Manipulando la necesidad estética de los seres humanos el capital privado puso a su servicio una íntima esfera de realización de hombres y mujeres para ampliar el saqueo y la explotación de los pueblos a escala universal.
El triunfo absoluto de la explotación capitalista neoliberal en todo el planeta arrastró a pueblos enteros a la miseria, desesperanza, enajenación, destrucción y esclavitud. El capital realizó su sueño de establecer la explotación y su dominio a escala universal, y no se divisa cercana la lucha global organizada de los pueblos para revertir esta realidad. Entre los elementos usados para realizar los dictados del capital con la mínima resistencia social está la estética, esfera de realización humana asaltada por el capital privado para expandir la cultura de la dominación universal desde lo más íntimo del homo sapiens.
Muestra de la afirmación anterior es la socialización de la imagen corporativa, el sello de la explotación en la era neoliberal, la señal de éxito en el entrenamiento animal de l@s human@s en la cultura del “sentido” de pertenencia corporativa, triunfo de la técnica para producir la defensa por los propios explotados de las nuevas marcas con que el capital de la era neoliberal señala sus dominios de explotación, hecho que se realiza tan igual como el terrateniente marca su ganado y cerca su latifundio. Los logotipos, carnets de identificación, vestuarios distintivos, “ambientes” de trabajo y esferas de consumo social reemplazaron a los hierros calientes y los predios, constituyéndose en los nuevos elementos y espacios para marcar y explotar a los pueblos, hoy convertidos en el ganado humano de la globalización neoliberal.
Manipulando la necesidad estética de los seres humanos el capital privado puso a su servicio una íntima esfera de realización de hombres y mujeres para ampliar el saqueo y la explotación de los pueblos a escala universal. Con la producción masiva de placer engañoso las transnacionales de la industria cultural han contenido la reacción violenta de los pueblos a su explotación, al producir en éstos complacencia, mas no-resignación. La estética neoliberal ha construido una bella y bien diseñada libre cárcel universal donde el capital tiene atrapada a la conciencia social. La estética neoliberal es para la sociedad una dulce amarga droga.
Como momento alguno en la historia de la sociedad humana se ha puesto de manifiesto la extrema dependencia de hombres y mujeres de la producción económica general de la sociedad, a partir de este hecho se puede comprender la actual dependencia que evidencia el movimiento cultural, su severa dependencia de las instituciones económicas, y por lo tanto, su dependencia de los sujetos e instituciones que dirigen la producción de los recursos materiales que sirven de base para la reproducción de la vida de toda la sociedad.
Lo anterior se aprecia en toda su dimensión en el movimiento estético que tiene como radio de acción a la revolución bolivariana, apreciarlo en el curso del movimiento real de los sujetos culturales y sus productos. La estética, el conjunto de las diversas manifestaciones e innumerables e infinitas representaciones que en l@s human@s producen goce e invitan al disfrute la contemplación y al placer individual y social, se halla contenida, arrinconada y casi paralizada en sus nuevas manifestaciones. Este hecho, en gran proporción es producto de la acción de una industria cultural antagónica a la manifestación de intencionalidad del soberano, contraria a su disposición y anhelos de materializar una profunda transformación social.
La posibilidad de la revolución bolivariana de contar con su propio discurso estético, nuevas formas y representaciones simbólicas, una estética bolivariana, se halla contenida por decisión de una clase social y unas instituciones que, con un conocimiento científico de la necesidad lúdica y estética de l@s seres human@s, por espacio de más de tres décadas manejaron a discreción la necesidad de goce y disfrute de la contemplación y el placer que manifiesta y exige toda sociedad.
Utilizando el poder del conocimiento sobre la esfera estética, la industria transnacional de la cultura neoliberal construyó e instaló en la sociedad un modelo cibernético de representaciones simbólicas, con el cual ayer encubrió sus propósitos y hoy oculta los desastres de las antihumanas políticas económicas sociales y militares de la globalización capitalista.
Es de esta manera como el neoliberalismo ha contenido el reclamo, el rechazo y el combate masivo de los pueblos del planeta a los estragos que causan sus dictados políticos, económicos, militares y culturales en todos los lugares donde no ha necesitado recurrir a la agresión armada. Es en la esfera cultural de la actividad humana donde el neoliberalismo no sólo triunfó de manera rotunda sino que aún continua reinando a su antojo.
