Aunque me encuentro entre los usuarios ocasionales del Metro de Caracas, estoy consciente de su importancia para el funcionamiento de la ciudad capital y, de la misma manera, conozco de las fallas en sus operaciones, las cuales han afectado la calidad del servicio, lo que ha producido un malestar legítimo entre la población que viene siendo aprovechado por la contra-revolución para atacar el proceso revolucionario bolivariano y también, por algunos trabajadores y sindicalistas de esa empresa pública, para presionar a la gerencia y obtener algunas reivindicaciones cuya legalidad y justeza no estoy en capacidad de cuestionar ni avalar.
Ya el comandante Chávez, con la honestidad política que le caracteriza, asumió ante el país, en cadena nacional, la responsabilidad por las fallas existentes, atribuyendo los actuales problemas a un variedad de factores demográficos, técnicos, financieros y gerenciales, en cuyo centro gravitacional identificó la ausencia de una correcta planificación del desarrollo del sistema, al concentrarse los esfuerzos en la construcción de nuevas líneas, olvidando el mantenimiento adecuado y desarrollo complementario de las “viejas” líneas 1 y 2, las cuales son la columna vertebral de todo el sistema, en atención a la distribución urbanística y laboral de la ciudad Caracas.
Tal gesto, de un gobernante, enaltece su figura ante su pueblo y debería unir a todos quienes defendemos el proceso de cambio revolucionario bolivariano, anticapitalista, antiimperialista e integracionista, en tránsito al Socialismo, al considerar que tales situaciones tienen que ver con una insuficiencia en la capacidad de los cuadros civiles y militares a quienes se les ha dado la responsabilidad de dirigir la administración y desarrollo del sistema de transporte colectivo Metro de Caracas, los cuales – es necesario reconocerlo - no han estado a la altura de tan elevada responsabilidad; sea por deficiencias de dirección, de ausencia de visión técnica o de manejo incorrecto de situaciones políticas y laborales que, por supuestos o reales motivos salariales, por conflictos intersindicales o, por motivaciones propiamente políticas, han mantenido una presión indebida sobre la gerencia de la empresa, forzándola a “enredar” su gestión en conflictos subalternos de “nunca acabar”.
Como alguna vez lo dijo el comandante de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, el comandante Chávez no puede ser alcalde de todos los pueblos, hoy es necesario decir que, por mucho que sea de su responsabilidad política la designación de tales funcionarios o funcionarias, tampoco puede tener a su cargo la presidencia de PDVal, Pequiven, Electricidad de Caracas, CADAFE y EDELCA, ALCASA, CONATEL, CONVIASA y del Metro de Caracas; empresas públicas en las que se han presentado importantes problemas gerenciales, financieros, laborales e, incluso éticos, que han cuestionado la capacidad del gobierno revolucionario bolivariano para dirigir eficientemente ese estratégico patrimonio público, pero que, con medidas políticas rápidas y directas “ a la raíz” de los problemas, se la ha dado una respuesta comprendida y aceptada por la mayoría de la población, excepto, por supuesto, por la cuarta y la quinta columna contra-revolucionaria.
Es necesario decirlo, esta revolución tiene aún insuficiencia de cuadros revolucionarios de alto nivel gerencial y compromiso revolucionario, en capacidad de manejar eficiente y eficazmente la dirección administrativa del gobierno y el antiguo y creciente patrimonio público generado por las nacionalizaciones ejecutadas con el fin de destruir los monopolios económicos y derrotar las estructuras desestabilizadoras del capital financiero; situación que se ve acrecentada con la existencia de un aparato sindical volcado a presionar, en todos los niveles de gobierno, no solo para proteger o conquistar los derechos legales y contractuales – lo cual es legítimo en esta revolución - , sino para colocar a los grupos políticos sindicales en situación de condicionar las operaciones de las empresas públicas, lo cual afecta, sensiblemente la obtención de los resultados operacionales y de productividad trazados en los planes de estas empresas de todos los venezolanos y las venezolanas.
Legitimar la denuncia, abrir cauces mediáticos, personalizar la responsabilidad y responder oportuna y adecuadamente los reclamos de los trabajadores y demás sectores del pueblo, con el fin de prestar un servicio de calidad (Arts. 51, 57, 58, 117, 141 y 143 de la CRBV) es, y debe seguir siendo, la política de un gobierno revolucionario en un Estado en Transición al Socialismo pero, el uso de métodos y estilos en la lucha contra la ineficiencia y la ineficacia gubernamental, debe ser contextualizada en el reconocimiento de la revolución como proceso de cambio en favor del pueblo trabajador y otros sectores de clases oprimidas y explotadas y en la obligación del pueblo de contribuir solidariamente con la solución de tales problemas, lo que nos debería apartar, radicalmente, de quienes, desde la contra-revolución internas y las agencias del imperialismo, utilizan las fallas de la gerencia pública para promover el desaliento, la división, los conflictos sociales y la desestabilización en el seno del pueblo, con miras a derrotar la revolución bolivariana y socialista por cualquier medio.
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