Los laboratorios de la propaganda política son, no pocas veces, tan poderosos como las bombas atómicas. Por algo Napoleón sostenía que cinco periódicos hostiles eran más peligrosos que cien mil hombres en un campo de batalla. Mussolini, en cambio, decía de los periódicos fascistas “… son nuestro partido, nuestro ideal, nuestra alma, y una bandera que nos conducirá a la victoria”.
La prensa que desinforma, que miente, que engaña suele tener un principio de pensamiento: callar lo que se debe decir para decir lo que no conviene callar. Los poderosos medios de la comunicación capitalista no se guían por el espíritu de servir informando y educando a la sociedad, porque su quid fundamental es el poder. Entre pregoneros no se deben echar tintas.
Cierto es que existe una masa de la población, por ejemplo, que sólo cree en que una persona ha muerto cuando aparece reseñado en el obituario de su prensa preferida, pero también existe otra que ni siquiera tiene confianza en los avisos clasificados de los periódicos. Eso significa que no todo el tiempo se puede engañar a todo un pueblo. Valdría la pena que un buen analista y crítico del periodismo nos aporte su opinión de una correcta interpretación de aquello que una vez dijo ese extraordinario literato irlandés, conocido como Oscar Wilde, quien dijo dos cosas: “El periodismo moderno, al darnos opinión de los no educados, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la sociedad” y “El periodismo justifica su propia existencia por el gran principio darviniano de la supervivencia de lo vulgar”. Sería bueno también que se nos aclarara eso que también dijo Mussolini, de que el periodismo no era una profesión, sino una misión, pero poniendo énfasis en ¿favor de quiénes?.
El camarada León Trotsky, nos legó una extraordinaria enseñanza sobre la prensa, esa que no tolera que exista el menor vacío en sus informaciones, esa que no escatima nada para colmarlos, esa que recopila rumores y chismes y los lanza a la opinión pública incrementando varias veces los originales. Nos dice el camarada, lo siguiente: “Lo que a uno le sorprender es ver, en cualquier asunto en que se halle vivamente interesada la opinión pública, qué extremos alcanza la facultad de mentir… La necesidad, y a la par la costumbre de mentir, reflejan las condiciones del medio social en que vivimos. Podría uno afirmar, sin miedo a equivocarse, que los periódicos no dicen la verdad más que en casos excepcionales…”.Trotsky se refería a grandes y poderosos medios de comunicación de naciones imperialistas.
En estos días ha causado un revuelo, diversas polémicas, acusaciones que van y vienen traspasando fronteras una noticia que, según los grandes y poderosos medios de la comunicación social que dominan un vastísimo campo de la opinión pública, ha sido la más importante, por lo menos, para América y Europa. Esa noticia fue la divulgada por el gobierno colombiano de que en territorio venezolano viven terroristas de las FARC y del ELN. Incluso, se dieron detalles de lugares y se señalaron nombres concretos como los de: Iván Márquez, Rodrigo Granda, Briceño (hermano del Mono Jojoy) y Pablito. Sin duda alguna, que el lanzamiento de esa noticia no se produjo por azar, no vino caída del cielo, no se maquinó fuera o de espalda a la política internacional del Estado colombiano. No, fue meticulosamente estudiada, planificada, programada no sólo por los ideólogos del gobierno de Colombia sino, todo indica, que cerebros foráneos actuaron detrás de bastidores convenciendo al Presidente Uribe que era el momento preciso, a pocos días de entregar la banda presidencial al recién electo Presidente Juan Manuel Santos, de darla a conocer a la opinión mundial. Con antelación sabían, los que elaboraron la noticia, que iban a solicitar que la OEA se ocupara del asunto buscando demostrar que el gobierno venezolano es cómplice y ampara el “terrorismo” en territorio venezolano. No es la primera ni será la última vez que el gobierno de Estados Unidos lanza al aire acusaciones de esa naturaleza haciendo uso de otras latitudes como la relaciones diplomáticas del Estado venezolano con Irán, Corea del Norte y otros en el ámbito internacional que no son bien vistos por los ojos de la Casa Blanca. Sin embargo, debemos reconocer que la intención real de la noticia no fue lanzada a la opinión pública sino que la dejaron tras bastidores para incrementar dudas o que la gente sacara su propia conclusión sin que el gobierno colombiano corriera el riesgo de asumirla de manera pública en el primer asalto de combate diplomático.
Bueno, ya teniendo la gran noticia divulgada, pasemos a ¿cómo se modifica la noticia o la información, no para alertar sino para tratar de convertir en verdad una inventada acusación o mentira?