Una sociedad realiza su vida diaria a través de un conjunto de instituciones en donde los seres humanos se reproducen y agrupan de manera preferente a lo largo de toda su vida. Las instituciones culturales, aquellas donde se realizan el conjunto de actividades artísticas, lúdicas, deportivas, educativas y de investigación están más que nunca en completa dependencia de las instituciones económicas, pues nunca como hoy las actividades que armonizan y contribuyen a dar correspondencia y coherencia a la vida humana en sociedad, habían sido tan dependientes de las instituciones económicas como hoy lo son del sistema de producción industrial.
Sin el concurso de la industria el movimiento cultural no puede presentar con la suficiente potencia el conjunto de nuevos símbolos, formas y representaciones para el goce y disfrute de la contemplación y el placer individual y social.
La revolución bolivariana hasta ahora carece de la manifestación profunda y significativa de un núcleo duro de representaciones estéticas. Su centro de fuerza creativo está preso por la dictadura estética neoliberal en pleno desarrollo, cuyo discurso cabalga sobre las transnacionales de la industria cultural privilegiado por las transnacionales de la comunicación e información; discurso estético que arrolla las cándidas y débiles nuevas manifestaciones estéticas en la revolución bolivariana que presentan el folclore y las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas como su mayor expresión. La música, poesía, teatro, cine y TV están intoxicados por el panfleto y la propaganda política revolucionaria y contrarrevolucionaria, relegando a una vida subterránea las nuevas manifestaciones y propuestas que el movimiento estético realiza con enorme dificultad.
Una de las dificultades que encuentra la estética en la revolución bolivariana radica en que quienes hasta ayer lideraban las instituciones culturales de la sociedad venezolana, estaban y siguen estando ganados por el quehacer cultural que les impuso la propuesta estética de la industria cultural neoliberal. En un mundo donde el quehacer cultural depende como nunca antes de la industria, esta última, desde la esfera de la publicidad y la propaganda impuso una estética dirigida a enajenar y engañar a toda la humanidad, apoyada en sus propósitos por las instituciones económicas y políticas neoliberales, todas protegidas por las instituciones militares de la globalización.
Una muestra de ello es la ingerencia del Departamento de Estado, la NED, la Casa Blanca y Humans Rights en la defensa que realizan a favor de sus instrumentos de dominación locales, los 5ta columnas intelectuales e institucionales representados por las ONGs, SUMATE y los medios de comunicación social privados.
Las instituciones culturales del neoliberalismo triunfan en todo el planeta tras su ataque al cerebro de los hombres, dirigido a eliminar la conciencia colectiva de los pueblos y destruir los arquetipos civilizatorios; estos objetivos los cumple la homogeneización cultural que realiza una plutocracia fascista global. Un bombardeo global indiscriminado contra la población, realizado con símbolos simples e impactantes, impuso una ilusoria y fatal esperanza de satisfacción, placer y goce permanente al alcance de todos, irreal: la ilusión del paraíso terrenal del libre mercado de la oferta y la demanda de la globalización económica neoliberal. Las transnacionales impusieron una placentera amarga propuesta estética, la que puesta al descubierto por la más grande desesperanza y a la más terrible realidad que haya vivido la humanidad, como lo son la invasión de Irak y el genocidio de Faluya y Palestina decidido por Bush y el sionismo israelí, aún no se divisa su reemplazo por una estética que proponga un goce y un disfrute de la contemplación y el placer en correspondencia con la reconstrucción e integración de la humanidad, coherente con la protección y reconstrucción de la ecología y con la recuperación de la esperanza en que un mundo nuevo es posible, las esferas de acción para la irrupción de un movimiento estético que produzca y manifieste las nuevas representaciones y símbolos a la sociedad de la revolución bolivariana.
Las guías de acción del movimiento estético tendrán que dirigirse al encuentro de la ética para la liberación que propuso Enrique Dussel, una ética que no sólo parte del hombre, sino que para ser tal tiene que partir de la acción para salvar la vida humana, salvar la vida de los hombres más necesitados de atención y protección: los excluidos, concepto reduccionista con que el neoliberalismo oculta la existencia e incremento de la explotación humana.
Una propuesta estética pertinente a los principios fundamentales de la revolución bolivariana, no nacerá de un decreto gubernamental ni tampoco del deseo de jerarcas gubernamentales ni de partidos o movimientos políticos, por muy combativos y carismáticos que estos sean.
