Sin duda alguna y no obstante errores superables, Chávez alimenta la esperanza del soberano; de ese pueblo al que la burguesía le hace fo, porque no tienen dinero, porque es coloquial o porque a veces tiene sentimientos difusos; que está del otro lado de la calle, donde se encuentra la clase que siempre los despreció pero que sin embargo, los invocan cuando se trata de votar por ellos aun cuando después los olviden.
Chávez es el paladín de los desamparados y, del lado de la burguesía y la pequeña burguesía, es visto por algunos intelectuales de reojo. Para esa categoría “especial” de la élite formada por personas que pierden tiempo en las universidades o ilustrándose -serían seres “superiores”- creen poseer el derecho a juzgar a quienes se desempeñan en el ejercicio de gobierno, pero nunca jamás, aportan nada para mejor ni se plantean sufrir, para entender, las vicisitudes de los invocados por ellos cuando se trata de hacer rellenos de multitud.
Ese reojo, a veces se expresa a través de la prensa clasista que solo manifiesta sus puntos de vista de la vida, de lo divino y lo humano. Mientras los otros, la mayoría, no tienen acceso a ella; de allí que nos obstante la guerra mediática, sostenemos que Chávez es un fenómeno, si se quiere “religioso”, que los manipuladores de la “prensa libre” busca anular, como quien pretende tapar el sol con un dedo.
Chávez, definitivamente y no con base a un hálito celestial, está creando una nueva iglesia pero no la que mata a sus fieles, sino la que ocurre a ellos, para direccionar democráticamente los poderes moderadores y creadores del futuro, de allí que su compromiso ante ellos, es inviolable. Se hace indefectible por tanto, revisar hacia dónde vamos, qué proponemos pero por sobre todo, quiénes somos y qué queremos. El compromiso es ineluctable y está más allá de los discursos y del tiempo. Son la historia.
Cuando vemos como terceros internacionales ponen la brasa pa´ su sardina y ahora nos asoman algo distinto -casi que nos reprochan- de lo que antes nos indicaban como lo correcto, me viene a la mente un sabio refrán popular: “A las puertas del cielo, primero yo que mi taita” o, “Acompaño a mis amigos al cementerio más no me entierro con ello”… Queremos referir que, pese a los compromisos con terceros, el deber llama primero al lar -léase el pueblo o la nación-, aun que a primera vista parezca egoísta. Socialista es por sobre todo, ser honesto más no “pendejo”.
De lo anterior se desprende que debo, con los pies en la tierra y ante un posible naufragio, primero sobrevivir para luego prestar ayuda a un tercero hermano que se pueda estar ahogando. Lo contrario, es un suicidio colectivo que sólo favorece al enemigo. Finalmente, la idea no es echar por la borda lo que hemos creído correcto toda la vida pese a que a última hora, algunos flaqueen por simple sobrevivencia. No nos podemos dar el lujo de nadar para después morir ahogados en la playa.
(*) Politólogo e Internacionalista venezolano
Magister en Seguridad y Defensa
monlan2001@yahoo.com