Una enorme hacienda en América del sur, era administrada por unos caporales de un señor que vivía en el norte quien, sin ser propietario de la hacienda, usufructuaba los beneficios que la misma producía. En el lindero norte de dicha hacienda, en la parte central, escogió una pequeña zona en la cual construyó una vivienda para disfrute personal y de sus familiares y amigos cuando visitaban la hacienda. En esa zona estaba ubicada la entrada principal a través de la cual sólo tenían acceso aquellos a quienes el "dueño" se lo permitía y al lado de la vivienda estaba un enorme galpón en el que acumulaba todos los productos que se daban en su propiedad, la cual consideraba que era como "el patio trasero" de su propiedad en el norte.
El perímetro de esta zona, bien delimitada y cercada, estaba rodeado por otra zona en forma de "U" en la cual el "dueño" mantenía una cría de perros falderos (chihuahua, pequinés, poodle), de compañía (dálmata, bulldog) y alguno que otro perro de trabajo como el pacífico San Bernardo y hasta el peligroso rottwilder, todos los cuales guardaban celosamente la "propiedad" del "dueño" de la hacienda y cuando éste venía a visitarla, siempre cargado con exquisitos manjares comprados con el producto de la hacienda, la manada se revolcaba ante su presencia, meneando las colitas y parándose en sus patas traseras con las bocas abiertas y la lengua afuera esperando la parte que su amo les tirara para devorarla. La pasaban muy bien los perritos finos.
Rodeando la zona de los perritos finos había otra un poco más extensa donde se concentraban perros entrenados para actividades más especializadas como guardianes, sabuesos, cazadores, es decir, diferentes razas que abarcan desde especimenes nobles hasta aquellos que han sido manipulados genéticamente para que sean considerados como "perros asesinos", cuya tenencia está prohibida en los países civilizados, en los cuales son sacrificados por el peligro que representan para la humanidad. Cuando el "amo" del norte venía, también solía repartir algo de lo que traía entre estos últimos para evitar que arremetieran contra sus "perritos finos" y se produjera un desbarajuste en la hacienda.
Finalmente, una tercera zona, también en forma de "U", pero de mucha más extensión, rodeaba a las anteriores hasta copar los límites de la hacienda y albergaba una inmensa cantidad de perros de las más variadas razas, tanto de las antes señaladas como otras indescriptibles que en su conjunto se pueden agrupar en una variedad llamada "cacri", a los cuales nunca llegaba la prodigalidad del "dueño" de la hacienda, por lo cual tenían que rebuscarse su propio sustento entre los despojos que dejaban los caporales después de la recolección.
La particular configuración de las áreas, en forma de "U", que el "amo" había diseñado permitía que los "perritos finos" sólo tuvieran frontera con el norte, con su propia casa (que venía a ser lo mismo) y con los perros entrenados, a los cuales los "perritos finos" miraban con desdén. Es decir, que prácticamente tenían una sola frontera ya que ni siquiera tenían conocimiento de que tras la zona de sus guardianes había otra muchísimo más extensa e inmensamente más poblada que la suya y la de sus guardianes por los "cacri".
Los guardianes, por su parte, tenían frontera con el norte, con los "perritos finos" (que seguía siendo el norte) y con los "cacri", con quienes, a pesar de la cerca divisoria, muchos mantenían estrechas relaciones, sin que lo supieran los cancerberos que dominaban la jauría.
Los "cacri", en cambio, tenían relaciones por los cuatro puntos cardinales además de las que tenían con los guardianes. Sólo con los "perritos finos" no las tenían porque éstos siempre habían ignorado su existencia y ellos no podían acceder a su zona, pero gracias a la amplitud de esas fronteras los "cacri" llegaron a tener conocimiento de que en alguna parte del mundo los animales que habitaban una granja se habían puesto de acuerdo para tomar en sus manos la administración de la misma en vista de los malos tratos que les daba su dueño y decidieron promover una "Rebelión en la granja" que terminó con la expulsión del dueño de ésta, un tal señor Jones y su familia, y que los animales asumieran la administración, según lo narró un señor de nombre George Orwell.
Fue así como los "cacri", con su natural inteligencia y bajo la conducción de un líder surgido de entre ellos mismos, al que la mayoría llamaba afectuosamente "comandante" y los "perritos finos" llamaban despectivamente "Mico", se introdujeron en el área de los guardianes, burlando la vigilancia de los campovolantes y, después de un breve pero intenso forcejeo, rompieron las barreras que separaban las diferentes áreas establecidas por el "dueño" de la hacienda, apartando a los perros genéticamente manipulados, a los "perritos finos" y ocuparon el área que estos ocupaban asumiendo responsablemente la vigilancia de toda la hacienda, abriendo el acceso a la misma no sólo a quien se creía su "dueño" sino a personas de otras latitudes que quieran venir a trabajar en la hacienda, percibir los frutos de su trabajo y compartirlos equitativamente con todo el perraje que puebla la hacienda.
Esta nueva situación ha causado enorme malestar entre los "perritos finos" a quienes se les han unido los "perros asesinos" conformando una jauría, relativamente pequeña pero sumamente aulladora, la cual es azuzada continuamente por el "dueño" desplazado y se han constituido en fuente de innumerables problemas para la hacienda en su afán de volver a la misma situación que existía antes de que "comandante" tomara el liderazgo de la manada, sin entender, como buenos irracionales que son, que "NO VOLVERÁN".