Nasser fue, sin duda, un gran líder político del nacionalismo árabe nacido del militarismo. Fue el organizador del movimiento de los oficiales militares libres que derrocó al rey Faruk en 1952, y proclamaron la República en 1953. Luego de deponer al presidente Nagub en 1954, Nasser asumió el liderazgo del poder político en Egipto. Nacionalizó el canal de Suez en 1956, lo que trajo como consecuencia la furia intervencionista del sionismo israelita y de los francobritánicos. Incrementó la estatalización de la economía egipcia e inició la construcción de la represa de Asuán con la solidaridad de la Unión Soviética en 1957. Pero lo más importante de Nasser fue su lucha y su pensamiento por la unificación de los árabes en la República Arabe Unida en 1958. Su mayor fracaso fue la derrota de Egipto en sólo seis días en 1967, lo cual le obligó a dimitir de su cargo, pero un plebiscito lo devolvió al poder, siendo asesinado en 1970. Su entierro fue una verdadera demostración de popularidad y de su influencia en la conciencia del mundo árabe, en general, y de los egipcios, en particular. Más de tres millones de hombres participaron en el traslado de sus restos al cementerio, debido a que las mujeres tenían prohibido hacer acto de presencia en el mismo.
Luego del genocidio cometido por el sionismo israelí, en aguas internacionales, contra la flotilla humanitaria que llevaba alimentos y otros bienes materiales al pueblo palestino ha resucitado la imagen de Nasser en grandes manifestaciones de protestas en el mundo contra el Estado de Israel. Los voceros de los gobiernos o Estados en la ONU, de una u otra forma, han condenado las tropelías del sionismo pero sabemos que el imperialismo estadounidense no permitirá que ninguna medida práctica afecte el desenvolvimiento del Estado israelí y todo quedará en la teoría. Sin embargo, importante han sido las grandes manifestaciones de rechazo y de solicitud de ejecución de políticas serias y contundentes que traten de ponerle fin, por lo menos, a hechos de genocidios como el cometido contra la flotilla humanitaria en aguas internacionales y el cese del bloqueo generalizado que aplica el sionismo israelí contra el pueblo palestino. Pero sabemos que mientras en el mundo árabe existan gobiernos capitalistas, donde algunos son fieles epígonos de países imperialistas, nada podrá materializarse si los pueblos árabes no le arrancan de las manos el poder políticos a las monarquías y oligarquías que los dominan, los explotan y los oprimen. Y, de otra parte, el pueblo israelí –especialmente su proletariado- no dejará de tener responsabilidades en la política del Estado sionista, porque la mayoría de sus integrantes votan para que les gobiernen los más expertos y fervorosos políticos del sionismo. Admirable han sido el número de judíos que en diferentes partes del mundo han dado su cara para protestar contra las atrocidades del Estado sionista.
El Tribunal Internacional de La Haya sólo ha servido para juzgar y condenar a gobernantes capturados en regiones donde se suponía se establecían políticas para construir el socialismo, pero no para sentar en el banquillo de los acusados a gobernantes que como los sionistas cometen actos abominables, crímenes de lesa humanidad, tal como casi el mundo entero ha interpretado la acción cruel del Estado israelita asesinando a hombres y mujeres que pacíficamente navegaron para ejercer solidaridad humanitaria con el pueblo palestino. El Tribunal Internacional de La Haya, es un fraude, es una pantomima, una institución decorativa que sólo funciona cuando se trata de defender jurídicamente los dictámenes del capitalismo imperialista salvaje. Un Presidente de Estados Unidos es, al mismo tiempo, el emperador de la ONU, el monarca de la OTAN y juez supremo del Tribunal de La Haya. Mientras el imperialismo estadounidense tenga súbditos en las organizaciones internacionales, le sobrarán fuerzas para seguir siendo rey, emperador y monarca
El gobierno sionista se ha dado el lujo de desafiar todos los discursos condenatorios que se pronunciaron en la ONU y anunció que no le para bola o ni un milímetro a esas resoluciones que lo condenan por crímenes de lesa humanidad. Ya el gobierno estadounidense, con un poco de la cara arrugada pero con cinismo, expresó que absolutamente nada cambiaría en sus relaciones con el Estado sionista. Si antes se dudaba, ahora debemos empezar a creer con Petras que el señor Obama sí es realmente el primer Presidente sionista que ha llegado a la Casa Blanca. Su color de piel, no importa, porque para expresar sus verdaderos sentimientos está la voz de la señora Clinton, que es blanca y mantiene aún hermosura física.
