Debo comenzar por decir, que tuve un momento indeciso de improvisar este discurso o de tener unas notas escritas con las cuales expresar todo el dolor, todo el golpe, toda la conmoción, que no solamente a mi como fiscal General de la República, sino a todo el Ministerio Público le produjo esta manera tan miserable, tan torpe y tan brutal de asesinar a uno de los fiscales más probo, más justos, más ecuanánimes, más valientes que ha tenido el Ministerio Público en toda su historia como institución.
Al final, los amigos que me conocen me dijeron escríbelas, es posible que los sentimientos te aprieten, es posible que las emociones te lleven a expresar en tu discurso, expresiones que a lo mejor no deberían estar en la boca de un fiscal. Y yo no sé hasta cuándo mi cargo de fiscal me va a tener amarrado para decir tantas cosas.
Ya casi con todos estos hechos, estoy como dispuesto a enfrentar esa camisa de fuerza que se le pone a los fiscales, y especialmente a este fiscal, para que no diga unas cuantas cosas, que ya es tiempo de decirlas, y que ya es tiempo de asumirlas, de frente al país.
Más de lo que se ha dicho de nosotros, más de las conjeturas, de las descalificaciones, más de esto que ha ocurrido, que ocurrió antenoche, yo no creo que pueda ocurrir contra el Ministerio Público.
Es tiempo de dar una respuesta sólida ante el país, de frente, en donde esa legalidad que nos ataja, esa decisión de colocarnos a nosostros como neutrales, como imparciales, como objetivos, realmente nos limita, y a veces nos hace, incluso, no ser nosotros mismso. Nos desdibujamos. Es tiempo que empecemos a ser lo que siempre hemos sido. Aunque esto traiga consecuencias como las que sufrió Danilo. Es un ejemplo de lo que nos puede ocurrir, de los riesgos que podemos correr cuando nosostros somos absolutamente fieles con nosostros mismos y respondemos desde adentro, con el corazón, con las convicciones, con ese profundo sentir cívico que nos ha formado durante mucho tiempo y con el cual estamos comprometidos desde antes y para siempre.
Sin embargo, las recomendaciones al final pesaron, eran buenos los amigos que nos dijeron que las escribiéramos, y las hemos escrito. Es posibles que aún escritas, pensadas y repensadas, con muy poco tiempo, dos o tres horas de la madrugada de esta mañana, porque teníamos un poco más de 24 horas sin dormir. Sin embargo, aquí están y creo que con ellas interpreto el sentir de todo el Ministerio Público en este homenaje a nuestro querido, a nuestro leal, a nuestro especial fiscal Danilo Anderson.
Justicia ha pedido el pueblo y al pueblo hay que darle justicia, hay que hacerle y construirle justicia.Le han matado a uno de los suyos, a un hombre del pueblo, a un soldado del pueblo, a un abogado del pueblo, a un fiscal del pueblo. En las calles la petición de quienes acompañaron sus restos era la de solicitar justicia: "justicia popular" decía el pueblo. Y me enseñaban los papeles y me gritaban las consignas en la cara: "queremos justicia, señor fiscal"; "queremos justicia, Isaías". Y esa palabra, realmente la cargo adentro, y me sacude, me estremece. Y por eso hice la intervención inicial improvisada porque es que la tengo anudada en la garganta.
En los procesos sociales, en los procesos de cambios sociales, de transformaciones sociales, hay un tiempo histórico que aparece enfrentado al viejo tiempoEse tiempo histórico tiene su propio ritmo, distinto, muy distinto al del viejo tiempo. El tiempo histórico se mueve con una velocidad aproximada a los 1000KM por hora y el VIEJO TIEMPO apenas alcanza, y muy a duras penas, una escasa velocidad de apenas unos 50 KM por hora.
¡Estamos desfasados!
En el tiempo anterior todo es lento, demoníacamente lento, todo se niega a transformarse y a cambiar. El poder, para perpetuarse, siempre ha tenido el cuidado de dictar reglas para conservarse a sí mismo. No hay Estado neutral y por ello crea una estructura cerrada que lo sostenga y lo mantenga sin riesgo a cambios que lo alteren. Es una de las maneras de afirmar el orden establecido y de contener toda actuación que atente contra la estabilidad del poder constituido.
