El país todo ha seguido con vibrante emoción el magistral desempeño de nuestra selección, durante la segunda edición del Clásico Mundial de Béisbol, que se lleva a cabo en Estados Unidos. Buena parte de los muchachos que componen este gran equipo venezolano son peloteros de grandes ligas, muchos de ellos ya consagrados como el injustamente abucheado Magglio Ordóñez, el gran Bob Abreu, el versátil Carlos Guillén, el aguerrido Melvin Mora, el joven fenómeno Miguelito Cabrera y el no menos excepcional Francisco “Kid” Rodríguez, por citar sólo algunos; pero también hay otros muchachos que apenas comienzan sus carreras, como Maxi Rodríguez o el mismo Félix Hernández.
En esta oportunidad el manager Luís Sojo ha demostrado que se logró superar en alguna medida la falta de planificación que nos afectó durante la primera presentación de la vinotinto en una competición como esta, sin embargo los males de una Federación que incluye en su directiva a unos cuantos mediocres no han sido desterrados del todo.
El desempeño de la selección y las emocionantes victorias conseguidas han opacado en buena medida las cuotas de improvisación con que se ensambló el equipo y la falta de entrenamiento previo. Ni que decir del manejo tan dudoso del dinero obtenido por los muchachos en su primera participación en el clásico. Con el colapso del Stanford Bank quedó en evidencia cómo se estaban haciendo manejos extraños con los recursos conseguidos por los jugadores en el primer mundial beisbolero de esta era.
En esta ocasión, gracias al coraje y calidad de los muchachos que integran el equipo, y al buen manejo táctico del estratega Luís Sojo, quien junto a un cuerpo técnico que incluye a glorias inmortales de nuestra pelota como el gran Antonio Armas y el gran gato Andrés Galárraga, entre otros; ha sabido superar los obstáculos y tiene al equipo en semifinales, como firme aspirante a disputar la finalísima del torneo con Japón o Estados Unidos.
Uno como venezolano siempre tiene la fe puesta en su selección por más que los analistas y “expertos comentaristas” poco o nada apostaban por el equipo. Pero a decir verdad las ausencias de figuras clave como el “gocho” Johan Santana y el “toro” Carlos Zambrano nos conferían la etiqueta de “cenicienta”, frente a escuadras portentosas como la de Cuba, EEUU, Puerto Rico o la misma República Dominicana.
No obstante, los muchachos han sacado a relucir el amor propio, el orgullo patrio y la pasión patria y se ha conformado una atmósfera tan positiva que –como ya dijimos- nos mantiene en la pelea con opción de triunfo.
Yo en lo personal -y creo que con esto resumo el sentir de la gran mayoría el país- apuesto con toda el alma y el corazón a que la selección se corone campeona de este evento, sería la justa y merecida recompensa para un grupo de atletas que han dejado el 100% en el terreno de juego, sólo por amor patrio. Además sería una tremenda lección moral y de entrega para todo el país, pero en especial para esos atletas que prefirieron no uniformarse con la camiseta de la selección para evitarse problemas con sus amos comerciales.
Qué el béisbol es una disciplina compleja y la “vida útil” de un pelotero es relativamente corta, es un argumento comprensible, pero creo que nada puede estar por encima de representar a tu propio país. Aunque versados analistas del béisbol, como Juan Vené, llamen a esto “patrioterismo”, sigo pensando que el mayor orgullo de cualquier atleta debe ser representar a su patria.
Testimonios los hay de sobra, cualquier deportista de alta competencia coincide en señalar que poner el nombre de su país en alto y escuchar las notas del himno nacional fuera del propio terruño reviste una emoción inenarrable, indescriptible, que no se equipara a ninguna jugosa suma de dinero.
¿Cómo puede ser posible que una corporación de Grandes Ligas decida cuándo juegas y cuándo no, si representas a tu país o si no puedes? Ya no les basta con que los muchachos que se forman en nuestra liga profesional ya prácticamente no puedan deleitar a su fanaticada porque un “pez gordo” pagó una cifra astronómica por la exclusividad de los servicios de nuestros héroes. Esa es la lógica capitalista, la misma que mina la moral y unidad de los pueblos, el mensaje siempre es el mismo: el dinero corrompe todo y lo puede todo. Debemos adorar al dios dinero con loca pasión.
Así algunos de nuestros muchachos pasan de ser héroes nacionales a vulgares mercenarios que se venden al mejor postor. De Santana y Zambrano se dijo que estaban lesionados y no podían correr riesgos, pero no más comenzó la pretemporada del “mejor béisbol del mundo” han realizado lanzamientos a tope de condiciones en la “gran carpa”.
Es la misma actitud de desinterés que ha exhibido la selección norteamericana, la cual si pudo llevar todas sus estrellas, pero cuando se les ve en acción les falta esa chispa, esa pasión patria, esa hambre de triunfar a nombre del país. Es obvio que tantos años de mierda capitalista les han adormecido el alma y espíritu. Cabe la pregunta: ¿quiénes así piensan y actúan son atletas o vulgares mercenarios?
Dependiendo del desempeño final el pote que alcance la vinotinto, éste puede ascender a 2 millones de dólares aproximadamente. Desde ya conviene preguntarse ¿cuál será el destino de ése dinero? Sería bueno dar su cuota parte a los jugadores y cuerpo técnico y con el remanente realizar un fondo para invertir en las granjas de jóvenes peloteros y fortalecer las ligas infantiles, juveniles y amateur. Es tiempo de no seguir dejando las cosas al azar y cristalizar esa potencialidad innata que tienen nuestros muchachos para el béisbol, con la técnica, la planificación y el respaldo propio de las verdaderas potencias deportivas.
Cualquiera sea el desenlace de este clásico, motivos hay de sobra para estar orgullosos de nuestros muchachos. Si se gana conviene seguir con humildad la senda de la preparación y el trabajo constante, si pierde es igualmente obligatorio potenciar el respaldo a nuestro béisbol y al deporte en general.
¡Qué viva la vinotinto! ¡Qué vivan todos nuestros héroes que se han uniformado!
Qué mal por los peloteros mercenarios.
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