más baja de la historia electoral de Venezuela, pero sí la segunda más baja. La menor concurrencia se verificó en las elecciones parlamentarias del 2005, cuando la oposición decidió llamar a la abstención. En esa ocasión acudió a las urnas el 25 % de los votantes, aún con Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores. Debe tenerse en cuenta que en Venezuela el voto no es obligatorio. Esta vez también hubo un llamado a la abstención pero fue menos efectivo. No es para celebrarlo, porque revela que hay un problema que el gobierno chavista, el PSUV y las fuerzas políticas aliadas deberán encarar y resolver. Y hacerlo cuanto antes.
Tercero, no basta con certificar lo anterior sino que es preciso indagar sobre las probables causas de este descenso en la voluntad participativa del electorado. Entre los factores que incidieron negativamente para que éste no acudiese masivamente a las urnas se cuentan sin duda los efectos de la pandemia. Esta desalienta abandonar el hogar, subirse a un transporte público, formar una cola para votar, estar en cercanía con personas desconocidas, etcétera. Tales factores disuasivos no pueden ser subestimados. Esto, por supuesto, no quita la necesidad de revisar los dispositivos de movilización popular que siempre fueron tan importantes en el chavismo y que dan la impresión de estar necesitados de una urgente puesta a punto.
Otro factor que también influyó fue la intensa campaña mediática, nacional e internacional, que desalentó la concurrencia electoral y que pese a no contar con prueba alguna descalificó a la elección como un siniestro fraude urdido por el oficialismo. Actores como el gobierno de Estados Unidos, los archicorruptos y represivos gobiernos del Grupo de Lima junto a los de la Unión Europea, un decrépito monumento mundial a la hipocresía y al doble discurso que se unió a esa cruzada y se negó a enviar observadores al 6D. Todos ellos, como asegura Marco Teruggi, estuvieron durante largos meses “llamando a no votar y realizaron acciones de presión diplomática y económica sobre dirigentes de oposición". Esas prédicas, apoyadas en un formidable aparato propagandístico, lamentablemente debilitaron la conciencia ciudadana en algunos sectores de la población.
Otro elemento que jugó un papel para desalentar la participación fue el impacto multidimensional y profundo del bloqueo impuesto por Estados Unidos a Venezuela, como también a Cuba desde hace sesenta años, y que creó innumerables dificultades de todo tipo: escasez de alimentos y medicamentos, de suministros esenciales como la gasolina para los automóviles, problemas en el transporte público, falta de repuestos para la industria petrolera y el metro de Caracas, especulación cambiaria, deterioro salarial, devaluación del Bolívar. El reverso necesario, imprescindible, del bloqueo de Estados Unidos es un entramado mafioso gestionado por el “narconegocio” y en el cual se entrelazan narcotraficantes y paramilitares colombianos (amparados por el gobierno de Iván Duque) en conjunción con algunos funcionarios corruptos de la administración pública y las bandas delincuenciales locales, todo lo cual amplifica los alcances disruptivos del bloqueo y deteriora aún más la calidad de vida de la población. En una instancia concreta como la elección parlamentaria del 6 D estas circunstancias sin duda operaron para desestimular la participación ciudadana.
Como si lo anterior no fuera poco hay que agregar el verdadero crimen político perpetrado por la Asamblea Nacional controlada por la oposición antichavista. Esa rama del estado fue gravemente deslegitimada al estar volcada, desde su inauguración, a un perverso y tiránico objetivo: lograr el derrocamiento del presidente sin dictar ni una sola ley que podría haber aliviado la situación de la población afectada por el bloqueo. Sus más prominentes personeros llegaron, en su ofuscación, a solicitar a las autoridades civiles y militares de Estados Unidos que invadiesen o atacasen a su propio país. Esta afrenta al sentimiento nacional venezolano, esta conducta antipatriótica, anti bolivariana, de quienes se desviven por hacer de Venezuela una gigantesca Miami con petróleo, oro y coltán ejerció un influjo negativo en la conciencia ciudadana y la alejó de la contienda electoral y, en cierta medida, de la política. Muchos lo hicieron pensando que la AN había caído en tal desprestigio e inefectividad que ni valía la pena molestarse en salir de la casa para ir a votar.
Teniendo en cuenta estas condiciones habría sido un milagro que la población hubiese salido a las calles masivamente para emitir su voto. No obstante, con extraordinaria unanimidad, la “prensa seria” de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa condenó sin atenuantes la jornada electoral del 6 D. Era previsible, porque a esos medios de periodismo ya no les queda ni un gramo. Usurpan ese nombre para ocultar que se convirtieron en simples “oficinas de prensa y propaganda” al servicio de las grandes fortunas y de los intereses más reaccionarios. Su propensión a mentir es incontrolable y la legión de sus “pseudo-periodistas” -embusteros de alta gama que hicieron de las “fake news”, la sofistería, el ocultamiento de verdades molestas y la extorsión su modo de vida- se desató hasta extremos sin precedentes en los últimos días. Discípulos fieles de Joseph Goebbels mienten y mienten porque, como decía el colaborador de Adolf Hitler, algo quedará de esas mentiras. Y no dejaron (¡ni dejarán!) de mentir con tal de difamar al gobierno bolivariano.
Un ejemplo de esas maniobras del “sicariato mediático” es el ocultamiento de algunos datos que podrían arrojar luz sobre las razones de la baja concurrencia electoral del 6 D. Por ejemplo, se abstuvieron de informar y poner en perspectiva ciertos antecedentes, como el hecho de que en las elecciones municipales de Francia que tuvieron lugar el 28 de junio, donde se elegían alcaldes en las grandes ciudades del país, comenzando por París, la tasa de participación electoral fue del 40 %. Pero, ¡atención!: ningún país estaba ejerciendo un bloqueo integral en contra de Francia, desquiciando la cotidianeidad de su población como sí ocurrió en el caso del país sudamericano. Pese a ello menos de la mitad de la ciudadanía francesa concurrió a los comicios.
Los embaucadores del diario ultraconservador español ABC informa en su edición digital del 6 de diciembre que “el gobernante Partido Nacional Liberal (PNL), de centro-derecha y pro-europeo, protagonizó este domingo una severa caída, en las elecciones celebradas en Rumanía, debido al desgaste que ha supuesto su gestión de la pandemia y las condiciones en las que la crisis sanitaria ha obligado a celebrar la campaña electoral y las votaciones. … todo ello en el contexto de un mínimo histórico de participación, el 31,84%, el nivel más bajo desde la caída del régimen comunista en 1989.” Conclusión: lo que es razonable y comprensible en los casos de Francia y Rumania es censurable y condenable cuando tal cosa ocurre en la Venezuela bolivariana y da pie a toda suerte de cuestionamientos. Y esto no es todo: en las elecciones legislativas del 2014 que tuvieron lugar en Estados Unidos, la “mayor democracia del mundo” (¡favor de contener la carcajada!) la tasa de participación electoral se empinó unos pocos puntos encima de la venezolana: 36 %. Pero, los farsantes mediáticos ocultan todos estos datos porque destruyen sus falacias acerca de lo ocurrido en Venezuela. De lo que se trata no es de informar y educar a la opinión pública sino de llevarla de las narices, manipularla para que ricos y poderosos mantengan intactos sus privilegios. Les está costando cada vez más porque somos un número creciente los que estamos librando batalla contra la tiranía mediática. No cejarán en su empeño, y nosotros menos todavía.