La estructura legal previamente existente les sirve de escudo protector y la justicia no tiene la misma velocidad del tiempo histórico, no es una "justicia popular", es lenta y procura no hacer justicia.
El único derecho que les llega a los pobres es el derecho a perseguirlos. La justicia como sanción, absolutamente punitiva y represora, existe solamente para los que no tienen bienes, ni abogados, ni nada. Los poderosos tienen con que pagarla y hasta con que comprarla. Esa, señores, pueblo de todo el país, legisladores de la nueva Venezuela, magistrados patriotas, es la justicia que hay que cambiar en la República tanto en el Ministerio Público, como en las policías de investigación, como en el Tribunal Supremo de Justicia, en nuestros tribunales de instancia, en las defensorías y en las aulas de clase, para que verdaderamente haya justicia en Venezuela. Prometo como Fiscal hacer todo
cuanto esté a mi alcance para encontrar o para hacer esa justicia, que pedían en las calles ayer quienes acompañaban el féretro de Danilo Anderson.
Cobardemente, miserablemente, de la manera mas vil e infeliz han matado a un Fiscal del pueblo, han asesinado brutalmente a Danilo Anderson.
Le pusieron un artefacto explosivo debajo del asiento de su vehículo para quemarlo vivo, para liquidarlo, para apartarlo, porque andaba con su lanza en ristre enfrentando no los molinos de viento sino el viento de esos molinos.
Danilo nació en La Vega, un barrio de Caracas, humilde, modesto, de gente pobre y sencilla, pasó las de Caín para llegar a ser abogado; luego se especializó en ciencias penales y criminológicas y más luego en Derecho Ambiental y Desarrollo sustentable. Era preparador de estadística y profesor de sociales. Delegado derechos humanos, atleta y deportista victorioso en los campos donde debía realizar esa actividad.
Pretendieron descalificarlo llamándolo fiscal ambiental sin tomar cuenta que tenía dos especialidades y que precisamente la ambiental era una confesión de que era un ser humano que amaba la soberanía, la lluvia, los ríos, los parques, la democracia, las flores, el agua, el paisaje, los mares, los bosques y los pájaros.
Danilo era un ser esencialmente humano sensible, justo y con una nobleza desprendida que por su temperamento vivía la promiscuidad de la muerte con la vida. Sólo que con su calidad hombre de pueblo y la calidez de la gente que tiene amor por todo, por la tierra, por la naturaleza y por los seres humanos tuvo siempre la valentía y la disposición de
aplicar, con los riesgos que fueran, las acciones penales a los intocables: a esos quienes hasta hace poco tenían derechos sobre nuestras vidas, sobre nuestras maneras de pensar, sobre nuestras formas de actuar e, incluso, hasta de soñar.
Pretendieron comprarlo, intimidarlo, chantajearlo y encontraron una pared de dignidad, de coraje, de valentía, de decisión, de voluntad, de compromiso que no sólo los detuvo, sino que los acobardó y empezaron entonces a temerle, a odiarlo, a sentir que con gallardía los desafiaba y los retaba.
¡Decidieron matarlo!
No entendieron que Danilo tenía valores cívicos, convicciones sólidas y permanentes y asumía los riesgos sin importarle nada, ni las amenazas, ni a las intimidaciones, ni siquiera la muerte.
Desde sus tiempos de estudiante fue un luchador social, conquistaba espacios para sus compañeros, se enfrentaba a las autoridades por sus causas y se daba y se entregaba todo por sus ideas y por sus creencias, las defendían en el aula y en las calles.
¡Se estrellaron quienes quisieron asesinarlo!
Defendió con pasión y vehemencia las investigaciones que se le asignaron como funcionario del Ministerio Público. Era un fiscal temible porque no retrocedía, no lo acorralaban, no se achicaba, no hacía concesiones, no pedía cuartel, ni se escondía, ni reculaba.
Porque se estrellaron, decidieron matarlo. Los que no han entendido que el pueblo abrió los ojos para siempre, que no regresará a las iniquidades e injusticias de antes, que no volverá al pasado creyeron que colocándole un explosivo debajo del asiento de su vehículo y quemándolo, lo matarían.
Danilo no se muere. No está muerto. Se nos metió por dentro de nosotros y es una lumbre buena, una llama que flameara siempre, una bandera, un escudo y sobre todo una idea y un compromiso.
