El jueves 19/08/2010 se publico en la página de Rebelión el contenido de una ponencia que Martha Harnecker presentó en un evento realizado en Quito entre el 2 y 3 de julio de este año. El evento estuvo patrocinado por la Fundación Rosa Luxemburgo y se convocó para tratar el tema: “Democracia, participación y el socialismo”. Es un tema en el cual Marta tiene mucho que aportar porque es un camino que ha venido transitando por años y cada vez nos presenta un trabajo comunica nuevas inquietudes y reflexiones críticas.
Antes de esta publicación, Marta había entregado un trabajo con el título: Qué instrumento político necesitamos hoy. En esta publicación, Marta asoma su inconformidad con la forma como se conduce actualmente la política y sugiere que una nueva forma de conducción ha de disponer de un instrumento que no tome distancia del pueblo. Imponer, en la opinión de Marta es afiliarse al esquema tradicional que produjo los quiebres de proyectos socialistas del siglo XX. La imposición y la censura a la crítica –dice Marta- no abren espacios para “ganar hegemonía” y trabajar con el esquema de convencer.
Leída su ponencia, tuve un total acuerdo con todo su contenido. El texto me fue familiar porque es parte importante de sus estudios, reflexiones y análisis que ha venido realizando en los últimos años. Los que estamos de este lado de la acera, reconocemos que las reflexiones y producciones de Marta en los últimos años han tenido como centro la experiencia venezolana y esta ponencia en particular, no es la excepción. He escrito varias comentarios sobre algunas de esas producciones y ahora insisto en esta labor, porque no dejando de compartir todas las ideas que expone en esta ponencia, me surgió una inquietud (un poco tardía) sobre el complejo tema del Estado, que sin lugar a dudas ha sido un aspecto que ocupó la atención de una parte importante de los clásicos del marxismo y de reconocidos intelectuales de izquierda. La importancia de este complejo tema, responde a que su tratamiento tiene una alta incidencia en el desarrollo de una propuesta de transformación.
Este complejo tema está fuertemente conectado con el problema de la participación popular, que como se sabe, Marta le ha asignado (y con mucha razón) importancia en ese proceso de avanzar hacia el socialismo del siglo XXI. La Participación Popular o consolidación del denominado Poder Popular será un objetivo alcanzable en la medida en que se generen las condiciones para acceder a ser un factor de poder.
En esta ponencia Marta expresa lo siguiente:
“Definitivamente estas condiciones son mucho más precarias que las del socialismo del siglo XX. Nuestros procesos no han nacido de revoluciones armadas que han logrado conquistar el poder del Estado y, desde allí, destruir el viejo estado y construir uno nuevo. Han nacido de procesos electorales que les han permitido llegar al gobierno y desde esta pequeña porción de poder del Estado, han tenido que ir avanzando hacia una conquista cada vez mayor de espacios de poder que les permita ir transformando tanto la sociedad como el Estado heredado”.
Marta no deja de tener razón y esta idea que asoma en este texto tiene (en mi opinión) su sentido; no valorarla en su justo significado puede conducir a tomar un camino equivocado. Una idea como esta, ha de plantearnos una revisión de consideraciones o percepciones que los clásicos del marxismo tenían sobre el Estado, porque definitivamente, la democracia participativa y protagónica como proyecto político, no es posible desarrollarse lejos de una consideración del Estado como espacio donde se resume y acumula poder en tanto se tenga suficiente fuerza política para desarrollar ese objetivo. Ahí la precariedad de la cual habla Marta, se complica mucho más, si no hay capacidad y fuerza para tomar decisiones. No se intenta ahora de abrir una reflexión sobre los diferentes enfoques sobre el estado (la instrumentalista, gramsciana, la de cohesión social expuesta por Poulantzas y otras más) para encontrar caminos que hagan viables el Estado Comunal o la consolidación del Poder Popular; no es ahora la intención, pero se considera que la construcción y consolidación de ese poder popular no será una concesión o regalo que se le ofrezca a las organizaciones comunitarias consolidadas. No será un asunto que se resuelva con colocar en algunas leyes opciones para financiar proyectos. No es tampoco un problema de exclusiva naturaleza jurídica; más que jurídico e ideológico, es un problema político y no porque se encuentre “alojado” a nivel de denominada “superestructura”, sino porque es parte sustantiva de la sociedad: Relación de Poder
Veamos este ejemplo concreto y real para comprender mejor la situación. La Ley Orgánica del Consejo Federal tiene por objeto “regular la organización y funcionamiento del Consejo Federal de Gobierno y, en virtud de ello, y a fin de desarrollar las competencias que el texto constitucional le ha trazado, establecer los lineamientos de la planificación y coordinación de las políticas y acciones necesarias para el adecuado desarrollo regional. Igualmente, atiene al establecimiento del régimen para la transferencia de las competencias entre los entes territoriales, y a las organizaciones detentadoras de la soberanía originaria del Estado”. En su artículo 2 la ley es mucho más precisa cuando afirma: “En consecuencia, el Consejo Federal de Gobierno establece los lineamientos que se aplican a los procesos de transferencia de las competencias y atribuciones de las entidades territoriales, hacia las organizaciones de base del Poder Popular”.
Esta claro que una parte importante de los lineamientos de la Ley giran sobre la transferencia de competencias; más sin embargo, ya se decretaron y están en curso proyectos de Distritos Motores de Desarrollo, pero no se tiene idea de la existencia de un proyecto de transferencia de poder hacia las organizaciones de base del Poder Popular. Hubiese sido una excelente oportunidad, haber pensado u organizado un Distrito Motor de Desarrollo bajo una propuesta de transferencia de poder a las comunidades organizadas. No se si esa tesis, según la cual, las comunidades no están preparadas para el autogobierno, que mucho Alcaldes exponen en círculos muy reducidos, es el argumento que se utiliza para dejar todo en la buena intención y en las leyes.