A medida que se le buscan explicaciones de tipo político, resulta cada vez más complicado entender las razones que motivan a ciertos luchadores revolucionarios de larga data a estar hoy contra la propuesta de profundas transformaciones que adelanta el presidente Chávez en el país.
No asoman por ninguna parte explicaciones políticas lógicas a tan absurdo comportamiento, porque hasta para el más desprevenido analista esto no es sino reflejo del severo proceso de degradación en el que cayó el tradicional sector dirigencial del país.
Es posible arribar a algunas conclusiones esclarecedoras si se examina esta desviación desde el ángulo eminentemente psicológico. Visto así, es fácil suponer que en todo esto tenga mucho que ver el miedo a lo nuevo, a lo desconocido, al carácter intimidante que para algunos, sobre todo la gente de edad más avanzada, suele tener ese concepto abstracto, pero inexorable que es “el futuro”.
Más aún cuando no se tiene el control de las herramientas con las cuales éste se construye.
El miedo o rechazo al cambio es la base del conservadurismo y en general de las posiciones derechistas. O revisionistas, cuando éstas surgen desde el ámbito de la izquierda.
Pero ninguna de estas variables opera hoy en Venezuela, fundamentalmente porque lo que aquí se está produciendo, probablemente como un caso único en el mundo, es la fenomenal circunstancia en la que los máximos dirigentes históricos de la izquierda tradicional se oponen a un gobierno de corte auténticamente popular, pero a costa de ubicarse en el bando más reaccionario de la sociedad y junto a la más aberrada expresión de imperialismo de la historia contemporánea.
La conclusión más razonable es que esta gente jamás fue en verdad de izquierda, sino que un buen día encontró agradable el relativo prestigio de luchar contra todo gobierno, independientemente de su signo, así como la comodidad que da el actuar sin ningún compromiso desde la oposición, y por ende, por la ventaja que otorga el no desgastarse en el ejercicio de un cargo público.
Por eso, cuando se han visto al frente de responsabilidades concretas han fracasado tan estrepitosamente; porque no saben hacer sino mandar a otros a que hagan.
Eso es más cómodo... y hasta más glamoroso.
aaranguibel@msn.com
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