Por el contrario, si el conjunto de sujetos políticos no resuelve el problema de la injusticia e impunidad en la administración de la Justicia de la revolución bolivariana, ni la ética ni la estética encontrarán las vías naturales para expresarse con toda su potencia para contribuir con la transformación social; y así, se anidará una crisis de correspondencia entre las esferas de realización de la vida social que día a día se hará más potente, propiciando entre otras situaciones las condiciones para una reedición de Fuente Ovejuna por un soberano que, mostró intenciones de ejercer la justicia popular durante el funeral de un valiente fiscal, un escaso funcionario público ético víctima del terrorismo político, víctima de la impunidad jurídica que reina en la revolución bolivariana.
La falta de protección del Estado al fiscal y su propia manera cultural de asumir riesgos facilitó su asesinato; y con ello, a la colombiana se eliminó al único funcionario público que llevó ante el poder judicial a los grandes actores de la rebelión que derrocó a Chávez en el 2002, quienes luego del dictamen del Tribunal Supremo de Justicia que los liberó de cargos por esos hechos generaron el paro petrolero, los atentados terroristas, asesinatos, las guarimbas y la importación de paramilitares colombianos. La última acción terrorista obligó la aceptación de unas meas culpas del Poder Ejecutivo y del Poder Moral, quienes se anticiparon en conjurar el peligro de que se desatara la justicia popular, a la que Hugo Chávez e Isaías Rodríguez miraron cara a cara en las puertas de la Fiscalía Pública durante el velorio de Danilo Anderson.
La estética neoliberal atraviesa a lo largo y ancho la sociedad en la revolución bolivariana. Su desalojo por una nueva propuesta estética no se divisa, aún cuando los nuevos elementos materiales y sociales que la integrarán o serán sus insumos desde hace tiempo se encuentran presentes. El movimiento estético naciente en la revolución bolivariana se pierde y desorienta cuando una gran parte de su avanzada confunde o conjuga la estética con el folclore, el panfleto y la propaganda; y se pierde mucho más cuando recibe apoyo político condicionado indiscriminado intoxicado por la estética de la oligarquía y del neoliberalismo. Esta relación entre la esfera política y la esfera cultural conduce a la involución estética, la que inducida o impuesta, ya sea por necesidad o por ignorancia de los sujetos culturales y políticos, es fatal para el desarrollo de las instituciones culturales que, en la revolución bolivariana, son las encargadas de construir las nuevas representaciones y los vigorosos símbolos que identificaran a la sociedad de la V República.
La revolución bolivariana ha tenido su mayor momento de creación estética en el período 2002-2003, alrededor de la disputa por la apropiación política del tricolor patrio que sirvió de identificación a la sociedad durante la etapa más aguda del conflicto político. El símbolo tricolor que fue motivo de innumerables formas y representaciones que adornaron y alegraron las distintas movilizaciones de la sociedad, tras la disminución de la confrontación política dejó de ser el motor de la producción estética en la revolución bolivariana.
Hasta ahora, la mayoría de las revoluciones sociales realizadas por la humanidad fueron acompañadas por los intelectuales artistas y cultores de las manifestaciones estéticas, quienes presentaron sus propuestas transformadoras mucho antes que las propuestas políticas, económicas y militares. En nuestro caso, las grandes manifestaciones estéticas no se adelantaron ni acompañan a la revolución bolivariana, entre otras cosas, porque los creadores y cultores de la estética venezolana estaban al servicio de las transnacionales de la industria cultural, eran funcionarios públicos que dependían de la política clientelar estatal o están enajenados por la estética neoliberal.
La sociedad bolivariana hasta ahora ha ganado la batalla política y militar, combate duro con algunos éxitos en lo económico social y recién se comienza a caminar hacia la batalla cultural, esfera de combate donde hasta ahora el neoliberalismo ha ganado todas las batallas. Ni siquiera el triunfo de Florentino sobre el Diablo en La Batalla de Santa Inés, hecho que representa un gran acierto político en el manejo de un símbolo cultural, y a la vez lo convierte en un suceso de gran significación, no ha podido servir de punta de lanza para el contraataque cultural contra la estética neoliberal, por el hecho de que sus representaciones y detalles se materializaron a imagen y semejanza del liderazgo político.
Es vital el concurso de los sujetos y actores culturales en la complementación del diseño de vida social de la revolución bolivariana para arrinconar y desplazar al neoliberalismo; pero ese paso, no se da ni con la fuerza ni el ritmo que requiere el momento que transita la revolución bolivariana. A esto se suma la particularidad de que la creación estética no responde a una organización militar y requiere de la más amplia libertad para la realización del hecho estético.