En el fragor de las protestas, en la ira de las frustraciones por lo que debe hacerse y no se hace, en el ardor de los gritos y de las consignas, en el ansia de esperanzas que deben un día enarbolar la victoria de los sueños populares, resucitó la imagen y el pensamiento de Nasser en las voces de miles de miles de árabes que no han perdido la memoria. Quiera Alá pero también Marx y, especialmente, el proletariado de los países árabes que la resurrección del pensamiento de Nasser sea mucho más avanzado que el de su tiempo, mucho más revolucionario, mucho más comprometido con la gran misión del presente con el futuro: el socialismo. De lo contrario esa resurrección no pasará de algunos brincos del nacionalismo árabe para vestirse de revolucionario con sólo protestar teóricamente contra el sionismo israelita.
Actualmente, frente a la política de crímenes de lesa humanidad, cometidos y que va a continuar cometiendo el Estado sionista israelí, no existen fórmulas ni medidas capaces de evitarla, que le pongan freno a tantas atrocidades contra los palestinos, porque el sionismo –valga la pena repetirlo cuantas veces sea necesario- lo que quiere es un nación palestina sin autonomía, completamente desarmada, completamente indefensa, completamente resignada a los designios de expansión y de esclavismo que el Estado de Israel pretende para los palestinos y los palestinos, que carezcan de derechos como pueblo y se sometan a los deberes con un régimen sionista que los destruye, los extermina y les condiciona todas sus expresiones de vida social.
Mientras no triunfe la revolución proletaria, por lo menos en los países árabes y realmente unidos actúen revolucionariamente contra la política imperialista del Estado estadounidense, la única forma o política posible que el Estado sionista israelí respete, en un considerable nivel de relaciones internacionales, al Estado palestino y los derechos del pueblo palestino, es que el gobierno estadounidense haga efectiva una orden de captura contra los altos funcionarios del Estado de Israel y los ponga a disposición de la justicia jurídica en el Tribunal de La Haya para que sean juzgados por crímenes de lesa humanidad como fueron juzgados y condenados los jefes del nazismo en el Tribunal de Nuremberg una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Y eso es una utopía demasiado utópica. No nos olvidemos que las manifestaciones en Israel, del propio pueblo israelí, han sido multitudinarias en apoyo, en solidaridad con los gobernantes sionistas, autores de crímenes de lesa humanidad. Al sionismo lo que digan los gobiernos del mundo, salvo principalmente el de Estados Unidos, le entra por un oído y le sale por el otro. Al barco irlandés lo ocuparon y nada pasa que haga reducir el belicismo del Estado israelí. No es aventurado decir que uno de los últimos países donde se producirá la revolución proletaria será en Israel y mucho dependerá de la revolución proletaria en Estados Unidos. Como podemos asegurar, interpretado de los profundos análisis realizados fundamentalmente por Marx y Engels, que la primera religión que se va a extinguir o desaparecer en la humanidad, será el judaísmo, porque al no tener el dios-Dinero que le guíe sus apetitos de riqueza, perderá toda concepción individualista de la historia.
Sin embargo, El Pueblo Avanza (EPA), se solidariza no sólo con el pueblo palestino sino con todas las manifestaciones que se han producido y continuarán produciéndose en el mundo para condenar la política del sionismo israelí y por ayuda humanitaria para el pueblo palestino.