Una casa con problemas

Grata ha sido mi sorpresa por el impacto del trabajo del realizador Eduardo Barberena, “Cheila, una casa pa´maíta”. Otra pieza de nuestro cine actual, por cierto, en proceso de franca recuperación.

Película que se expone como recurso dirigido a darle humanidad a nuestro espacio audiovisual. Empleando para ello lo traumático, de la angustiada existencia de una familia que construye en su precario espacio doméstico, metáforas reflexivas sobre lo cotidiano de su terrible vida para relatar la sobrevivencia y penurias y carencias notables de una parte de nuestra sociedad; utilizando para ello una narrativa en tono vehemente y emotivo y descarnado para evidenciar la poca capacidad que poseen para transformar su vida. Menos aun su potencial para sobrellevar responsabilidades que fatalmente terminan por superarlos.

En el plano de lo formal, el argumento desarrolla la historia pura y simple de un transexual que en las condiciones mas difíciles debe superar las reglas de una sociedad que muy poco tolera, todo cuanto tenga que ver con la cuestión homosexual. Al personaje Cheila ni siquiera su relativo “éxito” social y humano: lograr comprarle una casa a su mamá y ayudar a los otros miembros de la familia a ordenar sus angostos espacios y construir nueva vida. Nada es suficiente distinción que permita abrir el espacio de la aceptación social de su condición de transexual.
La cinta se construye a partir de esa terrible batalla que implica que alguien nacido hombre, decida en acto de mucha responsabilidad y descarnada valentía asumir que quiere dejar de habitar un cuerpo cuyos signos lo determinan biológicamente para moverse por la pura fuerza de su voluntad hasta mudarse de sexo.

Hazaña mas complicada aun si se trata de conquistar la condición femenina en detrimento de la masculina. Eso de exiliarse de la categoría de hombre y buscar hacer su vida bajo el signo femenino, en un cultura marcadamente machista es asunto que demuestra y logra cumplir el genio cinematográfico de Barberena. La trama, muy bien narrada y excelentemente montada en tono de drama nos cautiva desde la primera secuencia, que en tiempo comedia, nos hace sonreír. Sensación de la cual también participó el resto de las personas que junto conmigo asistían a la función.

A partir de allí es asunto que se mira hasta su final como una tragicomedia. Dura. Cruel. Con humor de vez en cuando: negro. Pieza que sin descanso te va llevando por una narrativa que es bueno decirlo y con el debido respeto a Barberena, nos recuerda por momentos a buenas secuencias costumbristas que todavía capitalizamos de Román Chalbaud. Con sus barriadas, gentes, fiestas, paseos playeros y otras anécdotas del modo socializador de nuestras comunidades populares. No en vano son el 75 % de la población caraqueña.

El personaje Cheila o el alter ego trágico-travestido del actor Endry Cardeño, logra en actuación muy profesional, densa y comprometida contar su historia apoyándose en acertado edición en flash back.

Otro aspecto de este personaje, líder de la obra, es la forma como recuerda los tiempos en que convivía con esa despreciada parte de la sociedad que se junta en los locales nocturnos de zonas de excluidos y por mal vistos son atropellados en tanto transexuales y transvertidos; cinematográficamente hacen contrapunto en ingenio y humor y humanidad a aquellos que siempre filma Almodóvar.

La obra crea un vínculo político y adquiere un tono de protesta social por el recurso del guión literario que muy coherente e inteligentemente expuso Elio Palencia sobre su obra teatral “La quinta Dayana”.

Cheila, habiendo huido a Canadá, regresa, esperando que la familia a quien dio casa y mucho respaldo económico en algo le retribuyan y con esta ayuda poderse operar para eliminar todo rasgo biológico que externamente lo asocie al macho.

Se reencuentra en esta vuelta con su familia que sólo le produce congoja íntima y social. Sufre al toparse con la evidencia desastrosa que le resulta aceptar que su esfuerzo hacia sus familiares menos aventajados y firmes que ella, en vez de ser positivo, resultaron todo lo contrario. Siente que esa familia que es su patria y su mundo, su país, su nacionalidad no ha sabido, o no ha entendido como mover sus resortes para mejorar en algo su modo de vida.
Sucedió lo contrario, su esfuerzo se ha ido por el sumidero ante la indiferencia de todos los que debían responder con algún esfuerzo de ese micro colectivo que se descompone y derrumba en un rechazo antipoético, de lo cotidiano mal resuelto.

En esta pequeña república de la Casa de Cheila, sólo hay oportunismo. Reina la mezquindad que se nutre de las necesidades económicas y carencias afectivas de ese colectivo. La ley vigente pareciera prescribir que se trata de la supervivencia del día a día. No hay evidencias de estrategias ni ruta definida sobre un rumbo o una optimista regla de vida.
Allí sólo se siente el predominio del estilo sentimental maternal propio nuestra sociedad matrilinial; centro uterino, adonde todos esperan y atienen a la ayuda de una inmensa e inacabada “madre teta”, que los cubra, proteja y provea.

La obra logra contextura, desarrollo, clímax por el estupendo trabajo de actores logrado por Adriana Visentelli quien se apoya y alcanza la maestría de un elenco memorable con una Violeta Alemán, impecable que se acompaña en la gracia y veteranía de Aura Rivas.

Quizás el único factor dramático que no comparto en estructura de la película es la forma como el Director resolvió el final, eso de mandar al Cheila y su pareja a Canadá, ante la terrible desazón de su inútil esfuerzo y tenerlo como derrota que se resuelve con una fácil huida me resulta trivial; es casi una cuña a esa insidiosa campaña que se agita contra nuestros jóvenes buscando la salida, cual comodín para motivar una deserción simple que evite compromisos con lo que sucede en “su casa”.

Es una solución conservadora y conformista al problema de fondo, propia de un happy ending al uso y al gusto de Hollywood.

Cerremos diciendo que “Una casa pa´maíta” arrasó con los premios en el último festival de cine de Mérida. Allí ganó lo seis laureles más importantes que se entregaban: Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Guión, Mejor Actriz Principal y de Reparto. Con estos antecedentes recomendarla es una obligación.


tuliomon@gmail.com


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Tulio Monsalve


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