La discusión política, el debate y la confrontación de las ideas de la revolución bolivariana con los otros discursos hasta ahora han sido débiles y escasos. Esta no ha contribuido con la estética y se realiza en el plano y escenario cultural del modelo neoliberal: el de los paneles televisivos, radiales y de la gran prensa escrita. El debate se realiza a la medida, imagen y semejanza en que las instituciones neoliberales lo permiten y desean, con excepción del debate que desde una comunicación estatal llena de limitaciones se intenta sostener con los otros discursos; esfuerzo que por su anarquía, falta de contundencia y de un plan articulado para llevarlo adelante, aún está por realizarse en casi su totalidad. A pesar inclusive de la necesidad de educación política y despliegue de la comunicación e información de la revolución bolivariana; exigencias que el liderazgo pone de manifiesto de manera intermitente.
La gran participación del soberano en estos debates y polémicas es como espectador de un show mediático bajo el marco de la estética neoliberal, que con algunas excepciones, está reducido a los limitados espacios comunicacionales estatales o afines a la revolución bolivariana, motivo también de su escasa difusión. Es de tal magnitud la fuerza de la cultura neoliberal que much@s bolivarian@s viven y sufren la revolución por la TV y la radio estatales como cualquier consumidor de mercancías, sumándose al conjunto de enajenados mediáticos.
Una circunstancia que afecta la estética de la revolución bolivariana es la injerencia e impertinencia de actores políticos que dictan normas estéticas a los sujetos culturales, pretendiendo, tal como lo ha hecho el neoliberalismo, que éstos se conviertan en sus propagandistas, especificidad que no se corresponde con sus intereses inmediatos ni es para ellos en general una actividad pertinente.
La revolución bonita requiere manifestarse más allá del discurso mediático, verbal o del deseo político u económico; y tiene que apartarse del engaño propagandístico neoliberal tanto como del condicionamiento político clientelar. La estética bolivariana, las representaciones simbólicas de la revolución bonita son una urgente necesidad para desalojar todo engaño placentero neoliberal vendido e impuesto por la industria cultural de la globalización durante tres décadas.
Para realizar la labor que corresponde a la estética en la revolución bolivariana, sujetos y actores culturales requieren del apoyo y la protección de los sectores políticos, militares y económicos bolivarianos, sin su ingerencia ni condicionamiento; de lo contrario, la estética resultante sería de duración efímera, rechazada, o peor aún, rebelde, adversaria o antagónica.
La tarea política y económica para contribuir con la estética en la revolución bolivariana es propiciar y edificar una industria cultural nacional estatal y privada, libre de la ingerencia y condicionamiento transnacional de la globalización neoliberal. Radios, televisoras, prensa, editoriales, espacios para la actuación y presentación de manifestaciones estéticas públicas, etc., son de urgente necesidad en todo el país. Ampliar los espacios nacionales para la circulación del hecho cultural en la revolución bolivariana exige el desarrollo de una potente industria cultural nacional.
El manejo político mediático del discurso estético de los enemigos de la revolución bolivariana hicieron perder a la nación venezolana varias decenas de miles de millones de dólares durante el Paro Petrolero. Invertir cinco o diez mil millones de dólares en la infraestructura de una industria cultural nacional, contribuirá con la seguridad de la revolución bolivariana mucho más que comprar tanques fusiles y cañones; porque es la industria cultural quien construye y desarrolla las más grandes armas de guerra contemporáneas: los medios de comunicación social.
Una revolución social que no posea suficientes y potentes medios de comunicación social y pretenda expandir sus propuestas hacia el resto del mundo, no podrá expandirse con éxito ni siquiera a la región a la que pertenece porque en la realidad contemporánea es una revolución desarmada, tan desarmada como una revolución sin fusiles ni cañones en el siglo XX.
Las armas que causan las mayores bajas en el bando contrario no son las balas ni los cañones, sino los proyectiles y mísiles de los discursos simbólicos de la desinformación y manipulación científica de las letales y silenciosas armas mediáticas, las nuevas armas con que la globalización neoliberal ataca y destruye a los pueblos.
Como los proyectiles y mísiles simbólicos no causan heridas visibles en el cuerpo humano, estos no son considerados por la ciencia militar de la revolución bolivariana como armas de guerra, a pesar de la evidencia empírica de lo significativo de los mensajes, cuando frente a la TV, en vivo, se asesina al mensajero portador de malas noticias; y más aún, a pesar de conocerse que la manipulación mediática causa miles de muertos y destrucción material con la anarquía y confrontaciones que desatan la manipulación y la desinformación planificadas, tal como sucedió en Venezuela y en los genocidios que en Ruanda fueron inducidos por los medios de comunicación privados, sucesos que obligaron a la ONU a enjuiciar y encarcelar a perpetuidad a sus dueños.
