He tenido la suerte de no presenciar cacerolazos que la oposición caraqueña le ha propinado a gente que quiero. No los he presenciado, pero por llegar tarde a los lugarejos donde han sucedido. Hace unos meses fue en Chacao, en un mesón con nombre de huracán en el que me encontré con Jorge Rodríguez y su familia. Desde ese día le debo unas líneas.
La primera vez que vi a Jorge hablando en público fue en una asamblea de profesores en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Discrepaba Jorge de lo extenso de un paro profesoral y responsabilizó a Bandera Roja (BR) de la invalidez de una niña, a quien le tocó "en suerte una bala" que se le alojó en la cervical, gracias a la "acciones revolucionarias" del partido de ultraizquierda. Responsabilizar a BR de sus acciones era una "delación". Jorge llevó lo suyo, no tanto por lo que dijo, porque muchos cuestionábamos en silencio el paro y las acciones criminales de algunos, sino porque era "él" quien lo decía. Bandera Roja no le perdonaba que siendo "hijo de Jorge Rodríguez" se atreviera a criticar un paro, a reclamar con desparpajo y valentía su derecho al estudio y a denunciar desmanes hechos "en nombre de la justicia". Quien lo sucedió en la palabra lo llamó "indigno hijo" de su papá.
Jorge estudiaba medicina y yo ya había decidido estudiar comunicación social después de dar algunos tumbos por el subsistema de educación superior venezolano. Eran los tiempos de los movimientos de base, los tiempos en que los estudiantes "tomaron la palabra" para alzarse por encima de intereses partidistas que tenían ahogada la participación en escuelas y facultades de la UCV. Fue el tiempo del Movimiento 80 en Ingeniería, del 4 en Medicina, del 69 en Ciencias. Fue un tiempo activo políticamente para Jorge: presidente del centro de estudiantes de la escuela de medicina Luis Razzetti y de la Federación de Centros Universitarios.
En estos últimos veinte años nos ha tocado "vivir" disímiles emociones, disímiles situaciones. El Caracazo, el triunfo del Movimiento 80 en la Universidad. Fuimos testigos de persecuciones, de asesinatos, de perdigonazos, de planazos, de derrotas. Pero también compartimos divertidísimas fiestas, amores y desamores, despechos inconmensurables, reencuentros, bodas, "arrejuntamientos", nacimientos, separaciones. Y también compartimos el dolor de la muerte. ¡Cuánta falta hace Pedro...!
De compañeros y amigos pasamos a compadres y hoy nuestros hijos estudian juntos. Lo único macabro y oscuro que ha tenido su vida, es el asesinato de su padre. Por eso es que cada vez que lo difaman, cada vez que lo injurian, cada vez que mi hija, su ahijada, me pregunta "¿cuándo van a dejar en paz a mi padrino?", siento que la reconciliación necesita de dos. ¿Quién ha visto una reconciliación unilateral? Es igual que los divorcios. Se necesita de dos.
Y es que las elecciones regionales mostraron, otra vez, que tan irresponsable es la oposición ¿Qué le hace pensar a El Pollo, que Jorge cree que la gobernación de Carabobo es más importante que la del Zulia? Si Jorge fuera un tramposo, ¿por qué querría proclamar a un golpista, "Carmona-firmante" como gobernador del estado más importante del país? ¿Por qué a Alexis Navarro no le extraña que sólo él haya perdido? ¿Por qué no armó el escandalazo de Mendoza, Lapi, Rojas Suárez y El Pollo? ¿El Pollo no sabe que existe el voto cruzado, además de la sopa? ¿Por qué estúpida razón la oposición sigue desconfiando de la automatización?
Los medios de comunicación venezolanos (¡oh, lo medios!) tienen mucho que ver con todo lo que nos pasa como país. Con los cacerolazos. Con la intolerancia. Con el triunfo de Chávez. Con la derrota de la oposición. Con la abstención. Con la angustia de mi hija. Con la enajenación de los compatriotas de oposición. Con el mapa rojo. Con la depresión de Mendoza. Con la reconciliación. ¿No es tiempo de que paren y se "bajen" de este país?
*Periodista y profesora universitaria
Esta nota ha sido leída aproximadamente 3522 veces.