Copiemos textualmente un párrafo de un artículo titulado “A propósito del terrorismo”, donde se sostiene lo siguiente: “De nuevo el tema del terrorismo de las FARC y el apoyo que brindaría el régimen bolivariano a sus actividades, desde el territorio nacional, es un tema que complica aún más las difíciles relaciones entre los dos países. Bogotá afirma la cooperación y asistencia de Venezuela a los grupos terroristas que operan en Colombia, lo que niega de nuevo Hugo Chávez, que amenaza con romper relaciones <si siguen con su locura…>”.
Analicemos el párrafo. Decir quien escribe el artículo “… el apoyo que brindaría el régimen bolivariano…” a las actividades terroristas, sin fijar él su opinión al respecto, es dejar caer una cortina de humo, es dejar un telón abierto para la credibilidad de la noticia y que realmente se pueda culpar al gobierno de Venezuela de las acusaciones. Pero aceptemos que eso es lo menos importante, que la esencia de la modificación de la noticia no esté allí, sino que debe buscarse más adelante en el mismo párrafo.
Dice el articulista que “… Bogotá afirma la cooperación y asistencia de Venezuela a los grupos terroristas que operan en Colombia…”. En honor a la verdad, aunque eso esté pensado y se comente en pasillos de la casa de Nariño, eso no lo dijo el gobierno colombiano. No es lo mismo, para ningún lector o quien tenga espacio limpio de cera en sus oídos, leer o escuchar que alguien escriba o diga: “… la cooperación y asistencia de Venezuela a los grupos terroristas que operan en Colombia…” a escribir o decir: en territorio venezolano hacen presencia los grupos terroristas que operan en Colombia.
Si el gobierno colombiano acusara a Venezuela de cooperar y asistir a los grupos terroristas que operan en Colombia, estaría reconociendo que toda la sociedad, todos los partidos políticos, todas las tendencias del pensamiento social, las organizaciones eclesiásticas, los gremios, todas las clases y sectores sociales, todas las personas sin distingos, que hacen vida en Venezuela están completamente de acuerdo con la lucha política que realizan los movimientos guerrilleros colombianos. Sin embargo, para un buen entendedor, pocas palabras. La oposición en Venezuela ha hecho acusaciones contra el gobierno venezolano, en relación con la insurgencia colombiana, mucho más radicales que el propio gobierno colombiano. Entonces, no sería Venezuela (como nación o como pueblo) quien esté cooperando y asistiendo al terrorismo. Pero es imprescindible, también en honor a la verdad, aclarar qué es terrorismo, quién es realmente terrorista, cuáles actividades son terroristas. Y eso debe ser así, porque nada ha dicho el gobierno colombiano, nada ha dicho la oposición venezolana al gobierno bolivariano, por ejemplo, sobre los bombardeos o las operaciones militares que se realizan en Colombia, en Irak, en Afghanistán, en Palestina o en otras regiones del mundo que han costado muchas vidas humanas e incluso de personas inocentes o que no intervienen directamente en los conflictos armados, mucha destrucción de infraestructura, muchas mutilaciones de civiles, mucho ostracismo político, mucha generación de pobreza y de dolor para los sobrevivientes.
Conste que no congeniamos con el terrorismo, porque ni en manos de la izquierda ni en manos de la derecha, el terrorismo alberga una solución definitiva en la lucha de clases a las grandes contradicciones y necesidades que viven las naciones. El terrorismo le quitó la vida a Marat (amigo del pueblo) y eso evitó que Robespierre tuviese alguien que le dijera las cosas como eran y no como creía él que eran; el terrorismo le quito la vida a Lenin y eso retrasó este mundo, por lo menos y seguro, en dos siglos; el terrorismo le quitó la vida a Trotsky y eso hizo que en menos de seis años el mundo pagara con más de cuarenta millones de muertos las tropelías del nazismo alemán; el terrorismo ha causado daños terribles a pueblos casi enteros por efecto de la venganza de los imperialistas. Sin embargo, hay que repetirlo una y mil y más veces, sin acciones de terrorismo de coerción la revolución burguesa francesa hubiera sido reducida a cenizas y el feudalismo europeo hubiese prolongado su dominio no se sabe por cuántos años más; sin acciones de terrorismo coercitivo, la revolución proletaria rusa hubiese sido devorada por el cerco capitalista y por la guerra civil interna desatados para derrocarla al nacer. Nadie, absolutamente nadie, sabe cuánto vale, cuánto daño y cuánto beneficio momentáneo produce el terrorismo a un régimen imperialista como el gobierno de Estados Unidos.
Nota: cuando concluimos este artículo no se había producido la reunión de la OEA ni tampoco se había declarado el rompimiento de relaciones con el Estado colombiano. Sin embargo, no vale la pena alterarlo en nada por el tema tratado.