La polarización política que padecemos los venezolanos ha parido varios engendros y le ha dificultado la vida a políticos, periodistas, opinadores de oficio, estafadores, artistas, buhoneros, militares, empresarios, familias enteras, deportistas, estudiantes, motorizados, educadores, sifrinos, mensajeros, mesoneros, servicios domésticos, funcionarios públicos, etc. Igualito sufre un mesonero chavista calándose improperios de un oposicionista en un comedero del este, que el empresario que debe trabajar para el Gobierno “porque no me queda otra”.
Nadie ha escapado al “fenómeno”. Los periodistas, por la “notoriedad” intrínseca de nuestra labor, hemos capitalizado una buena parte de esa “dificultad”. Pero siempre hay forma de distinguir. Hay fablistanes a los que no se les puede creer ni el padre nuestro cantadito y arrodillado. Hay fablistanes que se han dedicado a dificultarle el trabajo a la mayoría y a los que le puede pasar aquello que al personaje de la fábula: cuando el lobo de verdad se comía las ovejas nadie creyó en sus gritos pidiendo auxilio. Y hay fablistanes que simplemente hacen su trabajo. Estos últimos sólo cuentan con su capacidad y trayectoria profesional. Como debe ser.
Años atrás creía en casi cualquier cosa “porque salió en el periódico”. La credibilidad era pues el principal “arma” del periodismo venezolano. Se hacía periodismo sólo pateando las calles, las exclusivas se sudaban , los tubazos se bregaban. Ahora no. La moda son las columnas de opinión “informativas”. Cualquier periodista, artista, político u otro profesional que se respete debe tener su columnita. Hay periódicos completos divididos en “columnas”. Fenómeno digno de estudio. ¿Degeneración de un género?
Y es que cuando escuché por radio sobre el presunto asesinato del coronel militante de un Bloque nada Democrático, no creí la especie de inmediato. La cosa se me puso más difícil cuando supe que quien difundía la “versión” era Manuel Isidro “El Chiro” Molina. Y tuve miedo. Tuve miedo por El Chiro, porque sospeché que le podía pasar lo que le pasó. Y tuve miedo de que la polarización continuara su viaje hacia “palabras mayores”.
Pero eso sólo me ocurrió porque quien difundía la “versión” era El Chiro, porque si quien la suelta es, sí, ese mism@ que está pensando, mi carcajada se hubiese escuchado en Plutón. Intento ser chistosa, pero la crisis de credibilidad que vive el periodismo venezolano es uno de nuestros peores dramas. La polarización hace estragos. Yo polarizo, tu polarizas, él polariza. Todos polarizamos. Y la gente se cansa. La gente se da cuenta. La gente sufre nuestros errores. Y los periodistas nos convertimos en víctimas. Y a la vez en victimarios.
El país necesita una oposición creíble pero también un periodismo creíble. Hace falta un periodismo independiente que no sepa de extremos, ese para el que la ética sea más que una pose, más que un cliché del que se echa mano para impresionar. Ese que no sabe de columnas de opinión convertidas en receptáculos de informaciones conseguidas por teléfono o campaneando un güisqui. Ese en el que podamos trabajar Marta Colomina y yo, porque repasaremos antes para que sirve cada género periodístico. Ese en que los periodistas sean intermediarios y no protagonistas. Con El Chiro pasó también: sin querer él fue la noticia.
*Periodista y profesora universitaria
mechacin@cantv.net
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