El conocimiento dependiente es un enorme dique que impide dar saltos revolucionarios en la introducción social de nuevos conceptos. Una revolución social que no subvierte el estado de cosas heredado, ni genera nuevos conceptos o significados, se arriesga a gastar de manera inútil toda la energía de la fuerza social que le sirve de sustento. El movimiento cultural tiene que contribuir a romper el mito que por generaciones enseñó que los medios de comunicación social sólo son para entretener, informar y educar. Desde hace años a la vista de todos se usan para dominar, engañar, enajenar, desinformar y asesinar. Con ellos se realizan masivos asesinatos morales y se inducen asesinatos físicos como el asesinato de Danilo Anderson, los asesinatos del 11, 12 y 13 de abril de 2002 y los más de 100 asesinatos de dirigentes campesinos que exigían sus derechos enarbolando la Ley de Tierras.
La visión dependiente que la revolución bolivariana heredó de un modelo de producción rentista y político clientelar, es causa de que a 6 años de ejercicio del gobierno por la revolución bolivariana, aún no haya nacido ninguna institución popular que se haya consolidado como expresión genuina del poder popular que promueve la revolución bolivariana, una gran debilidad política de las fuerzas del pueblo en la revolución bolivariana. En esto convergen también la falta de conocimientos significativos para desplegar la creatividad y capacidad en la dirigencia popular, y el peso de la cultura de la dominación control y manipulación social de la IV República heredada por el liderazgo de la V República. De allí que hemos denominado al gobierno de la revolución bolivariana, en más de una ocasión, como un espacio de oportunidades revolucionarias que aperturó un gobierno nacionalista de solidaridad con el pueblo, y no como un gobierno popular. La participación activa del pueblo en los acontecimientos y sucesos futuros determinarán si la revolución bolivariana pasará a ser dirigida por un gobierno popular, o por el contrario, se consolidará como un proceso de reformas nacionalistas que elevó al poder a una nueva élite política, cultural, económica y militar.
De la tormenta y remolino social que desató la revolución bolivariana devino un cúmulo de acertijos simbólicos que hoy nublan los cielos bajo los cuales se realizan las transformaciones sociales, nubarrones y cúmulos de acertijos a disipar por una estética del momento de la solidaridad social, de los derechos humanos, de la defensa de la soberanía y de la integración latinoamericana. No habrá cielos diáfanos sin la ruptura de la estética neoliberal, sin empatía del movimiento cultural con el movimiento general de la revolución bolivariana, sin que los sujetos culturales asuman una actitud acorde a la propuesta de la ética para la liberación. De lo contrario, siguiendo la guía estética actual del movimiento cultural, la neoliberal, el movimiento estético no podrá contribuir con la creación de los símbolos, representaciones y formas en que trascenderán las transformaciones sociales en la revolución bolivariana.
La configuración de una representación simbólica que se constituya en bandera de un genuino poder popular, descansa no sólo en el movimiento político, económico y militar, sino que depende en gran medida de la acción y actitud estética y ética del movimiento cultural; y este último, por haber sido aplastado por el neoliberalismo en todas las batallas, no ha recuperado aún sus fuerzas, ni tampoco ha recibido la ayuda necesaria de las demás esferas de la sociedad para poder realizar su parte de la tarea. Y se corre el riesgo que no la realice porque el movimiento político no comprende que no es posible realizar esa tarea con su ingerencia y condicionamiento.
El trabajo que corresponde a la estética en la revolución bolivariana no es la realización de un logotipo encargado por un empresario a una agencia de publicidad. La tarea a realizar es la producción de las representaciones y los símbolos que identificarán por generaciones a la sociedad de la revolución bolivariana; símbolos y representaciones que la proyectarán como la sociedad de la equidad, la solidaridad, los derechos humanos y la democracia participativa, una nueva esperanza para la sociedad humana. La tarea que la estética tiene por delante es gigante: desplazar y erradicar la estética neoliberal que sobrevive y atraviesa toda la vida de la sociedad en la revolución bolivariana. Esperamos que el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad que hoy se inaugura en Caracas, aporte ideas y debates que pavimenten el camino productivo del movimiento estético, y contribuyan a la comprensión del movimiento político económico y militar de la necesidad de su ayuda no condicionada a la consolidación de un potente movimiento cultural.
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