Me fui una semana a Mérida. Mérida Preciosa, es el eslogan que se ve por todos lados. Y es muy acertado. A mi edad (imagínesela, son más de 25: tengo una niña de ocho años y un inminente divorcio encima) no había tenido el chance de conocer tan extraordinario lugar. El receso me sirvió para hacer varias reflexiones, igualitas a las que hago en Caracas, pero con frío. Pude comprobar que no me es posible desconectarme en un país tan asombroso. Allá me tocó “vacilarme” la intervención del canciller español reafirmando lo que dijo, pero que lo dicho había sido inoportuno por lo cual pidió disculpas. Loable actitud. Lo nada loable fue el esfuerzo que hicieron los medios de comunicación por magnificar la disculpa y minimizar la “exclusiva” que asombró a los españoles: Aznar apoyó el golpe de abril de 2002.
También me tocó “vacilarme” en primera fila a algunos esclavos de los medios de comunicación social, diciendo barbaridades para demostrar que la muerte de Antonio López Castillo es “igualita” a la de Danilo Anderson. Perdón. “Igualita” no, la de López fue un asesinato y la de Anderson no se sabe. Puede estar escondido, pudo ser un teatro, pudo ser un “autosuicidio”. El cuerpo no era del fiscal. Todas las hipótesis dignas del libretista de las películas de James Bond. Ojalá la realidad nunca superara la ficción.
Una amiga me apuntó justo antes de partir, que el problema más grave que tenemos los venezolanos son los periodistas. Alegó que el “país político” condenó de forma unánime el atentado contra Anderson. Y que hasta ahí todo bien. Un país unido contra el terrorismo. Pero que los periodistas no lo permiten. Dice (mi amiga) que eso se puede ver claramente cuando hacen preguntas e interpretaciones descabelladas, sesgadas, desequilibradas, mal planteadas, dirigidas a mantener un clima de “ingobernabilidad” , de desasosiego, de incertidumbre, de eterna descalificación a las instituciones. Vea usted. Es una opinión.
También me tocó ver la salida de los “dos ligaditos” de la embajada de El Salvador en Venezuela. Le escuché decir a 9º C a un narrador de noticias de Unión Radio que “ellos” (los chavistas) tienen un mártir (Anderson) pero que “nosotros” (él, la oposición) “tenemos dos héroes” (Forero y Vivas). Casi aterrizo en un abismo paramero de la impresión.
Pero como no sólo me asombran los medios de comunicación, también me tocó comprobar una vez más que los corredores viales de Guárico son los peores de Venezuela. Por razones familiares fui y vine de Mérida por los llanos. Y les confieso que de no ser “de la zona” la noche del regreso hubiese terminado con mis cauchos (los del carro) en Turén en lugar de Altagracia de Orituco, mi destino final. No más leer “Bienvenidos al estado Guárico” , me recibió un “huecáncano” que casi acaba como mi carrito. De ahí en adelante encontrar una señalización con flechitas que dijeran Turén no es por aquí, Calabozo a la izquierda, El Sombrero a la derecha, fue más difícil que esquivar las troneras de las vías en cuestión.
Para llegar a Mérida utilicé, además de las de Guárico, las vías de Cojedes y Barinas. Iba contenta, inicio del viaje y los huecos eran esponjas. Pero el regreso se convirtió en un suplicio, que casi hace que me ponga un collarín por la tensión que se almacenó en mi cuello. Mérida Preciosa. Guárico Fantasma.
*Periodista y profesora universitaria
mechacin@cantv.net
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