Toda conclusión o síntesis que carezca o que no sea el producto de un concienzudo y objetivo análisis, corre el riesgo de ser una perogrullada antes de nacer. El pragmatismo imperialista se guía, casi siempre, por la reacción voluntarista del deseo personal de quien para el momento tenga el botón de la discordia entre sus manos. De esa manera sacan sus conclusiones acusando a cualquier gobierno que, aunque sea, de palabra se oponga a sus designios perversos de expansionismo y dominación.
“El gobierno venezolano no combate al narcotráfico”. Analicemos si eso resulta cierto o falso. Constantemente por los medios de comunicación, especialmente televisivos, el gobierno venezolano anuncia la captura de capos y el decomiso de miles de miles de kilos de drogas. Incluso, ya son varios, de los capturados, los que han sido deportados a Estados Unidos y a otros países cumpliendo el gobierno venezolano con tratados internacionales de combate al narcotráfico de estupefacientes. Pero para la Celestina eso no dice nada.
“Venezuela se ha convertido en el puente más seguro para el narcotráfico”. Eso también lo dice el gobierno de Estados Unidos. Supongamos que eso sea cierto. Eso nos obliga a investigar para determinar ¿quién es el verdadero culpable de esa realidad? El gobierno de Estados Unidos elogia y subsidia al gobierno de Colombia, señalándolo como el ejemplo más digno a seguir en el combate al narcotráfico. “¡Aplausos y ayuda económica para el Estado colombiano!”. Así premia el gobierno de Estados Unidos al de Colombia.
¿Cuál es la verdadera de las realidades: las que anuncia el gobierno estadounidense o las que existen estimuladas, en muchos casos, por las políticas económicas del imperialismo?
En Colombia se produce la mayor cantidad de cocaína que consume un porcentaje elevadísimo de la población mundial. ¿Es esto una mentira o una verdad? Y el país más consumidor de drogas del planeta es Estados Unidos. ¿Es esto una verdad o una mentira? Ya eso indica que Venezuela está en el medio sólo como puente.
Sigamos en el análisis. Todos los proyectos propuestos por comunidades colombianas y hasta por organizaciones de carácter internacional para suplantar el cultivo ilícito de drogas por bienes alimenticios de consumo masivo, han fracasado porque el Estado se ha negado bajo el argumento que eso sería crear caldo de cultivo para la insurgencia y quedaría totalmente desenmascarado el famoso y triste “Plan Colombia”, ahora denominado “Plan Patriota”. Además, casi toda la ayuda monetaria estadounidense a Colombia es para ser invertida en armas o logística de guerra contrainsurgente. Si algo le conviene al imperialismo estadounidense es la continuidad del conflicto armado colombiano para garantizar su presencia en la región. Ya logró el objetivo de las bases militares que sustituyeron a la de Manta, la cual le fue revocada por el gobierno ecuatoriano que preside Rafael Correa. Desde Colombia, el imperialismo puede desplazar sus fuerzas militares a cualquier región suramericana de manera rápida y gozar de los materiales y hombres necesarios para una incursión armada en cualquier país vecino de Colombia en su afán de contrarrestar lo que se conoce como revolución bolivariana.
Actualmente, aun cuando se ha mentido diciendo que con el “Plan Colombia” (ahora “Plan Patriota”) se ha logrado disminuir el cultivo de drogas en Colombia, se produce mayor cantidad de drogas para la exportación. Frente a esa realidad no pueden ni las mentiras ni los engaños desvirtuarla como tampoco podrán presentar una estadística que indique que el número de consumidores de drogas en Estados Unidos, calculado en cuarenta millones, se ha disminuido. En fin de cuentas: tanto el gobierno de Estados Unidos como el de Colombia son responsables no sólo del incremento del cultivo de estupefacientes sino, igualmente, del consumo. Y eso hace, de forma inevitable, que el narcotráfico siga creciendo y siendo un extraordinario negocio para monopolios capitalistas que buscan ganancia fácil, aunque tengan que correr riesgos de cárcel o de deportación de Colombia o de otros países hacia Estados Unidos.
Sin embargo, tiene el gobierno estadounidense el descaro de acusar al gobierno venezolano de que no hace nada por combatir el tráfico de drogas. México es vecino de Estados Unidos e incluso se ha construido el muro más largo que conozca la historia humana para separar y diferenciar dos pueblos. Aún así, desde México se pasa drogas como monte a Estados Unidos. ¿Por qué será que el gobierno estadounidense, habiendo un muro de por medio, no ha podido ponerle punto final al narcotráfico mexicano?
Venezuela tiene una larga frontera con Colombia y no existe ni siquiera un metro de concreto que separe el contacto y la relación entre ambas poblaciones. No es posible, ni en la frontera colombo-venezolana como tampoco en la mexicana-estadounidense, que los gobiernos construyan cuarteles y ubiquen fuerza armadas o policiales cada kilómetro en la zona fronteriza. Si eso lo intentase el gobierno venezolano o el colombiano habría que destruir una vasta región de selvas, derrumbar cerros o montañas completas, secar ríos o desviar –sin saber para dónde- cauces de aguas, exterminar –mejor dicho- flora y fauna en casi dos mil kilómetros por lo menos, y dejar sin vivienda y sin futuro a miles de personas de ambos países… Y, además, situar puntos de vigilancia y control en el aire… ¿Por qué el gobierno de Estados Unidos no ha hecho esas cosas en su frontera con México en vez de un muro que es más político y racista que económico?
El gobierno estadounidense lo que realmente pretende y ansía lograr es que el gobierno venezolano le permita instalar bases militares en territorio venezolano pero en la zona fronteriza con Colombia. Y tendríamos que preguntar si eso fuese una realidad: ¿Evitarían las bases militares estadounidenses, por completo, el tráfico de drogas por territorio venezolano? Primero habría que responder: ¿Acaso han evitado el cultivo ilícito de estupefacientes en Colombia con sus bases militares, fumigaciones y otras medidas de represión contra parte del pueblo colombiano?
Simplemente nosotros respondemos que mientras exista capitalismo, ansia de riqueza individual o de monopolio, demanda y consumo masivo de estupefacientes, no podrá acabarse ni con el cultivo ni con el tráfico de drogas. Se podría reducir sus altos niveles, pero la miseria social siempre será una fuente para la incursión en los negocios de cultivos ilícitos, porque el capitalismo no ofrece alternativas de producción de bienes y satisfacción de necesidades masivas porque su concepción individualista de la historia lo vuelve egoísta, usurero, tramposo, explotador y opresor. Sólo con el socialismo se sentarán las bases definitivas para acabar con los grandes males que el mismo capitalismo implanta en el mundo. Es todo. Sin embargo, eso significa, primero, la revolución, es decir, la derrota del capitalismo y la imposición de nuevas relaciones sociales sobre la base de la solidaridad y el establecimiento de la ley del desarrollo combinado entre los pueblos o sociedades.
No se necesitan emborronar centenares de cuartillas con escritos de toda índole para demostrar que el imperialismo recurre a campañas mediáticas y sucias para desprestigiar a aquellos gobiernos que cuestionan los principios del capitalismo y lo condenan como el generador de los grandes males que padece el mundo.