“Con los casos que llevo yo estoy tocando el poder. Toda la vida aquí en Venezuela existió una sociedad de intocables, pues en mi contra se trata de ejercer muchas presiones. Pero tiene que valer más la honestidad de uno. Me formé en un barrio muy pobre, pero también con una madre muy honesta”.
Así se expresó el fiscal valiente Danilo Anderson en una entrevista con Sebastiana Barráez, de Quinto Día.
Lo mataron los intocables. Lo mató la impunidad. Lo mató una bomba cobarde, colocada por una mano cobarde, ideada por una mente cobarde, festejada por seres cobardes y asquerosos.
Sus detractores rabiosos, mercenarios del insulto y la descalificación, abonaron el terreno de los criminales al pintarlo como poco menos que un perro. Olvidaron que sus rastreros ataques más bien enaltecen y terminaron haciéndolo un héroe popular, ahora en mártir.
Nos tratamos en pocas ocasiones. Suficientes para ganarle aprecio y confirmar que era un tipo sencillo, correcto, fiel a sus principios, amante de la Justicia, valiente y valeroso.
Aunque nunca hubiese estrechado su mano, el dolor por su muerte sería el mismo. Tan profundo como el que sienten millones de venezolanos que no lo conocieron de cerca, pero que se veían representados en su rectitud, en su coraje, en su serena seriedad, en su cara común, en su desafío a los poderes reales de la sociedad.
La llamada
La última vez conversamos por teléfono. Él llamó para hacer contacto con Eva Golinger, una joven abogada estadounidense que acababa de revelar en VTV datos novedosos sobre el golpe de abril de 2002. Entre ellos, el hecho de que Donna Hrinak, entonces embajadora de EEUU, envió una comunicación a Washington describiendo a Pedro Carmona como “el hombre correcto en el lugar correcto”. Días antes de que usurpara el despacho de Miraflores.
Golinger obtuvo esa y otras informaciones del Departamento de Estado de EEUU, la CIA y el National Endowment for Democracy (NED) valiéndose de una ley de acceso a la información que los obligó a entregarle cientos de copias sobre sus comunicaciones en torno a Venezuela.
La abogada informó que entre la NED y la USAID –agencia de ayuda al desarrollodieron 27 millones de dólares a grupos y dirigentes de la oposición venezolana. Y tienen presupuestados otros 5 adicionales para 2005.
A su lado, Philip Agee, ex agente de la CIA y autor de varios libros sobre “la compañía”, advirtió que la “guerra política y sicológica” de EEUU contra Venezuela no se detendrá. “Es una guerra continua, que no tiene fin”.
A Danilo le di el teléfono de Eva y a ella el de él. Espero que hayan hablado. Que haya podido informarle sobre su más reciente hallazgo acerca de los hechos que Danilo investigaba: unos papeles oficiales de la CIA que confirman, al menos, su conocimiento previo acerca del golpe en marcha.
La CIA sabía
El informe (cuya copia digital puede verse en www.venezuelafoia.info) es del 06/04/2002, cinco días antes del golpe, y lleva por título: “Venezuela: condiciones para un golpe de Estado están en maduración”.
La parte más sustancial dice así: “Militares disidentes, incluyendo a un grupo descontento en el Alto Mando, así como un grupo radical de oficiales de bajo rango, están aumentando sus esfuerzos para organizar un golpe contra el presidente Chávez, posiblemente en los próximos días de este mes, [TACHADO]. El nivel de detalles en los planes reportados –[TACHADO]- indica que Chávez y diez altos oficiales estarían arrestados…”
O sea, que la CIA sabía que Chávez “y diez altos oficiales” terminarían arrestados, como en efecto después lo estuvieron.
Por si fuera poco, el documento agrega que “para provocar la acción militar, los que conspiran podrían intentar explotar conflictos y violencia durante las manifestaciones de la oposición que tomarán lugar este mes…”
O sea, que la CIA sabía que los conspiradores provocarían “conflictos y violencia” durante las protestas del mes de abril, de las cuales, de paso, ya estaban enterados.
Ahora Eva queda con el deber moral de gestionar copia de los informes de la CIA acerca del asesinato de Danilo. Si es que los hay.
Ya los venezolanos nos queda el de recoger la bandera de Danilo y alzarla con la fuerza que él imprimía a sus actos.
En una entrevista que le hice, Anderson afirmó, citando a Elio Gómez Grillo, que en las cárceles venezolanas no se castiga el delito, sino la pobreza. Era hora, y así él lo entendió, de hacer realidad eso de que todos somos iguales ante la ley. Que los poderosos, al margen de sus apellidotes, fortunas, conexiones y jerarquías, también están expuestos al poder punitivo del Estado. De otro modo, sus conductas nunca estarán limitadas por el Derecho y la Justicia. Tendrán un poder ilimitado y, por ende, abusarán de él. La igualdad ante la ley será, como hoy es, apenas un chiste cruel.
Comencemos ya
La lucha por la igualdad y la Justicia tiene ahora el nombre de Danilo. Una Misión Anderson que nadie decretó, sino que nace de la indignación popular ante el atentado terrorista y el reclamo ardoroso de Justicia y fin a la impunidad.
Esa Misión Anderson bien podría comenzar por un movimiento nacional que vigile y presione porque se haga Justicia tanto en el caso de Danilo como en los que él investigaba.
Oleg Oropeza, su amigo y condiscípulo de la UCV, ya dio el primer paso creando el Frente Contra la Impunidad Danilo Anderson, que funcionará como un observatorio de las actuaciones del Ministerio Público en relación con los expedientes que trabajaba el fiscal. Si usted quiere adherirse, puede enviar un correo a frentedaniloanderson@hotmail. com.
Esa presión también es necesaria para que la Fiscalía de una vez por todas solicite a la Sala Constitucional del TSJ la revisión de la sentencia del 14 de agosto de 2002 que declaró que en abril de ese año no hubo golpe sino vacío de poder.
Esa sentencia infame tiene mucho que ver con la muerte de Danilo. Ella fue un certificado de impunidad no sólo respecto de los hechos de abril, sino también para las acciones posteriores de sus responsables, los mismos que han procurado mantener al país en zozobra durante estos años y que son los primeros sospechosos por el vil asesinato de Danilo.
De los 11 magistrados que votaron a favor de esa sentencia, sólo quedan 6 activos, sin contar los suplentes. Si ellos hubiesen tenido la valentía de Danilo, no habrían colocado su firma en ese fallo. Debieron rebelarse ante el poder político que los condicionaba. De comprobarse que él murió por ver lo que ellos no quisieron ver, harían bien renunciando a sus cargos por una cuestión de responsabilidad moral.
Nada garantiza que si esos magistrados salen del TSJ tendremos un mejor Poder Judicial. Ni que anulando esa sentencia se acabará la impunidad. Ni que haciendo Justicia con los casos de Danilo habremos logrado la pretendida igualdad ante la Ley.
Pero por alguna parte debemos comenzar. Y si no comenzamos ya, la muerte de Danilo habrá sido en vano.
Ernesto Villegas Poljak columnacontralacorriente@yahoo.es
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