El Encuentro de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, realizado en Caracas entre el 2 y el 5 de diciembre de 2004, produjo sesudos retorcijones entre los “intelectuales venezolanos más famosos”. Antes de contarles tales acontecimientos, les ruego que tomemos como válida la definición del Larrousse que dice que un intelectual es una “persona que se dedica a actividades que requieren especial empleo de la inteligencia”. Aceptado esto pues, cumplo con informarles que la franja de personas inteligentes nacidas en un país llamado Venezuela, compuesta por periodistas, narradores, animadores, locutores y todo aquel que use un micrófono para actividades distintas a perifonear la venta de ñame, ocumo, batata y yuca, casi sufren un shock intelectual con el evento mundial que no lograron “entender” pese a que muchos tienen decenas de años estudiando.
Imagino que difícil debió ser para un “intelectual famoso venezolano” o persona inteligente nacida en una país llamado Venezuela, entender cómo José Saramago osa apoyar el “rrrrrrégimen” de Hugo Chávez. “¿Cómo un tipo que escribe tan bien como Saramago puede apoyar a esta cuerda de brutos e ignorantes y cultores del mal gusto?”
Fue tal la indigestión que en un trabajo periodístico realizado por una persona inteligente nacida en un país llamado Venezuela (El Mundo, martes 11 de diciembre, página 4) en el que se intentó hacer una reseña del acto de clausura de mencionado Encuentro, se pueden leer “cosas así”: “Es realmente patético que el encuentro de ‘más de 400 pensadores universales’, entre ellos alguno que otro premio Nobel, produzca un documento (...)”, “alguno de esos supuestos intelectuales y artistas”, “absurda asamblea de izquierdistas trasnochados”, “intelectuales barbudos olorosos a picadura”, “alguien que es anunciado como premio Nobel de la Paz, activista político y artista plástico, de apellido Esquivel, asume la oratoria en nombre de los intelectuales defensores de la humanidad”, “me parece que esos intelectuales que defienden la humanidad no hicieron bien su tarea. La Declaración de Caracas es un discurso cualquiera antinorteamericano y antiimperialista que muy bien pudo escucharse en 1962 o en el 75 respecto a Vietnam o a la Guerra Fría”, “en fin, el tipo ése -el Premio Nobel-, también habla sobre el Banco Mundial (...) y yo me pregunto: ¿cuánto habrá cobrado este pana por decir que hay que construir un modelo económico diferente al neoliberal?”, “el pobre neoliberalismo se convirtió en el chivo expiatorio de estos locos”, “dudo que así estos intelectuales y artistas puedan siquiera construir un nuevo orden en las cuadras de sus vecindarios de clase media alta”.
Y es que más allá de las reseñas que no son reseñas y de las crónicas que no son crónicas, ya es hora de que la “intelectualidad venezolana” vaya entendiendo que hay un país más allá de los autores de los best seller más leídos o vendidos en la librerías que son visitadas por las personas inteligentes nacidas en un país llamado Venezuela.
¿Hasta cuando hemos de leer y oír que los intelectuales que están contra la revolución bolivariana son inteligentes, chéveres, preclaros (de mente y de piel), y los que la apoyan son locos, izquierdistas trasnochados, negros y hediondos? ¿Qué hace a los venezolanos (y a los extranjeros) más o menos inteligentes, más o menos intelectuales o más o menos cultos? ¿El número de salidas al aire? ¿o tal vez de flashes?
No sé, pero a mi me late que el “pobre neoliberalismo” ha tenido logros más allá de los “índices macroeconómicos”: más allá de los índices de pobreza alcanzados hay un sub producto peor, que los genios de la corriente económica usan y luego desechan. Es peor que la pobreza, peor que el hambre. Es la pobreza de alma de algunas personas inteligentes nacidas en un país llamado Venezuela.
* Periodista y profesora universitaria
mechacin@cantv.net
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