El pasado domingo 2 de mayo cogí una mano fuerte que me llevó al Hospital Militar. Y tomé la decisión de ir a ese centro porque siempre he creído fielmente en su desempeño. Una amiga, Flor Cabrera, enfermera, que trabajó un bojote de años en ese recinto médico-asistencial, hoy felizmente jubilada me hizo la segunda. Aunque estando la atención médica bastante adelantada le hice saber a los cuatro neurocirujanos que me atendían mi relación laboral y profesional con el Gobernador García Carneiro. Cosa que a ellos les alegró sobremanera. “Aquí en el Hospital Militar, me dijo uno de ellos, añoramos a mi General García Carneiro porque ha sido el único que le he metido la mano al Hospital, tanto a la planta física como al equipamiento y al pago de los pasivos laborales. Dale un abrazo bien fuerte y bien cariñoso”.
Pese al down pude ver en la entrada principal del Hospital Militar a mucha gente humilde, gente pobre de color oscuro y de piel maltratada con ropa humilde en procura de asistencia. Y adentro, recibiéndola, una buena cantidad de ella. Contentos por la atención. Algunos con las placas de resonancias magnéticas y los resultados de hematologías completa en sus manos. Eso sí pero todo en orden, con disciplina. Y algo que me llamó la atención es el cariño, el esmero y la dedicación con que médicos y enfermeras atienden a los pobres. Todo un dechado de virtudes.
Los médicos trataron mi caso delante de mí. Sin mucho misterio. Sentado en una silla cualquiera me auscultaron, me aplicaron los primeros auxilios y ordenaron una resonancia magnética, que resultó del carajo. El resultado de la placa hizo saltar de gozo al radiólogo como si fuese suya la placa.
“A García Carneiro, dijo Elizabeth una enfermera que no me desamparó nunca, yo le conozco bien porque trabajé con él. Es un hombre humilde, generoso, sencillo, que trata bien a todo el mundo. En este Hospital siempre le recordamos con cariño. Tanto médicos como enfermeras, camilleros, choferes, camareras, cocineras, lavanderas, barrenderos y demás personal de limpieza, empleados, personal administrativo, directores, jefes de departamentos le recordamos con cariño y sentimos por él un especial reconocimiento, consideración y profunda admiración.
EPILOGO
Por instrucciones del Gobernador García Carneiro, una vez superada la crisis hipertensiva, fui recluido en la Clínica Marceno, de Macuto en donde permanecí desde la noche del domingo 2 de mayo hasta el 6 del mismo mes en donde también fui atendido a cuerpo de rey. Hoy guardo un estricto reposo bajo el control y supervisión del Dr. Eutimio Pacheco.
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