Los miedos de la Paz

La iniciativa del presidente Hugo Chávez Frías de aceptar la invitación de la senadora colombiana Consuelo Córdova para facilitar un proceso de diálogo y negociación entre el gobierno del presidente Alvaro Uribe y las Fuerrzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo, FARC-EP, con vista a un Intercambio Humanitario, que permita la libertad de de los miembros de los policías, militares y civiles en poder de esa organización político-militar, así como de los miembros de esa organización recluidos en diversas cárceles por delitos de rebelión y otros ilicitos conexos; pareciera haber desatado el nudo gordiano del problema de la paz en Colombia y puesto a revisar sus inamovibles posturas por los dos actores principales del conflicto armado interno en esa hermana nación bolivariana.

A pesar de la actitud de los gobernantes colombianos de mantener la insostenible tésis del conflicto armado interno como un simple problema de "orden público"; la realidad de Colombia evidencia una generalización de la guerra, la creciente intervención de los Estados Unidos a través de los Planes "Colombia" y "Patriota", el desplazamiento de millones de campesinos y población indígena, el sostenimiento de combates en más del 50 % del territorio, con bajas importantes en ambos lados y la internacionalización de los efectos nocivos del conflicto aramado, son claras demostraciones de que existe una guerra interna ( que tiende a internacionalizarse) y que su solución no puede ser otra que el reconocimiento de las causas, polìticas, económicas y sociales que la generaron y la existencia de los actores legítimos que participan, que debería conducir a un diálogo sincero de las partes sobre las vías, los tiempos y los cambios que son necesarios para la superación definitiva de 50 años de confrontación fraticida, en una hermosa tierra de verdes montañas, caudalosos ríos, sabanas intrerminables y gentes laboriosas que tiene Derecho a una vida de Paz, Justicia, Democracia y Bienestar.

En el marco de esta compleja situación, y sus graves consecuencias económicas, sociales y de seguridad en toda la región andina, es imposible, aún respetando los Principios de Autodeterminación de los Pueblos y No Ingerencia en los Asuntos Internos, que los Estados vecinos no sientan la inmperiosa necesidad de promover iniciativas dirigidas a la solución de los problemas más dramáticos de la guerra colombiana, como es el de los privados de su libertad por los actores del conflicto, e incluso, de promover procesos de buenos oficios y mediación con el fin de desescalonar la guerra y buscar acuerdos para la solución pacífica y negociada del conflicto más antiguo y dramático de América Latina.

Sin embargo, las viejas élites políticas y económicas de Colombia, con el apoyo de los Estados Unidos, se han negado a atender los llamados de la comunidad internacional y de importantes gobiernos de América Latina y Europa, para superar los esquemas y maniqueismo de la Guerra Fría y la llamada "Guerra Contra el Terrorismo", aceptando como interlocutor válido a la FARC-EP y considerando como legítimas sus propuestas de cambio en el modelo de Estado y sociedad que desde el siglo XIX se mantiene más o menos inalterrable en la tierra colombiana, permitiendo que el pueblo colombiano, en el ejercicio pleno de su soberanía pueda, libre de todo apremio, decidir democráticamente, el curso de su desarrollo histórico concreto al lado de sus hermanos pueblos latinaoamericanos y caribeños.

En el fondo de esta actitud se encuentra el temor a lo que se podría calificar como "la dinámica de la paz", entendida ésta como un proceso incontrolabe de efectos sicosociales y políticos que envuelve los escenarios de conflictos y que tiende a desatar la fuerza indetenible de los pueblos involucrados, con el apoyo de otros pueblos y gobiernos amigos por imponer soluciones de paz cuando actores internos y externos de la guerra pretenden seguir manteniendo sus posiciones de confrontación armada. Salvando los momentos históricos y los espacios territoriales, los Grupo de Contadora y Esquipula, promovieron una dinámica de Paz que hizo posible que los actores armados se sentaran a negociar la paz centromericana y los factores extrernos tuvieran que aceptar los resultados de ese proceso, el cual permite hoy, con todas y sus inconsecuencias, que el área se haya integrado y la la confrontación interna de las ideas y proyectos políticos, haya reemplazado el ruido tenebroso de las armas.

Así, la visita del presidente Chávez a Bogota, el pronunciamiento positivo de la mayoría de sectores sociales y politicos colombianos, su encuentro en Caracas con la representación de las personas en poder de las FARC-EP, el apoyo del presidente frances Zarcozy, la entrevista de familiares de los tres norteamericanos prisioneros de la organización guerrillera con nuestro embajador en Estados Unidos, Bernardo Alvarez, la carta del supremo comandante guerrillero Manuel Marulanda Velez, y la exitosa culminación de la entrega de los cadáveres de los diputados muertos en poder de las FARC-EP, son indicaciones claras que el proceso inició su propia dinámica y que todos los factores y actores que convergen sobre ese escenario tendrán que asumir sus propias responsabilidades frente a Colombia y la comunidad internacional.

Preocupa, sin embargo, que ante estos claros indicios de aceleración del proceso, primero el canciller Araujo e, inmdiatamente después, el presidente Uribe, asuman discursos de intolerancia frente al proceso de mediación y reiteren sus expresiones de descalificación y criminalización de la contraparte, por cuanto ello apunta entorpecer las diligencias de acercamiento de buen oficiante y mediadadora del presidente Chávez y a torpedear la dinamica de la Paz apenas iniciada, generando un clima de nuevas sospechas, recelos y descalificaciones que retrasen, e incluso nieguen, la generación del espacio de diálogo sereno y constructivo necesario para avanzar en soluciones efectivas y duraderas.

Pese a los miedos a la Paz de las élites neogranadinos gobernantes, las conspiraciones del Departamento de Estado para impedir el éxito de la iniciativa mediadora del presidente Chávez y los recelos de las FARC-EP, en Colombia existen condiciones históricas para pensar y soñar que el Canje Humanitario y el ulterior inicio de un proceso de negociación politica sobre las causas y soluciones al conflicto armado interno, serán apoyadas y sostenidas por una Nación agotada por el sufrimiento de una guerra que solo sirve hoy a quienes pretenden impedir que sobre el cauce de la tierra colombiana surquen los caminos que integren, unan y hermanen a todos los pueblos de América Latina y el Caribe, como fue el sueño y obra de Simón Bolívar.

yoelpmarcano@yahoo.com






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Yoel Pérez Marcano


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