Un pequeño capitán valiente que desde el jueves tiene la eternidad de los mártires, la luz perpetua de los responsos bíblicos y la perennidad de las estirpes que se conservan intactas por la historia.
Siempre hay un territorio, a veces lindante con la muerte, en el que los individuos se atrincheran para ser ellos mismos. De allí viene el Danilo que han pretendido desaparecer.
¿Quiénes pretendieron liquidarlo? Una insignificante minoría de desadaptados, de pillos mercenarios, de frustrados ambiciosos sin vocación de poder, que no toleran la democracia porque les estorba los privilegios, que quiere hacer de la violencia una manera de enturbiar, obstaculizar y sembrar de escollos a una decisión soberana del pueblo de no volver nunca más a ser excluidos de los procesos sociales, sin derecho a participar ni a ser tomados en cuenta; de no volver jamás a ser invisibles ante el mundo, ni a dejar de ser actores de su propio destino y protagonistas de la historia que están construyendo para ellos, para sus hijos y para las generaciones futuras que terminarán de desarrollar el proyecto de sociedad justa a la que nadie los hará renunciar.
¡Se equivocaron! ¡Se equivocaron otra vez!
Lo han convertido en un símbolo, en un hombre a emular, en un líder de siempre con la inmortalidad de esos seres que derrotan la muerte con una presencia que no las agota ni el tiempo ni el olvido.
Lo convirtieron en un símbolo y ahora deberán aprender como es de difícil dirigirse y hablarle a un símbolo, porque simplemente Danilo está y no está, porque tiene imagen y no es tangible, porque, como el Cid, seguirá ganando batallas después de muerto y porque, a pesar de no poder verlo nunca más, lo intuyen en cada en cada ser que no huye, ni duda, ni vacila.
Esa fuerza se la ha contagiado su muerte al Ministerio Público. Nos vamos a dedicar a buscar una justicia mas real y mas verdadera. Más rápida, mas cerca de la gente, menos interferida, mas dispuesta. Por tu memoria, Danilo, no renunciaremos nunca a la justicia. Los actos contra ti no nos acobardan, ni nos intimidan, ni nos acorralan. Nos dan fortaleza, nos dan seguridad, nos dan firmeza, nos dan voluntad, nos dan compromisos.
Dan ganas de decir como en aquella respuesta de Alekos Panagulis a Oriana Fallaci, que Danilo significa tener valor, apostar por la dignidad, creer en la humanidad, amar sin permitir que un amor se convierta en un ancla, luchar y vencer, y, en definitiva, ser "un hombre" en el contexto con que Kipling lo define en el extraordinario poema que venden como afiches los buhoneros del sueño y la esperanza.
Existen, mas allá de todas las celebraciones oficiales que se le puedan hacer a Danilo, dos manera de tenerlo con nosotros: una es buscar por dentro de la tierra, debajo de las piedras, en las cuevas mas ocultas y escondidas, en las mismísimas raíces de los árboles a cada uno de los responsables, materiales e intelectuales, de esta asquerosa acción terrorista que le costó la vida; la otra, es deletreando el Avila, delentreando en el Avila su nombre de cuidador de parques, de cuidador de loros y guacamayas.
Así como los pueblos sufren soledades y asedios y por eso se lanzan a imaginar y a liberarse, Danilo nos ha enseñado con su ejemplo, con su arrojo y con su audacia que debemos atrevernos a tantear ese espacio todavía oscuro donde a veces esconden la justicia. Creo que ese debe ser nuestro compromisio más fiel y más definitivo con Danilo.
Quiero concluir con algunas palabras que algunas vez tuvimos la ocasión de compartirlas. Me hacía referencia en esa conversación a unas lecturas suyas, con ese temple, con esa calidad de ser humano extraordinario, valiente y corajudo, me dijo: "Doctor, he hecho para mi vida un guión y tengo estas palabras: ´!No creo en la justicia personal y creo menos en la palabra venganza. Uso la palabra castigo porque pienso siempre que todo debemos conducirlo como un proceso´".
Con esas palabras, señores diputados, señores invitados especiales, señores familiares del Ministerio Público, familiares de Danilo Anderson, quiero concluir no este discurso, este no un discurso para despedir a Danilo, este es un discurso para no despedirlo nunca.
Dr.Isaías Rodríguez
Fiscal General de la República
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